Por: Amaury Pérez Vidal
En esta mañana de abril de 2021 me siento en la terraza. Un tibio sol se filtra a través del flamboyán de mi confianza. Desde la mecedora observo el pedazo de naturaleza que me toca, y respiro hondo. Tengo sesenta y siete años, nunca pensé llegar adonde estoy, pues he abusado de mí, ebrio de excesos. A veces no me reconozco en el espejo, pero es un desconocimiento pasajero. Me reviso. Debo ponerme a dieta, bañarme, afeitarme, vestirme con colores suaves. Mi perro descansa sobre mis muslos, Peti posa sus manos en mis hombros.
Recuerdo que solo estamos nosotros tres para disfrutar del alba, el resto de la familia ya no está; algunos se alejaron para siempre, y otros por largas e inabarcables temporadas. He hecho mucho más de lo que soñaba y hay rastros de mí que ignoro, pliegues de mi cuello, un ligero e inadvertido temblor en las manos, una dilatación de mi vientre, un suspiro inconcluso.
Tengo ganas de echarme a la mar sin pensar en otra cosa que no sea evitar que la corriente me arrastre tan cerca del horizonte que no encuentre el camino de regreso. Repaso mis angustias, no han sido tantas.
La mañana apura su paso, el rocío perece ante la lascivia de la luz, descubro una flor entre los arbustos, ¿ayer estaba ahí?, me visita un colibrí, inhibo los deseos de tomarme un trago, enciendo el segundo puro del día aún a sabiendas de que me hará daño tan temprano, inhalo un humo gris, quemante, una fumata que cobija el ambiente. Tengo religión, he sobrevivido a siete Papas, oro, siento el aliento de Dios que me acompaña.
Llamo a los amigos, cada vez son menos los que están a un golpe de teléfono, intento darle un giro a las conversaciones de siempre, camuflarlas, lustrarlas, y revestirlas entresacando cotidianidades. Vuelvo a mis muertos y lecturas, escucho jazz, se acerca el mediodía, vuelo a la guitarra, me acecha una melodía inacabada, un calorcito incómodo perla mi frente. Abro el correo, respondo lo que merece ser respondido, duermo una siesta breve y regreso al balancín. La tarde apresura el galope, el crepúsculo se anuncia ligero, el césped enmudece de sueño, lo recorro con una mirada lánguida, sonrío y entristezco a partes iguales, me desplazo en las añoranzas y estoy de repente con mis hijos y mis nietos en el lugar del mundo que han elegido para sí.
Un vecino me saluda desde la calle mientras apago la cocina, no lo hacen todos los que quisiera, y regreso a la rutina de un te quiero, un te amo, y un no me quiero y otro no me amo. Hago preguntas para las que no encuentro respuestas. Alguien me visita tardío y protegido, lo recibo entusiasmado, ceno frugalmente, veo un film y cuando la noche ya bosteza abrazo la cama desnuda, lleno de hipnóticos. Algo me punza la espalda, y añoro un soneto que desprevenido me calme aquel dolor antiguo y pertinaz como la llovizna en los poros del firmamento. Peti me envuelve, el perro, a nuestro lado, llena la oscuridad con sonidos disonantes, rezo un Padrenuestro, pido por los míos y antes de abandonarme en los entresijos de la fantasía, diseño mi nuevo rostro, el del despertar, unas veces huraño y otras alegre según asome el devenir.
En algún momento, puede ser un segundo o una hora, me pregunto oscuro si he sido feliz y libre, verdaderamente feliz y libre, la respuesta nubla mi expresión, la escudriña, quiero gritárselo a la madrugada, que todos lo sepan, sin secretos ni máscaras venecianas, poner altavoces, encenderlos, que el alarido se vuelva multitud, que no quede un ser vivo sobre la tierra que no me escuche, ni un árbol viejo, ni una fruta madura, ni el aleteo de un gorrión, ni mi propia voz interior: ¡Sí, lo he sido! yo y mis pecados, yo y mis desaciertos, yo y mis congojas, yo y las distancias, yo y mis inseguridades, yo y mis inacabados talentos, yo y mi país, yo y mis enemigos, yo y mi peor correspondencia, yo y mis miserias, mis mentiras inocentes, mis egoísmos, mis sarcasmos e ironías, mi manera de inventarme un personaje para hacer reír cuando todo muy adentro clama por una lágrima. Sí, amigos míos, soy feliz y libre, espero serlo aún después de mi partida definitiva, del adiós particular y profundo, más allá del último…gracias.
Fuente: Cuba Debate