AFP.- Dos días después de la erupción del volcán Nyiragongoen, Hadidja Dusengimana sintió un fuerte temblor y escuchó “el sonido como de una mina”: una grieta atraviesa ahora desde el patio de su casa hasta el salón, donde la luz del día se ve entre las fisuras de las paredes agrietadas.
Fue en plena noche. “Dormíamos y la casa comenzó a temblar, entonces hizo como ‘bubububú'”, comenta esta vecina del barrio de Rurembo, en la localidad ruandesa de Gisenyi, en tanto imitaba un golpeteo. “Entonces escuché un ¡bum!. Corrimos todos hacia fuera de la casa y vimos los daños provocados”.
Gisenyi, situada junto a la frontera con la República Democrática del Congo (RDC), se encuentra a unos 20 km en línea recta del volcán Nyiragongo, que entró en erupción el 22 de mayo. Después siguieron las réplicas.
“Entonces me dije ‘¿qué debo hacer ahora?’ Llamé a mis hijos: ‘¿Dónde están?’ (…) Los niños respondieron: ‘Estoy aquí, estoy aquí’…”, prosiguió esta campesina, madre de ocho vástagos.
Las incesantes réplicas dañaron casas, provocaron grietas en las calles y destrozaron las tuberías de suministro de agua durante días. Algunos comercios y bancos cerraron, el hospital, siniestrado, tuvo que ser mudado a otra parte.
De acuerdo a la municipalidad, unas 1.800 viviendas se vieron afectadas, de las cuales 339 por completo destruidas.
Esta ciudad, ubicada a orillas del lago Kivu, también recibió un flujo de miles de personas que llegaron desde Goma (RDC) buscando refugio. Aunque algunos han regresado a sus hogares, aquellos que no quisieron o no pudieron hacerlo el sábado fueron trasladados a otra localidad, en Busasamana.
- Pollos, cerdos, mosquitos –
Desde la casa de Hadidja Dusengimana, se puede ver la RDC. La frontera se encuentra a solamente unos centenares de metros de distancia.
Hace una semana que la familia duerme al raso en el patio de la casa, entre pollos y un cerdo. “Vamos a venderla porque no podemos vivir de esta manera, con él (el volcán)”, explica.
“Organizamos el patio de manera que todos pudieran dormir. De mañana, encendemos un fuego. Por la noche, sacamos los colchones para dormir. Pero nos devoran los mosquitos”, dice esta cuarentona, mostrando su rostro repelto de picaduras.
Una vecina, que no quiso identificarse, confiesa que ha “perdido el apetito”: “Tenemos demasiados problemas con nuestras casas. No podemos repararlas”.
Los habitantes de la región no habían sufrido algo similar desde la anterior erupción del Nyiragongo, en 2002, que provocó la muerte de más de un centenar de personas en la RDC, y cubrió de lava casi toda la parte este de Goma.
“Aquí no tuvimos nada, ningún terremoto”, explica Kabaya Seratiyeri, a sus 80 años. “Allí fue tan potente que nos asustó”, confiesa este anciano, con su sombrero raído y la mascarilla anti-covid de la marca Nike.
- “Dios nos ayudará” –
Todos ellos vieron a las autoridades locales ayudando a los refugiados congoleños que llegaron a Gisenyi.
“Acepté mi situación. Los congoleños llegan y cuentan con ayuda. Si ellos reciben ayuda, también deberíamos recibirla nosotros. Sino, Dios nos ayudará”, afirmó Hadidja Dusengimana.
“Estamos solicitando ayuda, nuestros hijos están sufriendo”, implora su vecina: “Vinieron el lunes para constatar los daños y registrarnos, pero no supimos nada más desde entonces”.
En cuanto a la municipalidad, afirma haberse dedicado a las prioridades en la emergencia.
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