Ross Perot, el candidato independiente que sacudió la política estadounidense a comienzos de los años 90, falleció el martes en Dallas, en su Texas natal. Tenía 89 años y la familia confirmó que padecía leucemia.
Hace 27 veranos, en el de 1992, Perot hacía frotarse los ojos al «establishment» demócrata y republicano. Un tipo sin experiencia política, con una candidatura independiente, amenazaba con ganar la presidencia de EE.UU. Perot, un multimillonario popular pero a quien nadie daba opciones, encabezaba las encuestas: le apoyaban el 39% de los electores, mientras que el entonces presidente, George Bush, se quedaba con el 31% y Bill Clinton, la joven figura del partido demócrata, obtenía un 25%.
Faltaban cuatro meses para las elecciones de 1992 y Perot era una sensación improbable. Bajito, con corte de pelo militar, orejas de soplillo y voz atiplada, estaba en las antípodas de la apariencia que se esperaba para un candidato a la presidencia. Pero, en una campaña que anticipó el triunfo de Donald Trump un cuarto de siglo después, Perot fue capaz de apelar al desencanto del país con el «establishment» de ambos partidos y fue un antecedente del Tea Party, el partido antigubernamental de derechas cuya resaca aprovechó el multimillonario neoyorquino en 2016. Como Trump, Perot era millonario, popular y populista. Utilizó mensajes simples: sobre todo, culpar a la deuda pública de los males del país (Trump optó por la inmigración). Innovó en el uso de medios, con anuncios de media hora donde explicaba su programa y que se hicieron muy populares, mientras que Trump perfeccionó el uso de Twitter para estar todo el día en los medios.
Muchas posiciones ideológicas de Perot no se alinean con las que ha defendido Trump, pero ambos protagonizaron campañas rompedoras, con una gran diferencia: el texano lo hizo fuera de uno de los grandes partidos, el neoyorquino se hizo con el músculo republicano.
De forma sorprendente, en su mejor momento en las encuestas, a mediados de julio de aquel año, Perot abandonó la campaña. Primero lo justificó en que había conseguido revitalizar al partidodemócrata. Después deslizó que los republicanos habían usado «trucos sucios» con su familia, con la aparición de fotos comprometedoras de su hija.
En octubre, a un mes de las elecciones, regresó al ruedo electoral. Participó con brillantez en los debates, donde dejó en muchas ocasiones en evidencia a Bush y Clinton. Pero su entrada y salida restó entidad a su apuesta presidencial. A pesar de un resultado espectacular (19%, casi 20 millones de votos), quedó muy lejos de Bush (38%) y de Clinton (43%), a quien, de alguna manera, entregó la Casa Blanca con los votos que arrebató a su rival republicano. Cuatro años después, volvió a intentar asaltar la presidencia de EE.UU. pero su tirón ya se había agotado.
Su irrupción política se basó en una historia de éxito personal, sobre la que montó una imagen de «cowboy» imparable, empeñado en recuperar la esencia americana de libertad e idealismo. Nació en una familia humilde de Texarkana (Texas), ingresó en el ejército, pero pronto se dio cuenta de que podría progresar mucho más rápido fuera de él. Hizo fortunas inmensas con empresas de software y ganó popularidad por embarcarse en aventuras excéntricas, como volar ayuda humanitaria sobre el Norte de Vietnam para los prisioneros de guerra estadounidenses o montar comandos paramilitares para liberar presos en Irán o Líbano. Quedará para la historia como el candidato independiente más exitoso de la política moderna, solo superado por Theodore Roosevelt, que ganó en 1912 el 27% de los votos en su intento, frustrado, por recuperar la presidencia de EE.UU.
Fuente: ABC