Por: Margarita Cedeño
El concepto de la seguridad humana ha evolucionado en el tiempo. En la época de las grandes conflagraciones bélicas, la preocupación de los gobernantes era garantizar la integridad física de los ciudadanos y la integridad territorial, frente a las amenazas de otros gobiernos. La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 se erige como el punto de inflexión sobre la seguridad humana, porque coloca al individuo en el centro y enfoque de las políticas públicas y, por ende, evalúa la seguridad desde el punto de vista de sus carencias.
Para América Latina, esa conquista tan significativa se tardó en llegar, porque las dictaduras y los gobiernos sangrientos de la época de la Guerra Fría se sustentaron en implantar el terror patrocinado por el Estado y la violación continua de los derechos humanos, hasta que las presiones internacionales y el cambio de doctrina de los Estados Unidos se tradujo en políticas de Estado más acorde con el respeto a la dignidad de las personas.
Desde entonces hemos estado en la lucha constante por obtener la seguridad humana desde el enfoque individual de la dignidad de los seres humanos. Esa dignidad se traduce en seguridad económica, alimentaria, de la salud, ambiental, personal, de la comunidad y política para cada uno de los seres humanos. Con este paradigma es que podemos juzgar el avance de los pueblos, dado que un avance en un área no tiene por qué resultar en una mejora en los demás indicadores. De ahí la importancia de que los gobernantes comprendan la importancia del abordaje integral de las políticas públicas, porque la seguridad humana se basa en la comprensión multidimensional de las distintas amenazas y las causas que generan la inseguridad.
No habrá verdadera solución al problema de inseguridad en la República Dominicana si no se aborda la pobreza, el desempleo, el hambre y la carestía de los alimentos, las enfermedades crónicas, la ausencia de acceso a la salud, el agotamiento de los recursos naturales, la violencia física y emocional, el trabajo infantil y la violencia doméstica, las tensiones sociales, la discriminación en todas sus formas, la violencia política y la sistemática violación a los derechos humanos. Y sobre todo, el abordaje correcto de la lucha contra el narcotrafico y la corrupción en todas sus formas.
La seguridad que demandan las sociedades hoy en día se constituye, a la misma vez, de la libertad para vivir con dignidad y la liberación de las necesidades. En toda la literatura sobre el tema está claro que el abordaje sobre la seguridad debe ser integral y con un enfoque preventivo, para proteger las libertades fundamentales.
Ante la ola de violencia y crímenes que vive el país, no se pueden buscar soluciones aisladas y cortoplacistas. Hay que trabajar con visión a largo plazo, integrando las acciones de todas las instituciones públicas, articulando con los demás sectores de la sociedad. No habrá soluciones fáciles para un tema tan difícil.
No olvidemos que la seguridad humana “significa la creación de sistemas políticos, sociales, medioambientales, económicos, militares y culturales que en su conjunto brinden al ser humano las piedras angulares de la supervivencia, los medios de vida y la dignidad”.