Ya es una escena común en Nueva York: la policía desmanteló un campamento de personas sin hogar en una acera de Manhattan el miércoles, pero ninguna accedió a realojarse en uno de los albergues de la ciudad, considerados demasiado peligrosos.
Con abucheos de activistas antidesalojo de fondo y en medio de un imponente dispositivo policial, empleados de servicios de limpieza desmantelaron las carpas azules y tiraron montones de ropa, mantas y desechos a un contenedor de basura.
La policía arrestó a varios activistas y a un vagabundo que se negaron a desalojar, después de horas de negociaciones en las que se les ofreció a los ocupantes levantar el campamento y conservar sus carpas.
Este tipo de operaciones se ha multiplicado desde que Eric Adams, el nuevo alcalde demócrata, prometió en marzo despejar el metro de las miles de personas sin hogar que encuentran refugio allí y acabar con los campamentos en espacios públicos, con la promesa de realojamientos dignos.
Es una política que Adams justifica con el argumento de querer reactivar la ciudad tras la pandemia de la covid-19, pero que sectores de la izquierda denuncian.
“Desperdiciar recursos en una operación como esta, claramente exagerada, en un momento en que se reducen los presupuestos para vivienda social, es inaceptable”, dijo la concejala demócrata Carlina Rivera.
Resultados agridulces
Debajo de los andamios que protegen precariamente el campamento de la lluvia, Kevin, un afroamericano de 66 años que no quiso dar su apellido, dice que rechazó rotundamente una plaza en uno de los albergues de la ciudad, ya que allí fue víctima de robo.
“No le aconsejaría a nadie que vaya a un albergue. Es peligroso”, dijo.
“Queremos departamentos, queremos casas, no plazas en hostales”, dice una de sus compañeras, Cynthia.
La pobreza es visible en este barrio del bajo Manhattan llamado Alphabet City, especialmente en un parque público cercano, donde la gente sin recursos va y viene.
Las personas sin hogar eligieron un sitio ubicado justo frente a una parroquia luterana que reparte comidas gratis.
Su párroco, el reverendo William Kroeze, nota que “desde el covid, sobre todo los primeros meses, ha habido mucha más gente viviendo en la calle, y la cola (para las comidas) ha ido creciendo día tras día. Siempre es muy larga”.
El propio Adams admitió que los primeros resultados de las operaciones fueron mixtos, pues solo cinco personas sin hogar entre los casi 250 campamentos aceptaron ir a un albergue, según sus cifras.
Abogó por una política a largo plazo, asegurando que “más de 300” habitantes de la calle solicitaron ayuda en el metro, donde las operaciones comenzaron antes.