AFP.- La temporada futbolera en Brasil volvió a empezar con la presencia restringida de un dorsal: la camisa 24, a la que clubes y futbolistas rehuyen debido a una antigua y controvertida asociación entre ese número y la homosexualidad.
“Existe un tabú y es loco pensar eso, porque es un número como cualquier otro, pero los futbolistas prefieren usar otro porque no quieren que su masculinidad sea cuestionada”, dice a la AFP Bernardo Gonzales, activista y jugador del equipo transmasculino de futsal Sport Club T Mosqueteiros de Sao Paulo.
El estigma es de vieja data y trasciende a la vida cotidiana en Brasil, un país donde la homofobia es delito desde mediados de 2019, pero que a diario registra agresiones a homosexuales y transexuales.
Algunos hombres evitan sentarse en la silla 24 de los buses o del teatro, vivir en el apartamento 24 o dicen que tienen 23+1 años cuando cumplen 24, cuenta Gonzales.
El desdoro se debe al “Jogo do bicho”, un juego ilegal de apuestas surgido en 1892 en el que el venado representa ese número.
En la cultura popular, ese animal, una especie con comportamientos homosexuales, es sinónimo de fragilidad o delicadeza, explica el sociólogo Rodrigo Monteiro, de la Universidad Federal Fluminense.
Y en el fútbol, tantas veces considerado reflejo de la sociedad, se tornó en un número evitado.
“Yo no soy homófobo, pero el 24, ¡nunca!”, sostiene un hincha del Palmeiras sentado en la acera de un bar paulista.
– “El 24, aquí no” –
Hasta el 3 de febrero, sólo en cuatro de los veinte equipos de la Serie A hubo un jugador con la casaca 24, según un conteo realizado por la AFP. Para entonces, se habían jugado varios partidos de los campeonatos estatales, disputados antes del inicio liguero.
Tres de los cuatro atletas son juveniles: el lateral Arthur, del América Mineiro; Anthoni, tercer arquero del Internacional, y Kevin Malthus, volante del Santos.
“Me parece importante que ese número se incluya en todos los clubes. Es apenas un número y crearon un prejuicio homofóbico alrededor de él. Grandes deportistas usaron la camisa 24, como [el basquetbolista estadounidense] Kobe Bryant”, dijo Malthus al portal UOL en enero.
El futbolista de más peso en vestir esa camiseta actualmente es el internacional colombiano Víctor Cantillo, del Corinthians, quien la usaba en su anterior club, Junior de Barranquilla.
A su llegada al ‘Timão’, en enero de 2020, el entonces director de Fútbol, Duílio Monteiro Alves, bromeó: “El 24, aquí no”. El directivo después se disculpó y el volante conservó el dorsal.
Entonces, Bahia, actualmente en segunda división, lanzó la campaña “Número de respeto”, en la que varios jugadores, como el delantero estrella del Flamengo, Gabigol, se enfundaron el 24 en un cotejo.
Pero el rótulo persiste.
La ONG Grupo Arco-Íris, que lucha por los derechos LGBTI, denunció al Flamengo por no inscribir el 24 en el plantel que disputó el torneo sub-20 “Copinha” en Sao Paulo en enero pasado.
El ‘Fla’ afirmó que los jugadores decidieron qué dorsales usar y la causa fue archivada, según el procurador, ante la dificultad de demostrar que la ausencia estaba motivada por “razones discriminatorias”.
En esa competición, el lateral Jurandir (América Mineiro), con el 24 a la espalda, fue objeto de cánticos homófobos.
– “Símbolo de resistencia” –
“Por más que haya habido cuestionamientos, fuertes movimientos institucionales o de organizaciones civiles, no ha sido posible detener la asociación homofóbica”, sostiene Monteiro. “No logran deshacer esa base de la cultura masculina en la que se fundamenta el fútbol”.
Cara visible del balompié brasileño, la ‘Seleção’ ha estado más blindada frente a esta controversia debido a que los torneos oficiales suelen ordenar una numeración secuencial hasta llegar al máximo de jugadores permitidos (23).
Cuando se permite registrar más deportistas, como en la Libertadores o Sudamericana, aquel dígito “vedado” es asumido por el tercer portero o un extranjero.
En la Copa América Brasil-2021 la polémica llegó a la ‘Canarinha’.
La competición permitió convocar hasta 28 deportistas debido al covid-19 y todas las selecciones inscribieron a un futbolista con el 24… excepto los locales.
Arco-Íris lo consideró una “actitud homofóbica” y llevó el caso a los tribunales, que pidieron explicaciones a la Confederación Brasileña de Fútbol.
En su respuesta, la entidad afirmó que se trató de un asunto “deportivo” y la causa fue archivada.
El número en cambio es indiferente en el fútbol femenino y muy solicitado en los equipos LGBTI. Es un “símbolo de resistencia” y “reafirmación”, afirma Gonzales, con la 24 en la espalda.