Por: Amaury Perez Vidal
“Sigo componiendo canciones. Este año que termina escribí diez o doce para mi próximo disco de temas inéditos”.
El martes 17 de noviembre, a las 10 de la noche, Amaury Pérez cantará en México. Lo hará en el Festival TrovAbierta, de Querétaro, que este año estará dedicado a la memoria de Pablo Milanés, fallecido en 2022.
Lo anterior no pasaría de ser un simple anuncio si las presentaciones en Cuba de este cantautor, a mi juicio entre los mejores letristas que ha dado el país, no fueran, ante su público natural, cada vez más esporádicas.
Amaury es recordado por alrededor de treinta fonogramas, básicamente con números de su autoría, donde han ido a parar canciones incorporadas, con todo derecho, al acervo cultural cubano. De esa amplísima discografía, que comenzó en 1972 con el sencillo Cuando miro tus ojos, a partir de un poema de Fayad Jamís, me vienen a la mente, sin mucho esfuerzo, títulos como Acuérdate de abril (1976), Martí en Amaury (1978), Aguas (1979), Abecedario (1982), Mitades (1985), Encuentros (1993), Sólo en septiembre (2000) y Algo en común (2001). Su LP más reciente es Pas de deux (2021).
De un tiempo a esta parte, el trovador —supongo que sigue considerándose como tal— ha devenido novelista. El infinito rumor del agua (2007) y Diez meses y veintinueve días (2008), ambas publicadas en La Habana, dan fe de ello.
Durante toda su carrera, Amaury ha sido polémico de maneras diversas. Al inicio, porque su estética heterodoxa, sobre todo en cuanto a proyección escénica, no encajaba en los cánones de la Nueva Trova; luego, porque la extrema polarización política que vivimos sus conciudadanos lo ha colocado en una de las puntas del espectro. Cuando pasen los años no va a importar si nuestro entrevistado era amigo de Fidel o no. Ahí estarán sus canciones para hablarnos de un tiempo en que fuimos jóvenes y arrebatadamente líricos.
El anuncio de tu próxima actuación en México nos recordó que llevas mucho tiempo sin cantar públicamente en Cuba. ¿A qué se debe?
Sí he cantado en Cuba en los últimos años con frecuencia, invitado por algún colega, pero conciertos míos, no, no ha habido.
El primero de ellos fue en junio de 1976 en la Sala Hubert de Blanck, dirigido artísticamente por Marta Valdés, y el último, en el teatro Karl Marx, en diciembre de 1997. Como ves, son veintiún años sin dejar de ofrecer conciertos en La Habana y en provincias.
Y veintiséis sin volver a hacerlo…
Siempre sentí la necesidad de cantar en escenarios, pero esa vocación era la consecuencia de contar con una promoción continua de mis canciones por la radio y la televisión. Cuando se fue apagando esa promoción, es normal, perdí el entusiasmo.
Además, muchos de los que trabajaban conmigo en la producción, el sonido, las escenografías y hasta mis músicos acompañantes, emigraron, y el desaliento me colmó. Desistí del empeño porque acostumbré a mi auditorio a un tipo de espectáculo que ya me era imposible garantizarles. Hago conciertos en algunos países, pero cada vez acepto menos invitaciones. El Trova Abierta es una excepción.
Félix Pita Rodríguez me dijo en una ocasión que escribir poesía a los 15 años carece de mérito, pues a esa edad todos somos poetas, que lo verdaderamente heroico es seguirlo haciendo a los 70. En diciembre arribarás a la séptima década de vida. ¿Qué crees de esta afirmación?
No me agradan esas afirmaciones rotundas, y menos cuando de arte se trata. Nicolás Guillén me dijo una vez (yo tenía 16 años) que el que no la hace a los 20, ya no la hace nunca, y tampoco estuve de acuerdo. A los 15 años se puede escribir de manera horrible o prodigiosa; y a los 70, lo mismo. Con idéntico impulso y hasta el mismo aliento, si uno está francamente motivado, la edad es apenas un vahído del alma y no determina. Claro, ellos eran poetas graves, y yo un tipo que hace canciones con aliento poético: no es lo mismo.
Fina García Marruz se refería a la frecuentación de la poesía como visitaciones. Aquí entendemos la poesía como creación, más allá del género o disciplina artística. ¿Te siguen “asaltando” música y letra como en tus años juveniles o suples con técnica la posible carencia de los impulsos líricos?
La inspiración, en mi caso, permanece. Con el devenir uno se vuelve exigente, perfeccionista, maniático, y aparecen las inconformidades estilísticas y la reiteración de melodías inacabadas. Se sufre un poco más, pero las visitaciones no terminan, solo es cuestión de acomodarlas.
¿Continúas componiendo? ¿La literatura desplazó a la música en ti como acto creativo?
Sigo componiendo canciones. Este año que termina escribí diez o doce para mi próximo disco de temas inéditos. Por supuesto que no espero, ni sueño, con éxitos tardíos, porque no me aferro a espejismos adolescentes. Disfruto escribiéndolas y grabándolas.
La literatura es otra parte de mí. Acabo de finalizar una tercera novela llamada La delicada ecología del delirio. Sigo escribiendo crónicas, relatos breves y sonetos.
Durante tu carrera has musicalizado textos de poetas. Ahora recuerdo tu trabajo con escritores como Cortázar, Benedetti, Guillén, Fayad. ¿Lo sigues haciendo? ¿Sería posible que todas esas obras fueran a dar a un disco que —estoy improvisando— podría llamarse En el principio fue el verbo?
Lo hago, es un ejercicio al que no quiero renunciar, entre otros motivos porque soy un furibundo lector de poesía. No creo que me alcance el tiempo para incluirlas a todas en un disco. Sería ideal.
Tu disco con textos de José Martí, arreglos de Mike Porcel y el apoyo de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, es considerado por muchos como una de las joyas de la música cubana. Son notables, en nuestra lengua, las obras de Paco Ibáñez, Serrat y Pablo que toman como base textos producidos por grandes poetas. ¿Cuál es la mayor dificultad para convertir un poema en canción? Muchas veces —no es el caso de los autores citados— la música va por un lado y el texto por otro. ¿Cómo se maridan felizmente?
Cuando musicalizo un poema, el misterio está en encontrar la música que esconden los versos. Soy un convencido de que cada uno tiene un sonido especial y único. Como poseen su música propia, la resonancia cambia al juntarlos, se reasenta de oración en oración, y cuando vienes a percatarte, terminaste la estrofa, ebria de agradecidas solfas y corcheas.
Describe someramente tu relación, a nivel de lector, con la poesía. ¿Tienes una definición propia de esa sustancia elusiva o acoges alguna de otro autor que piensas se acerca a describir lo indescriptible?
La poesía es tan grande que palpita fecunda entre horrores y placeres. Intentar definirla es dejar de habitarla. Es como morir, aunque debemos reconocer que en la muerte la poesía a veces renace, inabarcable, silenciosa.
Te han cantado artistas internacionales de la talla de Mercedes Sosa, Ana Belén, Tania Libertad, Guadalupe Pineda y Nacha Guevara, entre otros. También, del patio, Omara y Sara, por sólo citar dos grandes de nuestro nutrido catálogo. ¿Cómo es sentirse interpretado por otros? ¿Te produce extrañeza escuchar tus obras en otras voces?
La única manera que tienen las canciones de trascender es cuando otros intérpretes las hacen suyas. Tengo el privilegio de que me hayan grabado muchos temas, y cada versión que escucho, sobre todo las más atrevidas armónica y rítmicamente, me fascinan, y vivo agradeciendo a todos y todas por dedicarme ese pedazo de color en sus gargantas.
¿Cuáles son tus tres LP que no deberían perderse nuestros lectores? Sin orden jerárquico, ¿cuáles serían las diez canciones que te representan mejor? No me refiero a las más populares, sino a las que, a tu juicio, resultan las más conseguidas, lo que no excluye que hayan caminado con fortuna en el gusto de los oyentes y la crítica.
Casi no escucho mis discos después de terminados, no me tomo demasiado en serio por lo que me es imposible clasificarlos, igual me ocurre con las canciones. Temo correr el riesgo de que lo que me complazca hoy pueda no hacerlo mañana y viceversa.
¿Eres famoso en Cuba? ¿Lo fuiste alguna vez?
Nunca fui famoso, raro término ese, tuve épocas en que fui muy conocido y hasta controversial, pero la celebridad no es sustancia y sí, hojarasca. Con los años, asumí que ser querido, al menos por unos cuantos, es suficiente, y me he sentido querido. Eso es lo importante. A todos de alguna manera nos alcanzará el olvido, por mucho que aspiremos a la permanencia eterna.
¿Tienes una idea clara de la composición actual de tu público? ¿Te escuchan los jóvenes?
No tengo idea de quien me oye. El término joven está francamente sobrestimado: «Los jóvenes no son solo una época, sino todas las épocas», dice Dulce María Loynaz, y lleva razón. Imagino que alguien, de cualquier edad, se encuentre con una canción mía, así, al descuido, le apasione y se asome a otra, sería una bendición. Estadísticas no llevo, y vivo el día a día. Nunca me ha interesado saber. Escribir canciones es lo mío, los que las escuchan no me pertenecen.
¿Habrá nueva temporada de Con dos que se quieran o es un proyecto definitivamente cerrado?
Diez años de mi vida se los dediqué a las tres temporadas de Con 2 que se quieran. Intenté filmar la cuarta, y recibí un “no hay presupuesto” por respuesta. Esas negativas absolutas e irresponsables ni se debaten; perder el tiempo discutiendo proyectos artísticos con ignorantes es perder doblemente el tiempo.