El argentino José Luis Maiorano, el latinoamericano que ha presidido el Instituto Internacional de Ombudsman, advirtió que el Defensor del Pueblo no puede ser político partidista, o haber pertenecido a un partido, porque esa lealtad partidaria lo va a condicionar.
El también primer Defensor de Argentina alertó que quien ocupe esta función debe ser alguien que actué con independencia, plena autonomía funcional y sin recibir instrucciones de ningún sector de la sociedad, sobre qué o no hacer.
“El oficio de Defensor del Pueblo es como el de un zapatero, no se aprende de un día para otro. Hay que tener conocimiento y sensibilidad humana”, orientó el prestigioso jurista iberoamericano.
En una entrevista televisada con Pablo Ulloa, postulante a Defensor del Pueblo de la República Dominicana, el doctor Maiorano citó como pilares para el cargo la prudencia, sabiduría y no complacencia.
En el caso de Ulloa, resaltó que se ha preparado con mucha antelación sobre la figura para poder instalar un Defensor del Pueblo con accesibilidad, transparencia y legitimidad; no espera el cargo para ver qué hacer.
Insistió en que este funcionario no puede ser un rehén de la política partidaria, porque atenta contra una de las condiciones esenciales para estas funciones, que es la independencia.
Cree que el reto fundamental de un Defensor del Pueblo en esta época es ser independiente, y no estar sometido a presiones políticas o económicas.
Asimismo, entiende que tiene que ser proactivo, es decir, no esperar que la gente se queje, sino salir a buscar los problemas que se presentan en espacios como hospitales, o cárceles o cualquier lugar donde está la gente que no puede quejarse.
El Defensor del Pueblo, aconsejó, no puede ser un enemigo del gobernante, sino quien le ayuda y sensibiliza sobre los problemas de la población.
Toma una especie de radiografía del estado de insatisfacción de una sociedad y lo presenta al gobernante, para ayudarle a resolver la situación.
No es un enemigo ni opositor al gobierno, ayude con críticas para construir.
Maiorano, Defensor en Argentina en el 1994, ha sido un soporte y guía para la mayoría de defensorías del pueblo que funcionan en América Latina.
Su libro sobre la materia, con doce ediciones, es un referente. En el periodo1984-1985 fue redactor del proyecto de ley del Defensor del Pueblo de Argentina.
También es co-redactor del proyecto de ley para crear el Defensor del Pueblo de Panamá.
Trampolín político.
En Argentina la función del Defensor del Pueblo está vacante, porque el último titular, en un segundo mandato tras su reelección, abandonó el cargo para postularse a senador por una provincia.
Usó la Defensoría como trampolín para un cargo político, criticó Maiorano.
Observó que el Defensor de estos tiempos inéditos, en medio de pandemia, debe ser muy diferente al de los años noventa, pues ha cambiado el humor social.
Tiene que ser un mediador, que busque solución a los problemas o carencias que afrontan ciudadanos en los ámbitos de la salud, educación o seguridad.
“El Defensor opera sobre el presente, para solucionar ese problema, y para evitar que se repita en el futuro. Dirigir una institución con alma”, dijo.