Por: Jatzel Román
“Somos hijos de la historia. De nuestra historia completa. Tal como sucede con otras naciones, el camino que hemos recorrido es complejo, mucho más complicado que el que muchos quisieran hacer saber. Pero no tengo nada de qué pedir perdón en mi vida y no creo que está bien ponerme a hablar de historia en dos de cada tres entrevistas televisivas.”
Esto dijo la próxima Primera Ministra italiana, Giorgia Meloni ante las frecuentes e inevitables comparaciones con el dictador Benito Mussolini quien asumió el poder hace casi exactamente 100 años en octubre de 1922.
“II Duce” como se le conocía al fundador del fascismo italiano, se vio fortaleció por el llamado “Bienio Rojo” que entre 1919-1921 generó ríos de sangre durante la dura crisis económica post I Guerra Mundial. Su grupo paramilitar, los Camisas Negra se vendían como los verdaderos garantes de la Ley y el Orden mientras que el débil gobierno intentaba mediar en la crisis social.
Fue así que en octubre lideró la famosa “Marcha de Roma” en que alrededor de 20 mil simpatizantes fascistas desfilaron militantemente por la capital mientras hacían el saludo Romano. El Primer Ministro Liberal, Luigi Facta, ordenó un Estado de Sitio para intentar frenar los acontecimientos, pero el Rey Víctor Emmanuel III, notoriamente genuflexo, se negó a firmarlo. Al contrario, como Jefe de Estado, le pidió a Mussolini formar un nuevo gobierno aún teniendo solo 35 diputados.
Ahí asumió Mussolini como Primer Ministro y dado que no hubo ruptura del orden constitucional, por eso se suele considerar su ascenso como legítimo. Este sin embargo ya desde el poder llevó a cabo todo tipo de abusos hasta que en 1924 convocó a elecciones con una ridícula legislación estableciendo que si lograba 25% de los votos, se quedaba con 67% de los diputados.
En esas obviamente se impuso y no volvió jamás a hacer elecciones multipartidarias, fundando su Partido Nacional Fascista como partido único del Reino. Ahí se mantuvo 21 años, sumándose a Hitler en la II Guerra Mundial, pero al ir siendo derrotado por los Aliados, sus antiguos simpatizantes lo fueron abandonando y finalmente el Rey lo destituye y apresa en julio de 1943.
Los nazis lo liberan dos meses después y lo instalan como marioneta en territorio controlado por los alemanes hasta que cerca del final de la guerra en 1945 intenta huir a Suiza pero es capturado por opositores que proceden a torturarlo, fusilarlo y después colgarlo de cabeza en plaza pública.
A pesar del gigante rechazo inmediato al fascismo, quedaron varios nostálgicos suyos quienes fundaron el Movimiento Social Italiano como sucesor. Fue como integrante de ese partido que Meloni inició su carrera política, principalmente opuesta a las guerrillas de la extrema izquierda. Si bien dicha organización ya no existe, como tampoco su sucesora la Alianza Nacional, aquello la persigue como una mancha indeleble.
Aunque Meloni reivindica el símbolo de la antorcha tricolor que una vez enarboló Mussolini, esta se ha esforzado mucho en distanciar al partido del dictador y no titubea a la hora de expulsar a quienes abiertamente le aplaudan.