Por: Jorge Juan Feliz Pacheco
El autor es regidor del Distrito Nacional
Cada año, en el mundo se desperdician alrededor de 8 mil millones de litros de agua por fugas, prácticas de riego ineficientes y un uso irresponsable del recurso. Mientras tanto, más de 2,400 millones de personas carecen de instalaciones sanitarias, y más de 1,000 millones no tienen acceso a agua potable.
Un estudio publicado recientemente en Science reveló que más de la mitad de la población mundial, aproximadamente 4,400 millones de personas, no tiene acceso a agua potable segura. Este concepto implica que el líquido cumpla con estándares internacionales de calidad, garantizando que no represente riesgos para la salud humana.
Esta crisis global también se manifiesta con fuerza en nuestro país y, de forma directa, en Santo Domingo. La infraestructura hídrica envejecida y la falta de planificación agravan una situación cada vez más delicada. En América Latina y el Caribe, se estima una pérdida promedio del 40 % del agua potable por fallas en la red. En República Dominicana, esa pérdida se eleva a un preocupante 55 %, según un informe reciente de la CEPAL.
Preocupa, además, que en pleno 2025 aún no contemos con datos precisos sobre el consumo diario de agua en el país. Sabemos que el agua es esencial para el consumo humano, la agricultura, la ganadería y la generación hidroeléctrica. Alrededor del 7 % de nuestra matriz energética proviene de estas fuentes, pero no sabemos con certeza cuántos galones de agua usamos diariamente ni cuánto se desperdicia en el proceso de distribución.
La realidad en Santo Domingo
En nuestra ciudad, solo el 63.5 % de los hogares recibe agua por tubería, y muchos de ellos no de forma continua. La mayoría debe recurrir a camiones cisterna, bombas ladronas, tinacos o agua embotellada para suplir sus necesidades básicas. La situación se torna aún más crítica durante los meses de sequía, especialmente entre diciembre y abril, generando lo que se conoce como “estrés hídrico” en muchos barrios de la ciudad, que se refiere a la incertidumbre diaria que vive una persona sobre si habrá agua suficiente para su consumo y aseo.
Uno de los problemas más urgentes es la falta de un mapa hidrográfico urbano actualizado. Ni la CAASD ni el Ayuntamiento del Distrito Nacional cuentan con un registro preciso de pozos de agua subterránea. Otro dato alarmante es que, en algunos sectores, los planos subterráneos datan de 1953, lo que deja clara la urgencia de una planificación moderna y articulada.
Además, se ha normalizado la presencia de fugas en distintos puntos de la ciudad, ante los ojos de las autoridades y ciudadanos. Para que se entienda: en mi rol como regidor, recibo semanalmente múltiples denuncias de fugas en diferentes sectores de la capital. Esta pérdida constante no solo afecta la disponibilidad del recurso, sino que también compromete su calidad.
El costo del agua: una distorsión que debemos atender
Producir agua potable en Santo Domingo tiene un costo elevado. La Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD) estima que el costo de producción por cada metro cúbico ronda entre RD$35 y RD$38. Sin embargo, este servicio se comercializa a una tarifa fuertemente subsidiada, de apenas RD$6 por metro cúbico para usuarios residenciales, comerciales y oficinas públicas.
A pesar de esta tarifa baja, más del 70 % de los usuarios no está pagando por el agua que consume. Esta distorsión tiene implicaciones graves: no solo limita la capacidad financiera de la CAASD para mejorar su infraestructura, sino que también desincentiva el uso eficiente del recurso.
¿Cuánta agua necesitamos?
Según estándares internacionales, una persona requiere entre 150 y 250 litros de agua al día (de 0.15 a 0.25 metros cúbicos) para cubrir sus necesidades básicas: consumo, higiene, cocina y limpieza. Este consumo puede elevarse en hogares con fugas, uso excesivo de agua para limpieza o riego.
Soluciones urgentes: Ley, planificación, tecnología, cobranza y educación
Para enfrentar la crisis del agua en Santo Domingo, propongo una agenda clara y realista:
- Elaborar un mapa hidrográfico urbano que identifique ríos, cañadas, redes de distribución, tomas de agua, pozos, manantiales y acuíferos subterráneos. También debe incluir el sistema de drenaje pluvial y sanitario, así como los puntos críticos de acumulación e inundación. Aunque este mapa se enfoque en el Distrito Nacional, su diseño debe formar parte de una visión integral para toda la Mancomunidad del Gran Santo Domingo.
- Aumentar el arbolado urbano, aprovechando la capacidad de los árboles para absorber agua de lluvia.
- Fomentar tecnologías sostenibles en sectores de alto consumo, como los car wash, promoviendo la reutilización del agua y la instalación de dispositivos ahorradores en hogares y comercios.
- Promover campañas educativas para fomentar una cultura del uso responsable del agua desde las escuelas, los colegios y las comunidades.
- Detectar y reparar fugas a tiempo, utilizando sensores inteligentes y estableciendo canales eficientes para reportes ciudadanos.
- Modernizar las redes de distribución, sustituyendo tuberías obsoletas en barrios antiguos de la ciudad. Aunque hemos tenido grandes avances, el trabajo pendiente sigue siendo enorme.
- Instalar sistemas de captación de agua pluvial en edificios públicos y privados, y promover la construcción de cisternas para riego y limpieza urbana.
- Crear una app en tiempo real para que los ciudadanos puedan consultar el estado del suministro, conocer su consumo y reportar averías, así como recibir alertas de ahorro en temporadas críticas.
- Fomentar el trabajo interinstitucional, integrando a la Alcaldía, la CAASD, el Ministerio de Medio Ambiente y las universidades en la formulación de políticas públicas basadas en evidencia.
- Atender con seriedad el problema de los lavaderos improvisados, que representan un derroche de agua.
- Fortalecer la colaboración entre la Alcaldía del Distrito Nacional y la CAASD, como lo contempla la Ley 498-73, que establece que el alcalde preside el Consejo de Dirección, para mejorar la planificación, la supervisión de infraestructuras y la comunicación con la ciudadanía.
- Aprobar la Ley de Agua, que está en el Congreso desde hace más de 20 años, para garantizar una gestión sostenible y equitativa del recurso; exhorto a los amigos legisladores a asumir este compromiso pendiente con el país.
Por último, y no menos importante que todas: cobrar el agua.
Es tiempo de sincerarnos: tenemos un modelo de subsidio agotado. En países donde el agua no está subsidiada, se aplican tres tipos de modelos de cobro que promueven el uso responsable. Uno de los más comunes es la tarifa volumétrica, donde se paga según el consumo real: mientras más se usa, más se paga. También está la tarifa progresiva por bloques, que ofrece un precio para el consumo básico y aumenta gradualmente para penalizar el derroche; esto incentiva el uso eficiente del agua.
En otros casos, se combina una tarifa fija por conexión con un cargo adicional por consumo; es decir, se paga una cuota mensual por estar conectado al sistema, más lo que se consuma.
Desde siempre no hemos tenido voluntad para cobrar el agua, por el costo político que representa para las autoridades de turno, pero entiendo que podríamos iniciar, como hacen algunos países, aplicando subsidios focalizados, destinados exclusivamente a las familias de menores ingresos. Así se protege el acceso al agua para quienes más lo necesitan, sin distorsionar su valor real ni comprometer la sostenibilidad del sistema. Estoy seguro de que estos modelos de cobro asegurarán ingresos estables para mantener y mejorar nuestro sistema.
En conclusión
Si implementamos estas medidas, nuestra ciudad podrá reducir el desperdicio, mejorar el acceso en comunidades vulnerables y prepararse mejor ante futuras sequías. En años recientes, ciudades como Ciudad de México, Bogotá, Lima, Brasilia o Santiago han vivido crisis hídricas severas. Nuestra ciudad podría enfrentar un escenario similar si no actuamos a tiempo.
Desde este espacio, lanzo una alerta, pero también una invitación: trabajemos juntos, porque…
¡Cuidar el agua es cuidar nuestra ciudad!
¡Santo Domingo tiene con qué!
No se trata de ganar elecciones. Se trata de ganarse el corazón de la gente.