Por: José Monegro
Alguien me dice que Benedicto XVI fue conservador y le respondo: Claro que sí. Le agrego lo que dijo un escritor: “un conservador en el sentido más profundo de la palabra, alguien que cree que la tradición refleja verdades importantes y debe ser respetada”. También lo soy.
Como teólogo fue consistente en tratar sobre la “Divinidad de Cristo”, con una profundidad tal que quienes han tenido la oportunidad de leerle pueden comprender desde la racionalidad temas muy profundos de la fe.
Sus diferencias con su condiscípulo y luego colega, el también teólogo alemán Hans Küng pasará a la historia como una de las grandes rivalidades teóricas en la historia de la teología debido al énfasis de Küng sobre el Jesucristo histórico y la de Ratzinger sobre el Divino.
Como papa le tocó enfrentar la complicidad del silencio en los casos de pederastia, contener un adinerado lobby Gay en el Vaticano y una profunda corrupción en el banco Vaticano. Dicen que a sus 86 años sus fuerzas no eran suficientes para atender esos tres frentes.
Su profundidad teológica, su flema alemana y su amor por la Iglesia lo llevaron a convertirse en el primer Papa en 600 años que renuncia a su papado, sorprendiendo al mundo y dando paso así al primer papa latinoamericano.