La familia de la premio Nobel de la Paz encarcelada en Irán, “determinada a difundir su voz”

La familia de la premio Nobel de la Paz encarcelada en Irán, “determinada a difundir su voz”

La invitación se envió a la “señora Nargès Mohammadi, prisión de Evin, Teherán”, pero el domingo será su marido Taghi Rahmani y sus hijos Ali y Kiana quienes recojan en Oslo el premio Nobel de la Paz de esta activista iraní encarcelada.

En su pequeño departamento parisino, reciben con amabilidad y naturalidad. La fama ahora internacional de Mohammadi no parece quebrantar esta familia unida y determinada a difundir la palabra de la activista de 51 años.

La premio Nobel ha dedicado su vida a la defensa de los derechos humanos en Irán, a costa de años de prisión y una desgarradora separación de su marido y de sus hijos gemelos de 17 años, que llegaron a Francia en 2015.

Ali y Kiana no han visto a su madre desde hace casi nueve años y no han escuchado su voz desde su última entrada en prisión, hace más de un año.

Taghi Rahmani, el padre, se refugió en Francia en 2012 tras años de activismo y unos tres lustros en total en prisión en Irán. Sólo pudo disfrutar de cuatro o cinco años de vida en común con su esposa.

“Desde mis cuatro años, era mi padre, o bien mi madre quien estaba en prisión. Ya nunca los vi juntos”, explica Ali.

En una estantería del modesto salón se exponen todos los premios de Nargès (Unesco, ciudad de París, Pen club).

Taghi muestra una serie de fotos: Nargès y él el día de su boda en 1999 en Qazvín (noroeste de Irán), los pasteles que comieron ese día, la familia de su esposa… y la única imagen de toda la familia reunida: él, su esposa y sus hijos.

Ali, en jeans, y Kiana, en ropa deportiva, aceptan posar para una fotografía de familia junto a su padre, que se pone la chaqueta que usará el domingo en Oslo. “¡Ponte entre nosotros, papá!”, le dicen amablemente sus hijos.

Con la misma naturalidad, Kiana, que se parece mucho a su madre, muestra el impresionante vestido negro que usará para la ceremonia: “¡Pasé una semana buscando mi conjunto!”.

Ser elegantes, lucir bien, como siempre les ha enseñado su madre. Mantenerse firmes y unidos. “Es lo que me dijo la última vez que hablé con ella, hace un año y medio, antes que volviera a prisión”, explica Ali.

El discurso de la galardonada está listo. Nargès Mohammadi consiguió hacerlo llegar a su familia desde su prisión, pero sus hijos gemelos, que lo leerán durante la prestigiosa ceremonia, todavía no lo han abierto.

“Orgullo”

“Orgullo” es una palabra que se repite en la familia Mohammadi, sin duda para no hablar de dolor o separación. “Lo importante para nosotros es difundir su voz”, dice Ali. “Este premio es de todo el pueblo iraní”, agrega.

Un prestigioso galardón que, sin embargo, causa “mucho dolor físico” a su madre, privada de comunicaciones e incluso de atención médica. “El Nobel es una afrenta al régimen iraní”, señala Ali. “La odian infinitamente”, abunda Kiana.

Pero “psicológicamente, este premio es maravilloso”, apunta Taghi, a quien sus hijos traducen al francés.

Los gemelos, cuya complicidad y unidad viene de ser los únicos de esta familia que nunca han estado separados, no creen en una rápida liberación de su madre. De hecho, piensan que el Nobel lo complicó aún más.

“La victoria no es fácil, pero es segura”, espera no obstante Ali, citando a su madre.

En su habitación de adolescente llena de peluches, maquillaje y fotos, Kiana tiene un marco rosa con una imagen de su madre con ella y su hermano.

“Olvidé el sonido de su voz, su altura, cómo luce en realidad”, dice la joven. “Acepté esta vida. Es un sufrimiento horrible vivir sin tu madre, pero no nos quejamos. Al menos, toda nuestra familia está con vida, que no es el caso de muchos iraníes”, repite.

La ceremonia del Nobel el domingo “es el acontecimiento más importante en mis 17 años de existencia”, subraya Kiana, que no piensa salirse del discurso de su madre, ni para pedir su liberación: “No es mi momento, es el de mi madre y el de todo el pueblo iraní”.

© Agence France-Presse