Acostumbrado a las luchas fratricidas en el PRD, que terminaron suscitando una suerte de fatalismo demencial que muchos de los críticos de la izquierda de entonces entendían como un “karma”, algo que tenían que pagar “los blancos” por no haber honrado la memoria de tantos hombres y mujeres que habían abonado con su sangre el camino hacia el poder del Partido Revolucionario Dominicano.
Y todo por traicionar al partido del “jacho prendió”, asumiendo políticas conservadoras y de alianza con quienes habían masacrado a este pueblo en los oscuros doce años, por haberse olvidado de quienes lo dieron todo por “el Buey que más jala”, como se le conocía en aquel entonces al partido de la esperanza nacional
Fue como una maldición que, con furia infernal, se entronizó y les cobró a todos su olvido, terminando el PRD esa parte de su historia con el suicidio de un presidente en ejercicio, otro expiando sus errores en la cárcel y los que no pudieron llegar, devorados, corroídos por el cáncer con apenas un poco más de 60 años, como Jacobo Majluta y mi padre, la única víctima verdadera de los desaciertos y ambición de los demás.
Creí que solo vería en el PRD estas cosas. Jamás se me ocurrió que esto pasaría en el PLD, una organización que por formación y disciplina se presentó como un proyecto “diferente”, que, si bien no tenía los méritos del “glorioso”, era un partido construido organizado a la hechura de Bosch, con mando centralizado.
Cuando Leonel entregó el poder a Danilo en el 2012, donde él hizo el mayor esfuerzo para ganar las elecciones, se sabía de las diferencias entre ellos desde 2008, ya que Danilo había decidido disputarle la candidatura Presidencial a Leonel. Muchos creímos inocentemente que Leonel había pagado su deuda con Danilo y que este diferendo llegaba a su fin. ¡Qué equivocados estábamos quienes así pensamos!
Nunca nos imaginamos que lo primero de lo que se le acusaría es de haber dejado las arcas del gobierno vacías, a sabiendas que si un pecado cometió Leonel fue ampliar las obras para fortalecer la imagen del gobierno para ayudar a Danilo a ganar las elecciones. Después llegaron las declaraciones de los 12 años ministro en sus 3 gestiones y hoy presidente de facto del PLD, de que Leonel era culpable del mayor déficit fiscal. ¡Un acto innoble de su parte!
Desde el Palacio apoyaron las campañas contra el que los había llevado ahí, sus “bocinas”, en acuerdo con críticos de la sociedad civil de entonces, desplegaron acciones para desprestigiar al líder de los morados. Auspiciaron las protestas contra él en todos lados, algo que debió entristecer a alguien acostumbrado siempre al respeto y al cariño de la gente. Esa política apadrinada desde la cúpula palaciega inició los llamados “juicios populares”, acusándolo de todo para sepultar su carrera y su popularidad, para darle paso a la repostulación del actual presidente.
Lo aplastaron dentro del partido. Llevaron al Comité Político (CP) a sus acólitos, muchos de ellos sin mérito alguno; iniciaron la persecución contra los propios dirigentes y ex funcionarios que habían sido claves en la victoria del 2012, poniendo uno al frente de la organización y otro al frente de la búsqueda de los recursos para garantizarles el triunfo. ¡Qué paradojas del destino!
Pero no contentos con todo lo sucedido, tratando de terminar de dañar la imagen internacional de Leonel, le trajeron a un confeso narcotraficante para que le acusara sin prueba material alguna.
Pusieron a los miembros del CP a que le faltaran el respeto a su presidente en Juan Dolio, persiguieron a todos los colaboradores económicos para cercarlo, hasta obligarlo a que le cediera a Danilo su derecho a repostularse. Como quien esto escribe fue intermediario principal del acuerdo del 2015, puedo asegurar que todo cuanto se hizo contra Leonel era innecesario. Él sabía de los buenos números que tenía Danilo y si con respeto y consideración le hubieran hablado sus compañeros del CP, él hubiera pospuesto su legítima aspiración para el 2020.
Pero cómo tampoco en el fondo se querían comprometer para lo del cuatrienio venidero, después de lograda la reelección de Danilo en el 2016, esto en vez de amainar ahí fue que se radicalizó, porque creyeron que podían hacer pasar nueva vez otra postulación presidencial. Pero esta vez los cálculos no se les dieron y desde el Norte se les puso un freno decisivo a sus irrefrenables ambiciones.
Cuando vieron que no pudieron doblegar la voluntad de los legisladores y que el proyecto de reforma constitucional no pasaría, trazaron “la raya de Pizarro”, decidieron que a Leonel le cobrarían cara la afrenta de haberlos enfrentado y vencido pese a contar con todo el poder y el dinero.
Decidieron que le ganarían a Leonel las primarias, haciéndose aprobar una Ley de Partidos hecha a su imagen y beneficio; presionaron a la militancia y gastaron una millonada en recursos para impedir que el León de Villa Juana ganara la contienda interna. Cuando se dieron cuenta que como quiera ganaría Leonel, por lo que decidieron hacer uso de los mecanismos más antidemocráticos, de unos que creíamos ya superados. Nada los detuvo, reapareció el fantasma del fraude e igual que en el 90 y en el 94, torcieron momentáneamente la voluntad popular.
Barrieron con todo lo que olía a Leonel en el gobierno y persiguieron a sus potenciales colaboradores económicos, a través de los medios persuasivos de la revisión fiscal, ¿Su objetivo? ¡Ganarle y quebrarle para, sin recursos, humillarle!
El colmo del irrespeto y de esa actitud pérfida fue colocar a su esposa como candidata vicepresidencial, ¡compañera de quien le escamoteó el triunfo! Por supuesto, ese acto hablar peor de ella, que lo aceptó, que de quienes se lo propusieron.
Todos los días esa cúpula palaciega lo persigue, ahora no cejan en su intento de impedir que Leonel clasifique y pase a la segunda vuelta electoral. En este momento estoy más que convencido de que todo lo que tengan que hacer, lo harán contra Leonel; tal vez ellos crean que, al igual que el pasado, un presidente amigo creyó que tal vez le iría mejor con el contrario que con uno de su partido, pero… ¡hubo de terminar en la cárcel y aporreado por sus propios compañeros!
Leonel tiene una extraordinaria capacidad de aguantar golpes, los soporta con estoicidad, aunque sé, porque lo conozco, que le duele en el alma encontrarse a sus 67 años en una situación que ni un a enemigo se les desea. Pero ese es Leonel, impasible y prudente, un líder que demuestra su resiliencia proverbial y saca fuerzas cada día para, con garras, construir el camino seguro.
El final ya está preparado. Leonel, con el apoyo de todos nosotros, resistirá los embates de las batallas que nos quedan por venir. De él sabemos que le ocurre lo que citaba el gran filósofo alemán Friedrich Nietzsche: “Lo que no me mata, me hace más fuerte.”
Autor: José Francisco Peña Guaba