En estos últimos días, el tema del futuro de la educación dominicana y la implementación -o no- de tecnologías virtuales en su totalidad o parcialidad ha estado muy en boga.
Ante esta situación, hay una serie de consideraciones que tenemos que tomar en cuenta para el análisis y la toma de decisiones.
Con relación a los retos actuales que enfrenta el renglón de la educación a causa de la pandemia, hay que decir que no se trata solo de digitalizar en términos de educación, sino que también de analizar cómo serán adoptadas las herramientas, cómo los mismos maestros las van a enfrentar y cómo los informáticos las instalarán, pues es aquí donde surgen nuevas problemáticas que suponen el aumento de los costos de personal, entre otros diversos factores.
Nuestro país cuenta con una multicapilaridad social que pone de manifiesto las diferentes y marcadas realidades económicas que existen, por lo que es necesario ajustar los planes y políticas a estas para equiparar las diferencias y que estos puedan responder debidamente a cada contexto, acorde a sus necesidades y condiciones.
Las estadísticas revelan que hay alrededor de 7 millones de usuarios de internet en nuestro país. Sin embargo, esto no significa que esta cantidad de personas está conectada o transformándose digitalmente, porque una cosa son las cifras de los hogares que utilizan el internet y otra la cantidad de cuentas activas.
Por esto es importante que entidades como la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) y el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (INDOTEL) trabajen en conjunto para unir estas analíticas, cuestión de contar así con una relación exacta del acceso de los hogares al internet, su uso y su adopción.
Actualmente el internet no está penetrando al punto de generar un desarrollo en el país. No obstante, esto representa una gran oportunidad para las nuevas autoridades del país de establecer un orden en este aspecto, habilitando políticas públicas que se apeguen a la realidad y que cuenten con la participación de todos.
No basta con darle un dispositivo digital a un niño para su educación, ya que, aunque esto suma a la eliminación de la brecha digital, no se puede pasar por alto que también da lugar a nuevas brechas tecnológicas como las de soporte, conectividad, contenido, experiencia de usuario y regulación.
Además del desafío de asegurar el acceso a contenidos de calidad a todos los estudiantes, se tiene que tomar en cuenta la garantía del acceso a una plataforma de calidad y su conexión, así como la identificación de la ruta de conocimiento digital y el profesional de educación que los acompañe.
No es solo poner a funcionar las herramientas, sino también ver si el estudiante y el maestro pueden conectarse sistemáticamente para la adecuada explicación de los contenidos.
Como una forma de dar respuesta a esto, se podría aprovechar el conocimiento y la experiencia de los profesionales de multimedia para que adapten contenidos que resulten interactivos, explicativos, directos y sencillos.
Nuestra propuesta es mucho más transversal, y es que el ministerio de Educación estandarice la ruta del conocimiento y lo libere, de forma tal que los emprendedores la puedan conocer y tener acceso para poder desarrollar contenidos de acuerdo con el plan existente, y los padres puedan seleccionar los contenidos necesarios para cada caso. Por otro lado, en cuanto a la seguridad y peligros que supone la digitalización en relación con el comportamiento de la ciudadanía digital, queremos hacer énfasis en la necesidad de entender que es un peligro que una persona tenga acceso a herramientas digitales y a un ecosistema, careciendo de conciencia ciudadana.
Por tanto, es de suma importancia recalcar en las políticas públicas la responsabilidad que implica el uso de los dispositivos tecnológicos.
Ante esto, lo fundamental es entender que no se puede invertir todo el dinero solo en una plataforma.
Dada la coyuntura y tiempo que vivimos, se debe evitar una solución acelerada que a la larga implique mayor inversión y no resulte funcional, analizando con detenimiento planes con base en una educación a distancia, aprovechando los distintos medios a los que la población tiene acceso como la radio y la televisión. Para ello, sugerimos solapar el plan con el mapa de desarrollo humano.
Digitalizar no es la solución. Hay que saber cómo será el proceso, cada paso, para entonces definir cómo se llevará a la persona digitalmente del punto A al punto B. Siempre partiendo de crear un sistema sustentable en el tiempo en el aspecto económico y de soporte técnico.
Para ello, proponemos hacer una mezcla a un ritmo paulatino, a través de la cual se creen programas pilotos atendiendo el contexto de las diferentes realidades económicas y sociales en nuestro país.
Mi opinión es que este año debería empezar en enero, para que podamos prepararnos bien, se democratice la ruta de conocimiento y que los padres puedan tomar decisiones. Necesitamos una mirada holística, es decir al todo, porque no existe un único modelo que nos sirva.
Una de las claves vitales para salir adelante se encuentra en la resiliencia, dejando de lado el paradigma de que en nuestro país no es posible implementar ciertas estrategias o programas.
Esta es justo la mentalidad que detiene nuestro desarrollo. En República Dominicana contamos con todo lo necesario para pensar de manera global y enfrentar los desafíos.
El user journey como modelo
Un ejemplo lo encontramos en el user journey o recorrido del usuario, que son las experiencias que tiene una persona cuando interactúa generalmente con algún software que puede estar en-línea o no.
Esta idea es generalmente utilizada por aquellos involucrados con el diseño de la experiencia del usuario (conocida como UX), el diseño web, el diseño centrado en el usuario o cualquier otra persona o instituciones que se enfoquen en cómo los usuarios interactúan con las experiencias del software.
El nuevo reto de la educación dominicana, a nuestro juicio, consistirá en el descubrimiento del user journey y de conceptos como el user friendly, mientras más amigable es la interfaz donde interactúa el usuario, mejor es la adopción del mismo y la comprensión de lo que se comunica.
La República Dominicana ha estado alejada de estos conceptos y muchos profesionales TIC no tienen experiencia amplia en la materia. Tenemos más de quince años abogando por la necesidad de la sofisticación en dicha materia en el país, a fin de prepararnos para escenarios como este.
La Educación Virtual no consiste en instalar un Moodle o eLearning, sino colocar los contenidos de aprendizaje para que seres humanos puedan acceder y aprender. Tampoco el Gobierno Electrónico consiste en programar formularios y conectar flujos para luego colgarlos como enlaces a la suerte del usuario.
Bien he mencionado a las pasadas autoridades y comentado en los últimos meses: el incremento de la digitalización abriría la puerta a los problemas de soporte e interacción por el mal diseño del user journey de parte de las organizaciones.
Un organismo como el Instituto Nacional de Protección de los Derechos del Consumidor (Pro-Consumidor) debe de estar bien alerta, ya que empresas de diferentes sectores cobrarán por accesos que digitalmente no honrarán y dejarán a los usuarios varados en el ciclo infinito o limbo de las reclamaciones.
El peor daño es que, esto en el caso de la educación, dejará niños deshabilitados por la falta de planificación y aumentará el stress de los padres, que solicitarán temas de vanguardia que solo las instituciones de avanzada en el país han empezado a abordar como producto del COVID-19 y la aceleración tecnológica que ha catalizado.
Se hace necesaria la formación en temas de UX, pero no desde el enfoque del diseño, sino en construcción de las capacidades y la transformación de los procesos de cara al consumidor y el usuario.
Y es que pocos tienen experiencia localmente en plataformas masivas a excepción de las redes sociales.
Pero la educación no es un bot ni una campaña de publicidad.
La educación virtual no funcionará en República Dominicana si antes no se crea una correcta experiencia del usuario
Brechas entre generaciones
No se debe dejar de lado el tema de las brechas entre las generaciones, pues es vital entender las características y necesidades que definen a cada una para comprender sus comportamientos y responder a los retos.
Existe un pavor y cierto rechazo a la tecnología por parte de muchos padres, quienes se enojan porque dicen que sus hijos pasan demasiado tiempo en sus dispositivos. Sin embargo, la realidad es que generacionalmente los comportamientos son iguales, solo cambia la herramienta.
Por tanto, el gran peligro no está en las herramientas, sino en el comportamiento y en el uso cuando los padres no se involucran, no existen límites ni ningún tipo de supervisión. Existen diversas herramientas que pueden ayudar a los padres a controlar el uso del internet, redes y tecnología en el hogar, además de medidas sencillas como contar con un router que permita poner horarios e incluso distribuir el consumo del servicio.
Como padres debemos enseñarles con el ejemplo, por lo que, en vez de satanizar la tecnología, hay que colocar límites para todos en casa.
Entendemos que es momento de despertar y dar el paso a la digitalización para abordar variables que ahora existen en la economía digital y que no debemos ignorar.
Hay que involucrarse más con los hijos para aprovechar el mismo uso de videojuegos y equipos tecnológicos para educarlos.
Como adultos no estamos entendiendo del todo que la brecha ha pasado de la asincronía a la sincronía, donde todo ocurre mucho más rápido y en tiempo real.
Se trata también de un asunto de ciudadanía digital, ya que la responsabilidad del uso siempre recae sobre los usuarios, independientemente de las distintas regulaciones de las plataformas digitales.
La generación actual está consciente del mundo exterior, por lo que quiere todo más rápido y acelerado, realidad que la próxima generación (alpha) está observando y que influirá de manera directa en sus propios patrones y comportamiento.
Responsabilidad de todos
La educación es un asunto de todos, en especial en medio del contexto de pandemia que nos arropa.
Es necesario facilitar una ruta de conocimiento digital, entendiendo así el rol de las autoridades como generadores de contenido, los maestros como guías, de los niños como estudiantes y de los padres como participantes activos, que deben involucrarse, sin dejar de lado la autorregulación del sector de comunicación de marketing para evitar la saturación y bombardeos publicitarios a través de los canales digitales.
Es necesaria una educación transversal tecnológica, tomando en cuenta nuestras condiciones reales para poder determinar nuestras expectativas. No podemos volver hacia atrás, sino que tenemos que desprendernos de ciertas cosas para poder avanzar.
El sistema educativo y el flujo de la economía digital, es la nueva puerta de la generación que viene subiendo para producir su propio desarrollo. Esto es avalado por estudios de nuestra consultora Tabuga donde las cifras señalan que, para este año, sin añadir las telecomunicaciones, estos van a representar el 4% del PIB en nuestro país.
Estos son temas serios que deben ser tomados en cuenta porque evidentemente suponen una forma de ingreso de muchos hogares dominicanos, como incluso ya han empezado a serlo.
Cuando el movimiento de economía digital crece, los sectores y negocios tradicionales se sienten presionados por abordarlo, que es lo que ha sucedido en medio de esta pandemia, provocando la aceleración de procesos que antes tardaban años, pero también generando la desaparición de algunos negocios que no logran adaptarse.
El gran reto de la educación en nuestro país en cuanto a la enseñanza digital es entender que no es solamente poner plataformas y dispositivos tecnológicos en manos de los estudiantes, porque de hecho ya existen plataformas de Open Source que sirven para esto, sino analizar y dar respuesta a esas nuevas brechas que esta acción ocasiona como de interacción, usabilidad y de ser amigable.
Cuando se colocan de manera cruda una de estas plataformas en las manos del estudiante, se genera una nueva brecha de soporte, porque no sabe cómo usar la interfaz y requiere ayuda. Esto sumado a que el mismo estudiante, siendo nativo digital, puede necesitar soporte.
Otro factor por observar es que los padres y profesores no tengan también inconvenientes para enfrentar la interfaz, lo cual ha sido un tema que de manera histórica las autoridades de educación no le han prestado atención.
Generalmente, esto lo resuelven contratando una firma en el extranjero, pero cuando se acaban los recursos no hay nadie local que pueda actualizar la ruta de conocimiento creada ni manejar el sistema, dejando entonces todo ‘en el aire’ y provocando la pérdida de inversión, situación que surge a raíz de que no se construyen capacidades locales para transformar los contenidos que se necesitan, en especial para esta generación que exige experiencias más interactivas digitales, al ser consumidores de plataformas lúdicas donde tienen alta interacción y colaboración en línea.
Son muchas de estas herramientas y plataformas -como los videojuegos, que están contribuyendo hoy a la construcción de capacidades de estos jóvenes, abarcando los mismos procesos de identificación de un objetivo y planificación de recursos para lograr el cometido, porque en las escuelas estas no se enseñan.
Esto implica que un gran porcentaje de jóvenes se encuentren tal vez en una posición de ventaja frente sus maestros. Y aunque estos no sean la mayoría, quienes no lo están igual necesitan contar con contenidos digitales que les ayude en esta construcción de capacidades del Siglo 21.
Proponemos invertir en los profesionales de producción de contenido de nuestro país, para que estos bajo una guianza en términos de pedagogía, puedan crear y adaptar los contenidos que se necesitan, destacando que no hay necesidad de contratar expertos internacionales cuando contamos con mano de obra local para ello.
Es necesario reconocer que los contenidos para la educación están desfasados y que las plataformas no son suficientes hasta que no se le aplique una capa de experiencia de usuario, pues de no hacerlo podemos repetir el mismo error del cual nos quejamos de las autoridades anteriores.
Multicapilaridad de realidades en República Dominicana
Uno de los aspectos que no se debe dejar de lado es la comprensión de que nuestro país cuenta con una brecha real económica que se manifiesta en multicapilaridad de realidades.
Ejemplo de esto es que el hecho de que un maestro trabaje en uno de los mejores colegios del país no asegura que él gane lo suficiente como para tener los elementos y condiciones necesarias para dar clases de manera remota a este público.
Hay que crear una estrategia para la multicapilaridad de realidades que tiene nuestro país.
No podemos pensar desde una sola óptica o modelo, hay que hablar de quienes tienen acceso a internet, pero también de quienes no lo tienen y de aquellos que aun en el siglo 21 están sufriendo de la brecha digital.
Por tanto, antes de emitir un mandato de inicio inmediato del año escolar, lo recomendable es tomar este tiempo para prepararse de manera adecuada con un plan estratégico que asuma las distintas realidades económicas y sociales del país, partiendo también de que, al momento de cerrar una brecha, como la digital, surgirán otras como:
- brecha de acceso,
- regulatoria,
- a nivel de experiencia de usuario
- y de ciberseguridad.
Necesitamos adaptarnos a las competencias actuales y que los estudiantes puedan antes educarse frente a esto, lo cual se puede lograr de manera paulatina y trabajando por capas.
Las autoridades tienen un gran reto a nivel de transversalización digital no solo en la educación, porque deben entender que se debe ir paso a paso para poder construir capacidades y tener conocimiento suficiente que contribuya a armar la solución que incluya las múltiples realidades de nuestro país.
Los recursos públicos deben también ser destinados a generar recursos educativos que sean estándar y democratizados, con el fin de ayudar a la población en general y que nadie se quede sin educación.
El contenido educativo dominicano no puede mantenerse como papiros que solo lo manejan algunos sectores, tiene que democratizarse a través de la incorporación de productores de contenido digital.
No es solo invertir en el hardware o equipo, sino también en la construcción de capacidades, para que esos gestores produzcan contenidos de enseñanza de nuestro país y hasta puedan convertirse en educadores digitales nuestros y del mundo; lo cual también contribuiría a insertar nuevas personas en la economía digital, encaminándonos hacia el país que queremos desarrollar, donde todos tengamos oportunidades.
En cuanto a la medida gubernamental de lograr que cada niño en nuestro país tenga una Tablet, hay que evitar que ante esto se origine una nueva amenaza por un posible mercado de venta de estos dispositivos.
Una excelente propuesta es bajar los aranceles a las mismas, de forma tal que cualquiera pueda obtener una y no nazca la necesidad de venderlas.
Resumiendo, algunas de las ideas planteadas aquí, no podemos aplicar fórmulas viejas a problemas nuevos, tenemos que aprovechar la gran densidad tecnológica que tenemos como país e implementar planes con estrategias y políticas que vayan acorde a nuestras realidades y al contexto actual que estamos viviendo.
No frenemos la digitalización a esta generación con paradigmas viejos. La población debe enfrentar con la mejor disposición los desafíos de hoy.
Arturo López Valerio.