AFP.- “Eche saliva en este tubo”. Los miles de participantes del Festival de Cannes, que desde este martes disfrutan de la principal cita mundial del cine, tienen que respetar unas estrictas normas sanitarias debido a la pandemia.
“Lleva 10 minutos y para mí está bien”, dice resignado Matt Fenell, de 32 años, cinéfilo estadounidense en uno de los centros de test que se han abierto especialmente cerca del Palacio de los Festivales, el lugar donde se concentra gran parte de la actividad del certamen.
Antes de venir, recibió dos dosis de la vacuna anticovid de Moderna, pero no es suficiente para el protocolo que han establecido las autoridades francesas. Tiene que hacer pruebas PCR cada 48 horas, como todas las personas de fuera de la Unión Europea o las que no puedan justificar que están vacunadas o tienen inmunidad natural.
“Me han dicho que tengo que volver cada 48 horas”, precisa, dispuesto a escupir en un tubo le va abrir las puertas de la muestra.
Uno de los mayores laboratorios de la Costa Azul, Biogroup, participa en el dispositivo, con decenas de efectivos contratados que hablen inglés y un ritmo de 300 pruebas por hora, para un resultado gratuito en seis horas. Si se quiere acelerar el proceso, se pueden pagar 50 euros (59 dólares).
Si la prueba da “negativo”, se obtiene un código QR, indispensable para acceder al Palacio de los Festivales.
“Todo el mundo está sometido a la misma norma”, asegura el delegado general de la muestra Thierry Frémaux.
El martes por la noche, no se había detectado ningún caso positivo, indicó a la AFP el médico biologista Guillaume Armana. “Tenemos que mantenernos vigilantes, sabemos que circula y que la variante Delta está ahí. Pero hacemos todo lo necesario para que la situación esté controlada”.
– “Fastidioso pero comprensible” –
Las estrellas de Hollywood tampoco se libran del suplicio de las pruebas. Un servicio especial se desplaza hasta sus hoteles. Varios equipos de producción incluyen además “su propio médico y sus propias enfermeras para hacer los test ellos mismos”, según Frémaux.
Icnitl Ytzamat-Ul, periodista mexicano de 33 años, espera en el centro de pruebas, todavía con la maleta en la mano.
Una empleada del laboratorio le explica el proceso: “Eche saliva en este tubo hasta el primer nivel. Cuando haya terminado, tire el embudo a la basura”. Escanea, comprueba los datos de nacimiento y el teléfono y ya pasa al siguiente paciente.
Aunque para las agendas ya bien cargadas de los profesionales estas pruebas suponen una etapa más en la que pensar, muchos se resignan.
“Tras un año y medio sin festival, si sólo se tiene que escupir en un tubo, ¡no hay problema!”, comentó el cámara francés Vincent Aussel, de 44 años, tras haber hecho el test.
Cuatro jóvenes estadounidenses, estudiantes en relaciones públicas, se apresuran a buscar su código QR en sus teléfonos.
“Es un poco fastidioso pero comprensible. Hacen lo máximo para que el Festival sea lo más seguro posible y para que toda la gente pueda venir”, comenta Greta Simolke, encantada de estar en Cannes, “¡una ocasión única en la vida!”.