Existe una creciente preocupación por las posibles consecuencias cognitivas del COVID-19, a raíz de informes de síntomas de dolencia prolongada que persisten en la fase crónica y estudios de casos que revelan problemas neurológicos en pacientes gravemente afectados. Sin embargo, aún falta información sobre la naturaleza y la prevalencia más amplia de los problemas cognitivos posteriores a la infección.
Aún no se ha establecido si la infección por COVID-19 se asocia con déficits cognitivos a nivel de población y cómo esto difiere con la gravedad de los síntomas respiratorios. Se esperan problemas cognitivos en aquellos que han requerido una estadía hospitalaria prolongada o una intubación.
Científicos todavía están estudiando si los casos más leves que no han sido hospitalizados también pueden sufrir déficits cognitivos objetivamente mensurables.
Los datos cognitivos de la enfermedad anterior y posterior a COVID-19 son escasos porque la infección es impredecible. Este problema se ve agravado por el costo de ejecutar evaluaciones cognitivas estándar cara a cara en poblaciones lo suficientemente grandes como para capturar dicho cambio, o para tener en cuenta las variables de población potencialmente confusas que se correlacionan con el rendimiento cognitivo. Esto motivó a un equipo de trabajo liderado por Adam Hampshire.Los especialistas analizaron datos de 81.337 personas que completaron el cuestionario extendido (Foto: Franco Fafasuli)
El Departamento de Ciencias del Cerebro, Centro de Investigación y Tecnología de Atención del Instituto de Investigación de la Demencia del Imperial College London adoptó un enfoque a gran escala, mediante el cual los individuos que se han recuperado de la infección por COVID-19 se compararon con controles obtenidos al mismo tiempo, teniendo en cuenta la distribución sociodemográfica desigual de la prevalencia del virus y cualquier variabilidad poblacional asociada en la cognición.
En su reciente publicación en The Lancet los especialistas analizaron datos de 81.337 personas que completaron el cuestionario extendido para probar la hipótesis de que aquellos que se habían recuperado de COVID-19 mostrarían déficits cognitivos objetivos al realizar pruebas de atención, memoria de trabajo, resolución de problemas y procesamiento emocional.
También determinaron si el alcance y/o la naturaleza del déficit cognitivo detectado se relacionaba con la gravedad de los síntomas respiratorios según el nivel de asistencia médica, la verificación positiva de la infección mediante una prueba biológica o el tiempo transcurrido desde el inicio de la enfermedad.
El documento reveló que personas que se habían recuperado del COVID-19, incluidas las que ya no informaron síntomas, exhibieron déficits cognitivos significativos en comparación con los controles por edad, género, nivel de educación, ingresos, grupo racial-étnico, trastornos médicos preexistentes, cansancio, depresión y ansiedad.El documento reveló que personas que se habían recuperado del COVID-19, incluidas las que ya no informaron síntomas, exhibieron déficits cognitivos significativos (Foto: Franco Fafasuli)
“Los déficits tuvieron un tamaño de efecto sustancial para las personas que habían sido hospitalizadas -explica el autor principal del documento-, pero también para los casos no hospitalizados que tenían confirmación biológica de la infección por COVID-19”. El análisis de marcadores de inteligencia premórbida no apoyó que estas diferencias estuvieran presentes antes de la infección. Un análisis más detallado del rendimiento en las subpruebas sotuvo la hipótesis de que COVID-19 tiene un impacto multidominio en la cognición humana.
“Hace tiempo se sabe que el Covid-19 ataca también a las neuronas e invade el cerebro, así que indudablemente hay un efecto de daño a raíz de la infección”, declaró en referencia a este nuevo documento German Cueto, neurólogo y académico de la Escuela de Medicina U. de Valparaíso.
“Nuestros análisis -explica William Tender, segundo autor de la investigación- proporcionan evidencia convergente para apoyar la hipótesis de que la infección por COVID-19 está asociada con déficits cognitivos que persisten en la fase de recuperación”.
Los déficits por los científicos variaron en escala con la gravedad de los síntomas respiratorios, relacionados con la verificación biológica positiva de haber tenido el virus incluso entre los casos más leves, y que no pudieron ser explicados por diferencias en la edad, educación u otras variables demográficas y socioeconómicas.
Esas afecciones permanecieron en aquellos que no tenían otras síntomas residuales y fue de mayor escala que las afecciones preexistentes comunes que están asociadas con la susceptibilidad al virus y los problemas cognitivos.La escala de los déficits en los casos que no fueron conectados a un ventilador, particularmente aquellos que se quedaron en casa (Foto: Franco Fafasuli)
En términos de perfil cognitivo, la batería de evaluación aplicada incluyó pruebas diseñadas para permitir que la variabilidad en diferentes aspectos de la cognición se examinara a gran escala dentro de la población general. Los déficits afectaron a múltiples pruebas pero en diferentes grados.
Al examinar a toda la población, los déficits fueron más pronunciados para los paradigmas que aprovecharon las funciones cognitivas como el razonamiento, la resolución de problemas, la planificación espacial y la detección de objetivos, mientras que fueron más leves en pruebas de funciones más simples como la memoria de trabajo y el procesamiento emocional.
Estos resultados concuerdan con los informes de COVID prolongado, donde la niebla mental, la dificultad para concentrarse y para encontrar las palabras correctas son comunes.
“De manera especulativa -aporta Hampshire-, creemos que es probable que haya múltiples factores contribuyentes. Por ejemplo, estudios previos en pacientes hospitalizados con enfermedad respiratoria no solo demuestran déficits cognitivos objetivos y subjetivos, sino que sugieren que estos permanecen para algunos a los 5 años de seguimiento”. En consecuencia, la observación de déficits posteriores a la infección en el subgrupo que recibió un respirador no fue del todo sorprendente. Por el contrario, la escala de los déficits en los casos que no fueron conectados a ventilación mecánica, particularmente aquellos que se quedaron en casa, fue inesperada dada la limitada literatura sobre otras enfermedades respiratorias como el resfriado.
Aunque estos déficits fueron en promedio de pequeña escala para los que permanecieron en casa, fueron más sustanciales para las personas que habían recibido confirmación positiva de la infección por COVID-19. “Un corolario de esto es que es probable que los déficits cognitivos asociados con otras enfermedades respiratorias que se autodiagnostiquen por error como COVID-19 sean insignificantes -completa Hampshire- .
La correlación observada con la gravedad de los síntomas respiratorios está en estrecha concordancia con este punto de vista; sin embargo, ha habido informes de casos de otras formas de daño neurológico en sobrevivientes de COVID-19, incluidos algunos para quienes dicho daño fue el primer síntoma detectado”.
En consecuencia, en el estudio actual, los casos bio-positivos que informaron estar enfermos pero permanecieron en casa mostraron un déficit cognitivo de magnitud. Con base en esto, los investigadores proponen que un desafío oportuno sea relacionar de forma cruzada el perfil multidimensional de los déficits cognitivos observados con los marcadores de imagen que pueden confirmar y diferenciar las secuelas psicológicas y neuropatológicas subyacentes de COVID-19 deficiente debido al COVID-19. “Una comprensión más completa de los marcados déficits que muestra nuestro estudio permitirá una mejor preparación en los desafíos de recuperación posteriores a la pandemia”, concluye Tender.
Fuente: Infobae