En la isla se han adelantado a muchos países desarrollados gracias a su experiencia en la creación de fármacos, la disponibilidad de la población para probarlos, un número ingente de médicos y la necesidad política.
Las vacunas contra el covid que ya se están inyectando en el mundo han salido de la investigación pública y privada de sitios como EEUU, Reino Unido, China y Rusia. A nadie le extraña, porque son países con un gran músculo científico y financiero, reforzado por el respaldo gubernamental en una situación extrema. Unas cuantas más están a punto de salir al mercado y también son fruto de inversiones multimillonarias impulsadas por compañías farmacéuticas multinacionales que pertenecen a esas mismas potencias o a otras, como Francia y Alemania. Sin embargo, llama la atención que entre los proyectos que están punto de completar los ensayos clínicos masivos y que esperan recibir las próximas autorizaciones hay dos procedentes de Cuba. Se llaman ‘Soberana 2’ y ‘Abdala’ y van a ser las primeras vacunas contra el coronavirus desarrolladas en América Latina.
¿Cómo es posible que un pequeño país del Caribe, con 11 millones de habitantes, que tiene un sistema comunista con algunos indicios de apertura, y sufre un duro bloqueo económico de EEUU se adelante a grandes naciones de su entorno, como México o Brasil, y a países europeos desarrollados, como España? Aunque alguna de las vacunas españolas podría estar lista antes de 2022, a día de hoy aún no han iniciado los ensayos clínicos, mientras que en Cuba ya hay dos soluciones en la fase 3, el último paso antes de administrarse a la población. Las autoridades cubanas esperan comenzar una inmunización masiva en julio con su vacuna nacional. Suena increíble. ¿No era esta la isla donde circulan coches desvencijados de los años 50?
“No es sorprendente en absoluto”, asegura en declaraciones a Teknautas Vicente Larraga, científico del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB-CSIC) que lidera uno de los proyectos españoles de vacuna contra el covid más avanzados. “Conozco el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología y el Instituto Finlay de Vacunas”, apunta en referencia a las instituciones que han desarrollado los fármacos cubanos, “y están perfectamente capacitados para elaborar una vacuna efectiva”, de manera que “solo tenían que proponérselo como un objetivo nacional y lo han hecho”.
¿Cómo son las vacunas cubanas?
Pero, ¿qué han hecho exactamente los cubanos? ‘Soberana 2’ es lo que se llama una vacuna conjugada, porque fusiona el antígeno con otra molécula portadora. Como en otros proyectos, el antígeno es la proteína S del coronavirus, la famosa espícula que se une a las células humanas para infectarlas. En este caso, la molécula a la que se une es una toxina del tétanos atenuada previamente. El sistema inmunitario reacciona tanto a la toxina como a la proteína del coronavirus, generando anticuerpos que protegen del covid en caso de que se produzca una infección real.
“Es un método clásico de fabricación de vacunas, no es caro ni complicado. El tétanos es un buen vehículo para llevar otro antígeno, por eso se utiliza”, explica Raquel Carnero, consultora de la industria farmacéutica experta en vacunas. De hecho, la vacuna de difteria-tétanos está basada en la misma estrategia. Frente a innovaciones en las vacunas contra el covid tan revolucionarias como el ARN mensajero (la tecnología de Pfizer y Moderna), la apuesta de Cuba es un método ya conocido y tradicional. Esta vía parece garantizar su seguridad, según los expertos.
¿Y la eficacia? Eso es lo que está midiendo ya un ambicioso ensayo clínico en fase 3 en el que participan 150.000 personas. La cifra es impresionante, porque la mayoría de las vacunas contra el covid que han salido al mercado contaron con unos 40.000 participantes repartidos por varios países del mundo. Aunque se habla menos de ella, la otra vacuna en fase 3, ‘Abdala’, que se basa en insertar información genética en un tipo de levadura, también ha reclutado a miles de voluntarios para sus estudios y podrían estar finalizados casi al mismo tiempo. Las dos ofrecieron buenos resultados en las fases anteriores.
Hace unos días los participantes comenzaron a ponerse las segundas dosis de ‘Soberana 2’ (separadas de las primeras por 28 días). Nadie duda de que este proyecto recibirá la luz verde del organismo regulador cubano, el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos. “Estamos en una pandemia, seguramente, tendrá pocas trabas administrativas”, señala Carnero, frente a lo que sucede con la burocracia europea.
“El único problema podrían ser las materias primas, tener los antígenos y las sustancias necesarias” para su producción masiva. Sin embargo, tampoco esto parece un obstáculo si se cumplen las previsiones de los laboratorios de BioCubaFarma, encargados de esta fabricación, que ya han producido unas 300.000 dosis de ambas vacunas y auguran que podrán llegar a los 100 millones de aquí a finales de año.
En realidad, los investigadores cubanos han llegado a desarrollar hasta cinco candidatos a vacuna. Además de ‘Soberana 2’ y ‘Abdala’, cuentan con otros tres proyectos: ‘Soberana 1’ (está en la fase 2 de ensayos clínicos), ‘Mambisa’ (fase 1) y ‘Soberana Plus’ (está destinada a convalecientes de la enfermedad y se basa en una reformulación de ‘Soberana 1’).
“Por motivos obvios, están acostumbrados a sacarse ellos mismo las castañas del fuego”
“Supongo que han centrado los esfuerzos en un número limitado de desarrollos de vacuna y se lo han tomado muy en serio, concentrando ahí los recursos materiales y humanos necesarios, que es la manera de lograr resultados”, opina José Manuel Martínez Costas, que impulsa otro proyecto español de vacuna contra el coronavirus en la Universidad de Santiago de Compostela. “Por motivos obvios, están acostumbrados a sacarse ellos mismo las castañas del fuego y en este caso no iba a ser una excepción, ya que tienen poco dinero y problemas de bloqueo internacional”, añade.
A pesar de todo, la clave está en que “hay gente muy válida y bien preparada que, además, se da cuenta de que una vacuna es la solución a esta situación, y les hacen caso”, añade. ¿No ocurre lo mismo en España? “En este país, aunque se ha hecho un cierto esfuerzo, creo que todavía no nos toma casi nadie muy en serio. Si la mayor parte de la sociedad no percibe a la ciencia como algo imprescindible, es difícil que los políticos lo hagan”, lamenta.
Un país volcado en la sanidad
Algunos expertos consideran que el problema de España, que cuenta con una docena de proyectos de vacuna, no es el talento científico, sino la capacidad financiera para desarrollar estas iniciativas de forma más rápida y ambiciosa, así como la conexión con el sistema productivo. Resulta casi imposible comparar estos aspectos con Cuba, porque el sistema socioeconómico es radicalmente distinto. Sin embargo, se pueden analizar muchos datos para ver cuál es el potencial científico de la isla.
“Cuba tiene una importante tradición en temas de salud y biotecnología”, destaca Rodolfo Barrere, miembro del Observatorio Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y coordinador de la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT). A pesar de que no cuenta con muchas publicaciones científicas, destaca en el desarrollo de fármacos y acumula un buen número de patentes en este sector. Aunque solo dedica el 0,54% del PIB a I+D (España dedica el 1,2%), es una inversión sostenida y muy orientada al sector de la biomedicina.
Dentro de su escaso número en cifras totales, “el 37% de las publicaciones científicas de Cuba son de Ciencias de la Salud, 10 puntos más que la media de América Latina, hay una clara especialización en este apartado”, apunta el experto. Se trata de una apuesta que dura décadas, desde que triunfó la revolución en 1959. El régimen de Fidel Castro decidió que la sanidad sería uno de los grandes pilares del nuevo país. El resultado es que hoy es el país con mayor número de médicos por cada 100.000 habitantes (en concreto, 752), muy por delante de Alemania (419), España 387) o EEUU (257), según los datos de 2019.
Aunque tener muchos médicos no es lo mismo que realizar investigación sanitaria, “es una base importante para realizar investigación”. Así, la generación y producción de vacunas propias no es una novedad: fue el primer país en lograr una contra la meningitis B, en la década de 1980, y ha desarrollado otras contra la hepatitis B, que ha exportado a muchos países de América Latina y África.
Un informe del Observatorio CTS de la OEI sobre la investigación en covid en Iberoamérica, publicado ya hace algunos meses, indicaba que la producción científica de Cuba en este terreno “no era particularmente intensa, pero sí que había muchísimos ensayos clínicos”, apunta Barrere. “Evidentemente, ha habido un interés en concentrar esfuerzos ahí y tener muchos médicos debe tener un peso”, en el sentido de que es más fácil reclutar población para estos estudios.
Patriotismo y política
“La verdad es que es muy curioso el caso de Cuba si se compara con otros países que tienen más recursos”, admite la viróloga española Ana Fernández-Sesma, investigadora de la Escuela Icahn de Medicina del Hospital Monte Sinaí de Nueva York. Al trabajar en enfermedades tropicales, como el dengue, el Zika y el chikungunya, mantiene contactos con la ciencia de la isla. “Tiene una tradición muy fuerte de científicos y médicos que han estudiado ciencia básica durante muchas décadas”, destaca. Además, “hay un sentido muy fuerte de patriotismo científico, con lo cual hay más predisposición en la población a ser voluntarios en ensayos clínicos y en el personal sanitario a poner en marcha dichos ensayos”.
Aunque no tiene conocimiento directo del proceso de desarrollo de estas vacunas, no le sorprende que tengan candidatos y los hayan sacado adelante. “Quizás es una cuestión de actitud. En Cuba y otros países que se ven azotados por epidemias frecuentes hay un sentimiento muy arraigado de lo importante que es la salud a nivel poblacional; y por supuesto, global, y menos individualismo. La epidemiología está muy bien establecida en Cuba y eso es fundamental en este caso”, asegura.
“La epidemiología está muy bien establecida en Cuba y eso es fundamental en este caso”
No obstante, a nadie se le escapa que tras este patriotismo de las vacunas hay un gran impulso político. Las razones son casi de supervivencia del modelo cubano. La medicina ha sido la carta de presentación del país durante décadas a través de las misiones médicas que se remontan a los años 60 y que no solo han mostrado la cara más amable del castrismo hacia el exterior, sino que le han reportado beneficios económicos a la isla, porque los países receptores, muchos de África y América Latina, le pagan por este servicio. La cuestión no ha estado exenta de polémica, ya que incluso relatores de la ONU han hablado de “trabajos forzosos” en referencia a las condiciones en las que Cuba envía a sus médicos.
La pandemia ha vuelto a poner en el mapa a los médicos cubanos. La administración de Miguel Díaz-Canel, el presidente que sustituyó a Raúl Castro, se ha permitido el lujo de enviar profesionales sanitarios a una treintena de países, incluido Italia. Lograr su propia vacuna sería la guinda del pastel y ha sido la apuesta del país desde el principio, ya que rechazó entrar a formar parte de la iniciativa COVAX, la plataforma que pretende garantizar el acceso de los países en vías de desarrollo a las vacunas. Su socio preferente, Venezuela, ya ha anunciado que producirá dosis de ‘Abdala’. Otros países, como Argentina, también han mostrado interés. Como en el caso de Rusia y China, que envían sus vacunas a muchos rincones del mundo en vías de desarrollo, la diplomacia sanitaria cubana está en marcha.
Fuente: Teknautas