El politólogo Elvin Calcaño Ortiz expresó que el triunfo del joven izquierdista Gabriel Boric se logró por un proceso colectivo que se gestó en Chile desde 2011.
En un hilo de tuits expresa lo que para él fue preponderante para este momento en la historia de Chile y su repercusión en otros países.
Análisis de Elvin Calcaño Ortiz
Gabriel Boric, joven izquierdista de 36 años, ya es oficialmente presidente de Chile. El progresismo latinoamericano, y mundial, ve en el proceso chileno una gran esperanza. Pero la política es siempre correlaciones de fuerzas que definen lo posible dentro de un contexto.
El triunfo de Boric fue posibilitado por un proceso colectivo y amplio que viene de 2011 que, efectivamente, cambió la correlación de fuerzas en Chile. Y ahí está la clave central de cómo unos muchachos menores de 40 años lograron articular y representar ese proceso.
Chile fue cuna del neoliberalismo con los experimentos de los Chicago Boys quienes amparados en brutal mano represora de Pinochet configuraron institucionalmente (Constitución) y subjetivamente (ideología privatizadora) la sociedad chilena hacia un consenso social neoliberal.
Así, se instauró una institucionalidad que permitió privatizar hasta el agua y una mentalidad mayoritaria que vio en la iniciativa privada solución a todo. El neoliberalismo chileno, es verdad, logró algunos avances macroeconómicos y de ahí el mito de la “riqueza” chilena.
Pero, al mismo tiempo, ese modelo insolidario concentró riquezas generando brutales desigualdades (la mayor de la OCDE) y, a su vez, creando las grietas para que su propia subjetividad meritocrática se fuera internamente debilitando. Y ahí vino el 2011.
En Chile estudiar es muy caro incluso en universidades públicas. Y, como todo funciona en lógicas del lucro, la desigualdad hizo que la gente se tuviera que endeudar para gastos corrientes lo cual subvirtió a nivel de lo político (consenso social) la narrativa meritocrática.
Los estudiantes en 2011 se movilizaron contra ese modelo. Lograron capturar parte de la subjetividad de quienes sin ser de izquierdas también cuestionaban qué meritocracia hay en un país donde estudiar depende del dinero que tengas y no del talento intelectual y esfuerzo.
Luego, la institucionalidad política-legal chilena permitió que esos muchachos pasaron de la lucha en la calle a las instituciones formales con Boric y Camila Vallejo convertidos en diputados bajo un frente izquierdista el primero y por el Partido Comunista la segunda.
Llegó 2019 y la subida en costos del metro desencadenó un estallido social. Ese hecho se convirtió en la cadena equivalencial que unió demandas diversas que necesitaban articularse para constituir una frontera del conflicto político-social en términos de pueblo contra sistema.
Boric y su espacio, a mi entender, leyeron adecuadamente aquella coyuntura como una no de ruptura total sino de cambios en clave de horizontes mejores en la vida de la gente concreta. Es decir, que el pueblo no pedía revolución sino reparaciones sociales y ético-morales.
De ahí, un punto totalmente decisivo en lo táctico que fue poner a Boric a competir en unas primarias frentistas contra el comunista Daniel Jadue. Quien es un líder brillante pero en la coyuntura de reparación restaba más que sumaba por el miedo al significante comunismo.
Luego, en segunda vuelta, Boric logró incorporar demandas conservadoras de seguridad, orden y estabilidad económica. Mientras el candidato ultraderechista hacía campaña de miedo Boric ampliaba su espacio ganando disputa por quién definía un proyecto más atractivo y movilizador.
La gente de Boric logró, pues, incorporar al adversario y hacer de los significantes progresistas un dispositivo discursivo de amplio alcance; mucho más allá del clivaje izquierda-derecha donde los que ganan hoy día son las derechas y ultraderechas con sus mentiras y bulos.
Estamos, por último, frente a nueva generación progresista chilena que supo interpretar las claves de la disputa política democrática actual. Que son centralmente disputa por los sentidos y articulación. O sea, más Gramsci y Laclau y menos determinismo marxista base-estructura.
Espero les vaya bien. Lo necesitamos. De ellas y ellos dependerán muchas otras cosas en la región. Eso sí, tengamos en cuenta que cada contexto político es distinto. Lo que se hizo en Chile da pautas pero no establece reglas. Se puede en otros países pero en otros registros.