La abstracción pictórica del artista dominicano Reyes Ocre, premonitoria y llena de grandes desafíos a la conciencia global

La abstracción pictórica del artista dominicano Reyes Ocre, premonitoria y llena de grandes desafíos a la conciencia global

Por: Abil Peralta Agüero

El artista dominicano Reyes Ocre (Nagua, provincia María Trinidad Sánchez, República Dominicana, 1976), crea y construye sus pinturas con un alto sentido poético, dramático, cargado de gestos simbólicos, y en ocasiones hierático y tenso, generado desde su íntimo ser, haciendo suya una paleta y oficio de taller que revela en la calidad y dominios técnicos del oficio, alto nivel de disciplina creativa y trabajo, técnicamente dominado por una gramática de colores transfigurados, desde donde emergen estructuras formales biomórficas, que parecen formarse en sus telas desde sus propias estaciones sobre la memoria del mar, con raíces en el estadio remoto de su subconsciente.

Un proceso creativo e intimista revelado como testimonio pictórico por el propio artista en el título de su exposición individual “Carta al subconsciente”, presentada en el año 2015 en las antiguas salas de exposiciones del Centro Cultural de las Telecomunicaciones.


Hablo de que en las pinturas del artista dominicano Reyes Ocre se da esa compleja conjunción y configuración de memoria psíquica y formas furtivas en movimiento nacidas desde el gesto, del accidente, de la mancha, de la técnica del fumage (formas en estado de apariciones); del golpe pictorial y chorreo sobre la tela, a la mejor manera de la técnica del dripping, que desarrollara y asumiera como propia Jackson Pollock (1912-1956) en la pintura moderna, en el Informalismo norteamericano, aplicándolo como estrategia y fenómeno plástico para la canalización y representación de la energía en su arte; haciendo de sus pinturas ejemplo del automatismo más poético y vital del siglo XX.

Mirando un vídeo de taller del pintor Reyes Ocre en pura acción creativa, caminando en gesto chamanístico sobre tela y colores sueltos, libres de la compulsión racional, me puse en conexión con ese universo de la libertad emocional y espiritual de la que debe estar impregnada la condición de ser de todo pintor.

Como los artistas del Expresionismo abstracto y el Informalismo norteamericano, Ocre apuesta a una reconstrucción cuasi onírica de la realidad desde diferentes puntos espaciales; aunque en concreto, en el caso del dominicano, que durante sus primeros pasos procuró aproximarse a los lenguajes del Cubismo primero, en el discurso de su obra de mayor madurez reconstruye su yo interior desde la realidad otra, la que reside y palpita en su memoria, utilizando gamas de colores cálidos y fríos conjugados con matices múltiples para crear módulos y planos espaciales libres e integrados; y tiempos múltiples vibrantes, poéticos y activos, vinculados a su memoria de origen en conexión con las aguas mansas y turbulentas que de niño y adolescente vio, sintió y jugó, incluyendo agitadas olas del mar con las que convivía como parte cotidiana de su vecindad.

Esa visión reveladora y de conexión con el agua en todas las variedades de su presencia vital en la vida humana, y sobre todo el mar, el pintor Reyes Ocre nos la propone en sus telas como una latencia, como un dato matemático anclado en su calendario psíquico, emocional y personal; así lo pude asimilar y sentir en las andaduras de sus exposiciones individuales, específicamente en los títulos de la misma, advirtiendo que, a la manera de enunciación, todos los títulos y exposiciones preconizan un acontecimiento estético y creativo relacionado con el agua.

Tales son sus exposiciones tituladas: “Isla de metal”, Galería de Arte Boden,
2016, Santo Domingo; “Duendes de mi isla”, Galería Nacional de Bellas Artes, 2016, Santo Domingo; “Planeta mar”, Centro Cultural Sotomarker, San Roque, Gilbraltar, España, 2008; “Historia del mar”, Museo de la Familia Dominicana, Santo Domingo, 2007, y “H2O-Ocre”, Galería de Arte Shanell, Santo Domingo, 2008. Esa es la documentación en tránsito de la íntima, hermosa y simbólica historia de su capacidad de encaminar sus pasos hacia y sobre el agua.

Su nacimiento y crecimiento, a metros del mar, en la ciudad marina y costera de Nagua, ha sido como una marca psicológica y emocional para el pintor que, con sensible destreza pictórica y desbordamiento creativo, ha convertido su condición de origen al lado del agua, ríos y mar, en sustancia y lenguaje dominante en su pintura de acento caribeño y tropical, exponiéndolas como credenciales propias en varios escenarios nacionales e internacionales; incluyendo exposiciones individuales y colectivas de centros culturales de gran prestigio, como la fundacional Galería Nacional de Bellas Artes de Santo Domingo, donde ha expuesto individualmente en dos ocasiones; o en la reconocida Galería de Arte Boden, donde expuso individualmente, o en la Galería Mesa Fine Art, donde lo hizo colectivamente; o bien en el Museo de Arte Moderno, donde exhibió una de sus pinturas como artista seleccionado en la 28 Bienal Nacional de Artes Visuales en el año 2015; extendiendo la presencia de su arte en muestras individuales y colectivas de diversos centros culturales de Estados Unidos y Europa.

Sin embargo, el cartel de mayor atención hacia su obra es la actual proyección internacional y demanda de sus pinturas en ARTitudes Galería, una plataforma galerística que opera desde Singapur, que se autodefine como una marca internacional que “se dedica a promover jóvenes artistas talentosos de todo el mundo, artistas que ya están establecidos y han ganado prestigio internacional…”. La presencia de las pinturas de Reyes Ocre es respetable y de una activa atención y proyección hacia distintos escenarios internacionales.

Ocre, como parte de su repertorio más representativo y creativo, produce pinturas cargadas emocionalmente de su psique interior, muy dentro del canon de las reflexiones psicológicas propuestas por Carl Jung (18751961) sobre la función del arte.

Cuerpos de obras que se proyectan ante la mirada del espectador como sentimientos profundos y percepciones de su experiencia primera con el agua y su decidida intencionalidad de crear y hacer arte para la armonización de la vida y su personal confrontación ideológica y filosófica, a través de sus símbolos, sobre la urgencia y necesidad de la interrogación y enfrentamiento al establishment global que domina el nuevo orden mundial, sobre qué está sucediendo o va a suceder en este siglo en los ámbitos de la ecología, el medio ambiente y el calentamiento global.

Para el joven pintor dominicano, sus telas de atmósfera profética y mística preguntan qué será de la lluvia, del rocío, del misterio de una gota de agua, del relámpago y vibración de las olas; a dónde irán a vivir los peces y el color del mar, el tamaño de los océanos, “o yo mismo, hecho más de agua que de tierra y carne”, se pregunta el artista.

Todas preguntas válidas en el lenguaje pictórico de un artista sensible que se auxilia de la metáfora para provocar y expandir la dolorosa resonancia y poder de sus palabras como escritura crítica en sus lienzos; capaces de generar rojos, blancos y azules líquidos en sus pinturas, que en determinados territorios de sus telas lo sentimos como lágrimas de otros seres a quienes les duelen la pachamama y el agua igual que a nosotros, peces, aves y humanos como los que contemplamos con atención las vibraciones de la naturaleza y de la vida en su arte.

Fenómenos estéticos y técnicos decisivos en su obra, desde la formación de sus primeras memorias creativas, las que ha hecho suyas como un continuum temático, filosófico y socialmente conectado al tema global de la ecología, el medio ambiente y el calentamiento global como agenda crítica en la redefinición de las estrategias de poder político internacional, que habrán de decidir mañana la propia existencia humana y la naturaleza.

A golpes de brochazos y pinceladas furtivas, Reyes Ocre teje aspectos latentes y consistentes en la semántica y léxico de su lenguaje, escritura y alfabeto visual, abordados y reflejados en los títulos de sus principales exposiciones individuales, siempre asociados al agua y a los misterios e infinitud del mar; más como señales de alerta, peligro y llamado de atención por la agresión voraz a la naturaleza desde las economías y la industrialización global, que como memoria sentimental y componente de sus procesos creativos.

Sus pinturas transitan por una amplia diversidad de modos de abstracción pictórica, interconectadas psicológicamente con su memoria y conexión con el agua, sin rivalizar con sus experiencias intelectuales y referentes estilísticos del arte moderno del siglo XX; corrientes de la abstracción que le han servido de modelo experiencial y aprendizaje para afinar y reafirmar su conciencia creadora personal, muy aproximada a la libertad de acción que caracteriza los lenguajes directamente asociados al Informalismo norteamericano.

Una lectura de aproximación profunda, honesta y sincera planteada a modo de diálogo franco con la producción pictórica de la última década del pintor Reyes Ocre, nos invita a descubrir las formulaciones que a modo de juego opticial y composicional, el artista plantea dentro de la arquitectura y espacio visivo y no visivo de sus pinturas, como el trazado de círculos mayores y menores, que a la manera de juego, desde la geometría caligrafica su arte como un fenómeno estético y espiritual que apuesta a la totalidad de la vida en la naturaleza y el universo; impregnándole desde el valor simbólico de esos pequeños círculos en movimiento, una signología cósmica, mística y esotérica a su arte, que por momentos, además de su sensible conexión con los océanos, mares, lagos y ríos, lo eleva su estructura de contenido hasta recónditos momentos del tiempo trascendido hasta los dominios del éter, donde al parecer el pintor sueña o apuesta sembrarse y multiplicarse ante el horror de los depredadores de la vida misma que compartimos en un planeta que resiste desde la resonancia de voces, como las que se multiplican agitadas en sus pinturas.

Decodificando los contenidos ecológicos, medioambientales y que, sobre el calentamiento global, traza Reyes Ocre en sus obras, celebrando el gesto, la mancha y el accidente pictórico, sentimos vibraciones en una frecuencia activa, líneas que se bifurcan como rayos de luz, como fenómenos luminosos dotados de un alto acento profético, premonitorio, que le dicen, tanto al artista mismo como al contemplador, que debemos mirar, mirar y recordar aquella máxima concluyente del poeta francés Arthur Rimbaud (18541891), padre de la crítica de arte moderna, cuando desde un relámpago filosófico de altísimo valor místico y poético, proclamó en traducción del filósofo italiano Umberto Eco (1932-2016), que “la eternidad es la mar mezclada con el sol”.


Escribo esta reflexión porque siento y miro que en procura de solucionar el problema entre lo estético, lo estructural, composicional y semántico de su arte para generar contenidos, el joven pintor dominicano estalla y centellea líquido en el interior de su arte, no como un fenómeno remoto, sino como un instante de la vida misma, de la urgencia y gravedad del planeta.


Toda vez que si analizamos la desbordante y telúrica belleza que se ausculta en las proféticas telas de Reyes Ocre, advertimos que allí residen en resumen, para presupuesto analítico, las denominadas “tesis de la guerra por el agua”; un problema de alcance global que el arte, desde su Inmanencia a la vida, como ha sido a lo largo de toda la historia de la humanidad, no puede ignorar, porque tanto la filosofía como la teología, la ciencia y la alta política lo han advertido de manera sentenciosa y clara.


Basta pasarle revista a este brevísimo pasaje que sobre el tema escribiera en la revista española Cambio 16 del 21.09.2020, en el que el escritor Dimas Ibarra, como si se tratara de la resonancia de un mantra, nos alerta de que: “El agua está llamada a ser para la geopolítica del siglo XXI lo que fue el petróleo para el siglo XX, por lo que se convertirá en motivo de grandes conflictos. El ex vicepresidente del Banco Mundial, Ismail Serageldin, predijo en 1995 que “las guerras del próximo siglo serán por el agua”. Fue una afirmación audaz, basada en comportamientos humanos que han llevado a una creciente escasez de agua potable en algunas de las zonas políticas más conflictivas del mundo”.


Razonamientos como este son de los que me mueven a obrar con justicia frente al discurso valiente que sustentan los códigos de un pintor de oficio, de taller, que bien conoce la artesanía para el armado y producción de una pintura de calidad, reforzada por la buena administración y manejo en los aspectos dibujísticos, composicionales, texturales, y en las asociaciones de color que construye en sus telas, como bien lo ha venido logrando el artista Reyes Ocre.


Los diseños desde donde se revelan los sucesos estéticos más vitales que sentimos en su arte, con invitación al uso del sentido táctil cuando miramos parte de las mejores pinturas, están cargados de girones matéricos líquidos, racionalmente audaces, reforzado por líneas pictoriales vibrantes, trazadas y cargadas con su propia energía personal y la memoria visual de su infancia y adolescencia, contemplando, sintiendo y haciendo suyo los misterios y silencios del mar, traduciéndolo en su práctica artística en una experiencia espiritual, litúrgica y existencial.


Su pintura, en ocasiones, desde una densidad gravitacional nos hace senti r, ver y hasta pensar en la materialidad de la evaporación del agua expandida como fenómeno visual en sus telas. Sus ecuaciones matéricas y composicionales se traducen ante la mirada en fenómenos psicológicos y emocionales que nos hacen pensar en la máxima científica de que más que materia, nuestro cuerpo es agua, es esencialmente líquido, afectado por una sed biológica milenaria que Ocre interpreta como una fenomenología que debería convertir a humanos y Estados en guardianes radicalmente protectores de la naturaleza y en reconocer la máxima ideológica-ecológica, y también estratégica de alcance global, de que toda posible gran guerra futura será por la conquista del agua, de mares, del agua en los cielos, y del agua que corre y se esconde en las profundidades de la tierra.


Reyes Ocre posee una paleta de colores distintivamente cálida y tropical, que renueva en cada una de sus exposiciones individuales, desafiando reglas de control y toda lógica de asociaciones simbólicas para lecturas y sentimientos fáciles. Pero se aproxima cada vez más a una militancia ideológica por la defensa de un ecosistema sano y una doctrina política y sociológica de apuesta a un medio ambiente vivible, donde la humanidad reine y se preserve como parte de un todo en la naturaleza, incluyendo peces y el misterio científicamente oculto en la fórmula H2O-agua/(Hidrógeno y Oxígeno).


El artista, transitando por las huellas del Informalismo abstracto, en muchas de sus pinturas se sienten vigorizados los actos gestuales y chamánicos del tachismo y del dripping, esa fuerza y movimiento que plantara en la memoria de la pintura contemporánea el norteamericano Jackson Pollock.

Una aspiracional creativa, técnica y estilística, que impulsa los procesos creativos del pintor Reyes Ocre hacia la consecución de una expresión propia del ecoarte contemporáneo, un arte ecológico y animista que se ha apropiado del agua y su turbulencia filosófica y cósmica para construir belleza para espíritus rebeldes y de profundos sentidos meditativos, como aquellas formulaciones que los artistas del hinduismo crean, conocida como la estética y técnica del arte mandalas.


Cuando he visto al artista Reyes Ocre caminar sobre la materia pictórica y haciendo chasquidos con sus pies sobre la tela, se erige en panteísta y chamán de sus propios actos, construyendo horas de gloria para su arte, elevando cada lienzo a un territorio gestual donde reina la abstracción, proyectando alegorías y accidentes plásticos y visuales que fluyen desde el interior de sus pinturas como formas libres y sustractivas; nerviosas y desafiantes, provocadoras a veces, prestas a la plena interpretación del que mira su obra, haciendo que algunas formaciones propias del accidente pictorial parecieran nacer de su experiencia racional o irracional como suceso en su taller.


Cuando pinta, la forma en sus lienzos crece, vuela, se cruza, germina, pero advertimos que no muere, porque aunque pareciera que él apuesta a la nada, la fuerza simbólica de su intencionalidad emocional de gritar proclamando los cuatro elementos como parte de la urgencia para que la vida viva, el artista no establece una arquitectura que dé jerarquía ni valor temático a ninguno de los ángulos tocados durante el proceso alquímico que agota sobre sus telas; porque él concibe y siente la obra de arte como un todo conceptual, y como una estrategia llamada a comunicar, a decir, a orar, a meditar, a reflexionar y a construir un discurso de presente y futuro, que no niegue la vida ni la condición humana como parece estar sucediendo en nuestro tiempo.


A lo que se agrega el drama de la guerra y falta de fe y confianza del hombre ante el hombre, del hombre frente a la humanidad entera; frente a la naturaleza, frente al universo de las aguas, ese inmenso e inconmensurable tesoro que brilla con luz propia, que tiene oscuridad en su hondura y misterios. Que se mueve, que viaja, que se oculta en la tierra, que sube al aire y vuelve a nosotros como si se tratara de un milagro cósmico, místico y ritual a la vez.


En sus pinturas, sobre todo en la producción correspondiente a la última década, Reyes Ocre apuesta a un cromatismo cargado de acentos y modulaciones poéticas líricas que a veces se elevan a niveles épicos y desafiantes, con una capacidad de grafismo y resonancia en su decir, que nos recuerda el discurso de los grandes maestros del Expresionismo abstracto y del Informalismo norteamericano, sobre todo aquellos que apostaron al automatismo psíquico y a formas orgánicas y biomórficas en la construcción de su obra. El arte de Ocre es libre, espontáneo, poético, profético y revelador. Queda la apuesta, porque en él creo.