En tiempos normales, pedir adelantos de impuestos es considerado una muy mala práctica. Pero estos no son tiempos normales.
Por: Magín J. Díaz
En un contexto mundial de crisis sin precedentes, las nuevas autoridades sometieron su proyecto de Presupuesto para el año 2021 con un déficit proyectado de 3% del PIB. Si analizamos los grandes números presentados en el documento vemos cosas interesantes: el Presupuesto 2021 es muy parecido al presentado inicialmente en 2020 por el Gobierno anterior, tanto en cifras como en los articulados de la ley.
Por ejemplo, el aumento en los gastos totales se explica por el repunte del pago de intereses proyectado; y la caída del gasto de capital se explica por un aumento de casi la misma magnitud en las transferencias corrientes. Esto refleja una gran realidad: no hay mucho margen para bajar el gasto del Gobierno.
Cuando el Gobierno habla de ahorro, en realidad se refiere a reasignaciones del gasto (se le quita a uno y se le pone a otro). Y estas suman unos 16 mil millones de pesos en el presupuesto presentado, monto que dista mucho de los más de 100 mil millones que algunos entienden factible alcanzar.
La reasignación de gasto es el paso inicial que puede ayudar a mejorar su eficiencia, pero no es tan grande como se pensaba, debido a la rigidez del gasto, ni es un ahorro que mejorará las cuentas agregadas. Aunque sí es un paso necesario para eliminar duplicidades, derroches y gastos superfluos.
En defensa de la actual administración es justo decir que el tiempo transcurrido entre la toma de posesión y la fecha de presentación del presupuesto es de apenas unas semanas y el Gobierno cumplió a cabalidad los plazos estipulados en el marco legal. Se puede considerar este presupuesto como uno de transición, hecho a la carrera por la premura de los plazos y es a partir del próximo año que veremos mejor plasmada la política presupuestaria de las nuevas autoridades cuando presenten un presupuesto elaborado con más tiempo.
Es interesante notar que en el Presupuesto 2021 se han replicado una gran cantidad de las prácticas presupuestarias que antes se criticaban. Esto refleja, a mi juicio, que los gobiernos hacen lo posible con recursos insuficientes. Y es lo que ha tratado de hacer el nuevo gobierno, el cual viene cargado de buenas intenciones por hacer las cosas bien, pero se encuentra con restricciones estructurales fuertes y una coyuntura casi imposible de manejar.
Pero esto implica que será más difícil criticar al gobierno anterior por prácticas presupuestarias que el equipo del PRM consideraba ilegales o incorrectas, ya que replicó muchas de ellas. Y esto refleja una gran realidad: el Presupuesto es el arte de lo posible.
Para lograr la disminución del déficit desde un 9.3 este año a 3% del PIB en 2021, el Gobierno planteó inicialmente una combinación de reducción de gastos, venta de activos y nuevas figuras impositivas. Pero estas últimas apenas representaban un 10% del ajuste total anunciado para el 2021. ¿Por qué asumir un costo político tan alto por medidas que no representaban mucho? Es algo que no se ha entendido. Aunque ya se rectificó y se sustituyeron por adelantos de impuestos negociados con el sector bancario y la Barrick Gold, medidas que dan alivio temporal al fisco en lo que se negocia el Pacto Fiscal.
En tiempos normales, pedir adelantos de impuestos es considerado una muy mala práctica. Pero estos no son tiempos normales. Lo que sí debe hacer el Gobierno es explicar bien las condiciones financieras de esas negociaciones.
Por otro lado, la reducción del déficit en más de seis puntos del PIB de un año a otro no tiene precedentes en la historia económica reciente del país y las probabilidades de no cumplimiento son altas. De cualquier forma, los inversionistas que financiarán el Presupuesto con la compra de bonos valoran más que se presente una reducción política y económicamente realista del déficit, en lugar de una que no se pueda cumplir.
En este contexto de crisis, el Gobierno recibirá el apoyo de todos los sectores si decide aumentar el déficit proyectado. En adición, será más creíble ponerse una meta de reducción de déficit menos ambiciosa y dará esperanza a los sectores sociales que temen la terminación en diciembre de los programas de ayuda temporales.
Claro que todo esto es mucho más fácil decirlo que hacerlo. Un mayor déficit implica deuda adicional que habrá que pagar en el futuro a través de más carga tributaria. Y en ese momento muchos de los que piden mayor gasto hoy le sacarán la alfombra al Gobierno, el cual requerirá todo el apoyo no solo ahora, sino cuando llegue el momento de pagar lo que se ha tomado prestado.