Por Néstor Estévez.
Para muchos, el Noroeste de República Dominicana ha sido una zona históricamente olvidada y marginada. Lo real es que la zona cuenta con grandes y muy diversos potenciales tanto para su desarrollo como para aportar al avance del país.
Con una breve revisión a nuestra historia encontraremos que, perdida la soberanía en 1861, aunque se contó con muchas manifestaciones de protesta y diversos esfuerzos para recuperarla, fue el proyecto armado por el general Santiago Rodríguez el único que logró el cometido.
Aquel coronel de la independencia, instalado a orillas del Yaguajay, luego del incendio de Dajabón, no solo agregó valor a aquel caserío, sino que desde ahí articuló la Restauración de la Independencia de República Dominicana. A ese proyecto se sumó Gregorio Luperón, quien destacó, entre otras acciones, por combatir y vencer, en Guanuma, a Pedro Santana.
Desde Sabaneta, en el centro de la Línea Noroeste, Santiago Rodríguez lideró una de las epopeyas que mayor integración diversa y popular han logrado en toda la historia dominicana.
Cincuenta años después esta zona del país volvió a brillar. República Dominicana acababa de ser intervenida por Estados Unidos, en un proceso que había comenzado con el control de nuestras aduanas.
El 3 de julio de 1916, cuando las tropas invasoras avanzaban desde Monte Cristi, unos 80 hombres nativos de Mao, Esperanza, Laguna Salada, Guayacanes, Maizal y otras demarcaciones linieras enfrentaron con bravura a 800 estadounidenses, en otra hermosa hazaña caracterizada por integración popular. Estos noroestanos usaron colmenas para resistir la embestida de los invasores en La Barranquita, próximo a Guayacanes, en la hoy provincia Valverde.
Unos veinticinco años después, ya no con integración diversa y popular, sino con ciertas influencias, el Noroeste volvió a ser centro de atención, con gran impacto socioeconómico y consecuencias en muy diversas áreas.
Iniciando la quinta década del siglo veinte se asentaba en nuestro país la estadounidense United Fruit Company, para ese momento, la compañía agrícola más poderosa del mundo. Cuentan que las relaciones de esa empresa con el gobierno dominicano fueron estimuladas por Manuel de Moya Alonso, según refiere Euclides Gutiérrez Félix, “uno de los amigos favoritos del dictador, y quien ejercía las funciones de embajador ante el gobierno de los Estados Unidos de América”.
Narra el historiador montecristeño que la Grenada Company, como se recuerda en el Noroeste la que fue bautizada como División Berlanga, en homenaje a Fray Tomás Berlanga, religioso español que introdujo en América la siembra de plátanos y guineos, “comprendía también la construcción de un puerto de calado profundo en la Bahía de Manzanillo, que es por naturaleza propia el atracadero de naves de gran calado que mayor seguridad tiene en el escenario de la región del Caribe y Centroamérica”.
En aquella época se logró mucho más que producir y exportar guineo. De aquella etapa se heredó la edificación de modernas (para su tiempo) viviendas y edificaciones diversas en Manzanillo. La zona se convirtió en una especie de “Meca”. Allí acudían personas de diversos lugares del país. La migración provocó una extraordinaria mezcla de apellidos que conectó al poblado con cada rincón de República Dominicana y más allá.
Ahora este pueblo y la región vuelven a ser centro de atención y de esperanza. El presidente Luis Abinader ha visitado al municipio Pepillo Salcedo, nombre oficial de Manzanillo, donde reiteró que empresarios dominicanos y extranjeros están interesados en invertir.
Manzanillo, como la Línea Noroeste, cuenta con trayectoria de impacto y dinamismo económico, y también con hermosas epopeyas de integración popular. La vida nos está dando otra oportunidad, cuando el mundo también es otro, para gestionar de manera adecuada lo que tenemos y conseguir lo que queremos.
La propia pandemia Covid-19, además del dolor provocado, nos ofrece lecciones. Covid-19 nos recuerda la importancia de conseguir que el conjunto de la sociedad opere alineado para hacer frente a los grandes retos.
Revisar la historia ha de servir para diseñar, corrigiendo y adaptando experiencias, un futuro en el que impulsemos desarrollo local de cara a generar una transformación real y sostenida del territorio y de la sociedad en general.
Los verdaderos cambios implican participación activa en la construcción social. En tiempos caracterizados por competitividad basada en el conocimiento, la sinergia entre gobierno, sector privado, academia y comunidad se convierte en ingrediente imprescindible para producir cambios verdaderos y sostenibles. Ha vuelto otra oportunidad para que en el Noroeste siga vibrando el corazón de la Patria.