Por: Andrés L. Mateo
En mi vida, el nombre de Narciso Isa Conde, es fundamental. A él debo muchas cosas. Y recuerdo los nombres de muchos otros para quienes también debería serlo.
Aprovechando su influencia y prestigio en los países del bloque socialista de entonces, impulsó un programa de becas multidisciplinaria que aprovecharon cientos de jóvenes que no contaban con la posibilidad de estudiar en universidades extranjeras. Yo fui uno de ellos. Y muchos más que tienen hoy ganados prestigios profesionales, y tienen estatus económicos derivados de esos saberes aprendidos.
Pero Narciso es también una referencia paradigmática, por su radical postura ante la injusticia, ante la impunidad y la desigualdad, ante la corrupción y la hegemonía del autoritarismo histórico del pueblo dominicano. Contra viento y marea. Sin contemplaciones, armando propuestas y dando la batalla en el terreno del pensamiento.
Son ya tantos los años de su existencia, como los de sus combates. Y es una suerte para el país que, al arribar a los ochenta, el pensamiento rectilíneo que le ha acompañado siga siendo tan lúcido y transparente como su vida.
¡Quienes lo queremos, apreciamos su valor y nos regocijamos de su existencia!