Unos 4.000 indígenas Warao procedentes del delta del río Orinoco, norte de Venezuela, viven actualmente en Brasil, expuestos a un alto riesgo de contagio y padecimiento del coronavirus, según informa el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados(ACNUR). Por lo menos cinco personas de esta etnia ya han fallecido hasta el momento y los contagiados ascienden a más de una treintena, aunque la propia ACNUR asume la dificultad para llevar un recuento de los casos.
“Los datos precisos de muertes e infecciones de coronavirus entre la población indígena venezolana en Brasil no están disponibles, considerando que la metodología de registro de casos de coronavirus del Sistema Único de Salud (SUS) no desagrega datos a nivel de grupos indígenas específicos”, explica en entrevista para RT Felipe Irnaldo, responsable de información pública de ACNUR. Irnaldo, además, añade que “también hay grupos de refugiados indígenas en estados donde ACNUR no está presente”.
El hacinamiento o la falta de higiene coloca en riesgo a las comunidades indígenas desplazadas
Entre los indígenas Warao que viven desplazados en Brasil, uno de los primeros contagiados fue un bebé de cuatro meses. Había atravesado la selva amazónica cuando todavía estaba en la barriga de su madre embaraza, quien cruzó la frontera Venezuela-Brasil acompañada de otros cinco hijos y su pareja. Llegaron a Manaos en octubre y vivían en un albergue con otros 534 refugiados. El contagio de varios casos dentro de este albergue puso de relieve a principios de abril las precarias condiciones de higiene y alimentación en las que vivían estos indígenas, que habían abandonado sus hogares huyendo del hambre y la inseguridad derivada de la crisis venezolana.
“Estábamos todos durmiendo en una habitación pequeña, y no había suficiente agua para permitir el lavado frecuente de manos”, relata Yesmari Zapata a ACNUR. Cuando saltó la voz de alarma de los contagios, el ayuntamiento de Manaos trasladó a los indígenas Warao a otras instalaciones que Irnaldo describe como “espacios seguros”. “Se les entregan kits de higiene, alimentación tres veces al día y sesiones informativas sobre covid-19”, explica. Zapata reconoce que las condiciones del nuevo albergue son mejores que las del precedente: “También ayuda que aquí proporcionen el almuerzo y la cena, porque de esa manera muchos de nosotros no tenemos que salir para tratar dejuntar dinero para comprar comida”.
Para muchos Warao salir a la calle a pedir dinero se había convertido en los últimos años en la única alternativa para alimentar a sus familias. Esta actividad “no solo les expone al riesgo de contagio sino también a la estigmatización y discriminación por el hecho de no respetar el confinamiento y las medidas de distanciamiento físico”, explica ACNUR en el sumario de actualización de la situación de los indígenas desplazados de este 19 de mayo.
La ausencia de alimentación garantizada que les proteja de este riesgo, sumado a las precarias condiciones de higiene y de habitación en la que se encontraban algunos albergues, motivó la intervención del Ministerio Público Federal de los estados de Amazonas y Pará, que exigieron que tanto las autoridades municipales como ACNUR tomasen medidas urgentes para atender las necesidades básicas de la población Warao.
La mayoría de miembros de la etnia Warao están en la región próxima a la frontera con Venezuela, que coincide con los estados de la Amazonia donde los servicios de salud pública del SUS enfrentan una situación de colapso. Belén es la segunda ciudad con mayor población de indígenas Warao después de Manaos.
La vulnerabilidad inmunológica de los indígenas migrantes frente al covid-19
Brasil es hoy en día el segundo país del mundo más afectado por el coronavirus y los indígenas Warao son una de las poblaciones más vulnerables frente a esta amenaza. Se encuentran fuera de sus territorios, desprovistos de sus formas de vida y completamente dependientes de la asistencia social de los gobiernos, de ACNUR y de otras asociaciones. “La principal vulnerabilidad que ellos tienen frente a la pandemia está relacionada con su histórico de baja inmunidad debido a los desafíos nutricionales que han enfrentado a lo largo del desplazamiento, que se inició en su país de origen y que continúa en Brasil como estrategia de supervivencia”, detalla Irnaldo, quien subraya también la dificultad de los Warao para lidiar con la barrera cultural y lingüística.
Debido a que muchos de estos indígenas no hablan portugués y pocos de ellos dominan el español, ACNUR elaboró un folleto con informaciones sobre el covid-19 disponible en portugués, español, warao y eñepa. Esta última es otra lengua ancestral caribeña hablada por los indígenas Eñepa, el segundo grupo de indígenas venezolanos desplazados en Brasil más numeroso, al que también se suman otras tres etnias: los Kariña, Pemon y Ye’kwana.
ACNUR Brasil posee registro de “aproximadamente 4.900 indígenas venezolanos, por lo menos 3.200 de entre ellos identificados como solicitantes de refugio. Los demás optaron por otras vías de regulación como la residencia temporal”, declara Irnaldo desde ACNUR. Además, señala que la organización de la ONU orienta a los Warao, así como al resto de personas migrantes que llegan a Brasil, a solicitar el estatuto de refugiado para obtener una mejor cobertura de servicios de protección y asistencia social.
Los Warao, un pueblo exiliado de la pobreza de Venezuela
“Decidimos venir a Brasil porque nuestros hijos estaban muriendo de hambre. Ellos lloraban por el hambre. Solo comían una vez al día, por la noche. Únicamente una pequeña porción”, relató Eligio Tejerina, líder indígena Warao que se encuentra en la ciudad brasileña de Boa Vista, en una entrevista para ACNUR. La Agencia informa que la hambruna, junto con las enfermedades, la violencia o las amenazas para la explotación de los recursos en los lugares donde residían estos pueblos ancestrales, son algunos de los motivos por los que decidieron abandonar sus residencias y desplazarse a Brasil.
Este flujo migratorio comenzó en 2014, cuando miles de miembros de este pueblo ancestral decidieron abandonar sus territorios presionados por la falta de alimentos y la situación de inseguridad derivada de la crisis política y económica que azota a Venezuela. Su precaria situación de vida se traduce en una doble amenaza frente a la crisis sanitaria provocada por la pandemia del coronavirus. Según explica Irnaldo, una parte de los Warao enfrenta dificultades para acceder a las políticas públicas de alojamiento debido a que “muchas veces ellos llegan a estados y municipios que aún no poseen una estructura adecuada de alojamiento. Para apoyar este tipo de respuesta, ACNUR publicó una nota informativa para garantizar buenas prácticas de respuesta a esta población”.
Frente a la emergencia que plantea la pandemia, ACNUR ha comenzado a observar un flujo de retorno de migrantes en algunos lugares del mundo. En Brasil, el número de retornados venezolanos todavía es bajo, de acuerdo con esta organización, que estima que menos de 1.000 personas han atravesado la fronteriza ciudad brasileña de Pacaraima para volver a Venezuela. “Los perfiles iniciales sugieren que existen venezolanos, especialmente los que no son indígenas, que están volviendo porque sus medios de subsistencia en el país de acogida se vieron alterados negativamente por la emergencia del covid-19 o porque querían reunirse con sus familias en estos tiempos difíciles”, explica Irnaldo.
De acuerdo con esta agencia de las Naciones Unidas, 4,7 millones de personas salieron de Venezuela en los últimos años en un proceso que califican de ‘emergencia humanitaria compleja’. Este movimiento ha provocado el desmembramiento de varios pueblos originarios, como los Warao, y representa el mayor éxodo de personas en la región durante la historia reciente.
Por Luna Gámez, fuente: RT