La llegada de un nuevo siglo, hace poco más de dos décadas, le ha abierto a la humanidad nuevas perspectivas, retos, desafíos y, fundamentalmente, nuevos esquemas de vida.
Los procesos sociales y políticos, sumados a las transformaciones económicas y a la disrupción tecnológica, confiere una nueva visión del mundo que nos rodea.
Si pudiéramos establecer un marco referencial en la historia de las civilizaciones, sin dudas, un punto de inflexión en la transformación del ser humano como ente social, lo constituye la Revolución Industrial. Desde la entrada en vigor de los primeros cambios, producidos como una consecuencia directa de la industrialización de procesos, la humanidad no ha detenido su constante dinámica de evolución.
Colocando la mirada en retrospectiva, los antecedentes a la Revolución Industrial se asocian al Renacimiento de la cultura europea, producida con posterioridad a la Edad Media, en lo que conocemos como Época Moderna. Ahí se sentaron las bases para una mayor comprensión y valoración de las artes, las ciencias, y la centralidad en la razón humana.
Etapas de la Revolución Industrial
Desde mediados del siglo XVIII, hacia el año 1760, se produjo la denominada primera Revolución Industrial, que se extendió desde Gran Bretaña a toda Europa. Invenciones como la máquina de hilar, la máquina de vapor y el barco de vapor marcaron el inicio de una etapa de transformaciones.
Ya en pleno siglo XIX, el ferrocarril, alumbrado público de gas, el telégrafo eléctrico, la mecanización, energía hidráulica, energía eléctrica, y la producción masiva de acero, en la segunda mitad de siglo, fueron los elementos más representativos del movimiento industrial.
Luego vendría la segunda oleada de desarrollo, desde el siglo XIX hasta la llegada del primer conflicto bélico mundial de 1914. En esta segunda etapa, se introdujo la producción en masa, línea de montaje y electricidad.
La tercera etapa o tercera Revolución Industrial, comprende la segunda mitad del siglo XX, justamente después de la segunda conflagración mundial.
Se introdujeron mejoras en informática y tecnología, avances significativos de las comunicaciones, y la incorporación de las tecnologías de la información y comunicación, así como la automatización de procesos productivos.
La cuarta Revolución Industrial, la que vivimos en la actualidad, contiene el desarrollo tecnológico en múltiples campos, que incluyen: inteligencia artificial, nanotecnología, robótica, computación cuántica, internet de las cosas (IoT), impresión 3D, vehículos autónomos, biotecnológicas, etc.
lideres en sociedades de cambio
Desde la antigüedad hasta nuestros días, hombres y mujeres de valía, de condiciones excepcionales, motivados por circunstancias y objetivos particulares y especiales, han llenado ciclos fundamentales en la historia de la humanidad.
Para hacer un análisis más focalizado, quisiera orientar esta breve reflexión en la incidencia del liderazgo del siglo XX, donde se sentaron las bases del desarrollo social, económico, político y tecnológico del que hoy se dispone a escala global.
En su libro “Personalidad y Poder”, el historiador británico, Ian Kershaw, hace un repaso sobre los liderazgos europeos más representativos del pasado siglo, su incidencia en la construcción y consolidación de un nuevo orden social y político en el viejo continente, y su repercusión en el resto del mundo.
Referencias con gran importancia histórica, como la revolución bolchevique, encabezada por Lenin; el fascismo, representado en la figura de Mussolini; el ascenso y conformación del Tercer Reich, de Hitler; la herencia de Lenin y la consolidación de la Unión Soviética de la mano de Stalin; la Resistencia y el rol de recuperación de la Francia Libre, encabezadas por el general Charles De Gaulle; el rol protagónico de Churchill en la Segunda Guerra Mundial; la recuperación de la Alemania Occidental, posguerra, encarnada en la figura de Konrad Anedauer; la conformación del Estado de Yugoslavia con el férreo control, por más de tres décadas de Josip Broz, “Tito”; la guerra civil española, de 1936, y el desempeño de Francisco Franco; la recuperación económica del Reino Unido en la década de los años 80 con Margaret Thatcher, entre otros eventos de transcendencia en la historia reciente europea.
De este lado del mundo, el siglo XX permitió a EE. UU. la continuación de su proceso de expansión económica a través de la industrialización y la conversión en primera economía global. Esto contribuyó, a su vez, a la incidencia en todos los espacios de toma de decisiones en la escena internacional, al tiempo de vivir cambios culturales y de orden social que produjeron ebullición interna.
Múltiples son los episodios vividos: la crisis económica del 1929; la directa participación norteamericana, desde 1941, en la Segunda Guerra Mundial; la lucha por los derechos civiles en la década de los años 60, entre otros ejemplos que han sido determinantes en la vida estadounidense.
Liderazgos como el de Theodore Rooselvet, a inicios de siglo; Franklin Delano Rooselvet, en medio de las dificultades económicas de los años 30 y la guerra de la siguiente década; las presidencias de J. F. Kennedy y Lyndon B. Johnson en medio de las luchas raciales; el rol de Richard Nixon en la consolidación de la política exterior norteamericana; hasta la llegada de Ronald Reagan en los 80 y Bill Clinton en los 90, fueron esenciales en la evolución de Estados Unidos como nación y su influencia a escala planetaria.
La actualidad
En el discurrir de nuestros días, la configuración mundial ha ido variando, factores como la incidencia China; el crecimiento de la India; el dilatado ejercicio en el poder de Putin; la inserción de grupos de pensamientos extremos en roles de importancia en la política internacional, cambia, en efecto, la mirada preexistente sobre el desarrollo de las sociedades.
Un mundo abierto, híper conectado, reconfigura, permanentemente, nuestra forma de ver y de actuar. Por consiguiente, la transformación de los procesos seguirá produciéndose, indefectiblemente, con la República Dominicana incluida. En 2020, con el nuevo liderazgo que se inició, en el 24 continuará, se consolidará y se profundizará: el cambio.
Por Roberto Ángel Salcedo.