Por Julio César Castaños Guzmán (Tomado del Listín Diario)
Dedicado a Don José Luis Corripio Estrada (Pepín)
“Si alguien te pide que le acompañes una milla, acompáñalo dos.” (Mateo 5:41)
Esto equivale al secreto para salir de la mediocridad. Es el esfuerzo extra que determina el éxito en la vida. La atención a los detalles para salir de lo meramente ordinario, procurando la excelencia por el esfuerzo adicional, hasta terminar en lo extraordinario.
Es este empeño plus, muchas veces sacrificado e inicialmente invisible, que incluso aparenta que nunca será retribuido, constituye la causa eficiente que siempre obtiene grandes beneficios y ganancias consolidando la bonanza de personas y empresas.
Un extra que no está en el salario, un adicional que se sale del horario y que hace que te acuestes cansado… pero feliz. Porque la verdadera paga viene en esa satisfacción que has ganado tú mismo. Y que hace, aunque aguarde para que sea reconocido, que de tu vida emane la admiración y el respeto de los demás.
Dice el aforismo que: “de las manos ocupadas nacen los sueños y del ocio los despropósitos.”
¿Cómo puede una persona siempre tan ocupada, capitán de decenas de empresas e infinidad de negocios diversos, ejecutivos de primer orden y miles de empleados, tener tiempo para todo, cumplir con todas sus obligaciones y de paso ayudar a los demás?
Esto tiene un nombre: hacer lo que da sentido a tu vida. Lo que está acorde con tus talentos y el desarrollo de los dones que la Providencia te ha dado. Talentos que deben ser multiplicados, e incluso arriesgados en la lucha de la vida.
“De nada vale castigar si no se enmienda con la disciplina”. Es la milicia que forja el carácter y que aplicada a temprana edad puede refrenar los apetitos desordenados que conlleva la pereza, o la displicencia –que es peor—porque implica, esta última, hacer las cosas de mala gana. Y que por supuesto queden sin fruto debido al descuido inherente de aquello que se hace sin el debido cuidado y atención.
Muchas veces me he preguntado por qué la codicia rompe el saco. He aquí la respuesta: la codicia es un sentimiento que lleva a poseer los bienes por el apego a los bienes mismos, como si estos fuesen en sí los ídolos a los cuales habrás de sacrificar siempre con derramamiento de la sangre de lo mal habido y del deshonor. No hay saco que aguante para siempre riquezas obtenidas así.
Pero, esos mismos bienes, ganados en abundancia por el trabajo honesto y tesonero nunca caen en saco roto, porque ellos mismos en sí están resguardados por su buen origen e índole y, además, porque la persona que los ha ganado, que los ha multiplicado, el creador de esa riqueza, se considera respecto de los mismos un simple administrador.
Nunca le he escuchado a Pepín Corripio una sola queja sobre el país donde ha trabajado toda su vida, no se advierte en él una sola raíz de amargura por la nación donde junto a su esposa ha procreado sus hijos, constituyendo, una familia ejemplar. Por el contrario, siempre reflejando gratitud por esta tierra bendita que nos acoge a todos.
Se trata pues de un asunto de actitud positiva frente a la vida y de ver la bondad de las cosas sin perder el sentido de la realidad.
Pepín es el mago de las relaciones humanas. Él no deja suelto un solo cabo de la barca en ocasión al trato de sus amigos y conocidos. Y atiende con mucho cuidado a los que no conoce. Tiene la virtud y es capaz de hacer amigos para toda la vida en la primera entrevista. Por supuesto que con el personal que trabaja en sus empresas ha desarrollado una relación de respetuosa comunidad familiar.
El lema de Rotary International postula que, se beneficia más el que mejor sirve. He aquí el trazo que nos revela que en gran medida su éxito ha estado determinado por la calidad de este servicio no solo a través de sus empresas, sino por la impronta de su personalidad solidaria que se proyecta en la sociedad dominicana.
Hay una huella en su trayectoria que no se borrará jamás. Con el tiempo varias Escuelas de Negocios orientadas en los principios que han normado su quehacer de hombre de empresas, llevarán su nombre.
El arte de la mayéutica aplicada a descubrir con una sola pregunta lo esencial de un proceso o el verdadero interés que determina una acción y los motivos reales que subyacen en una propuesta aparentemente desinteresada. Esto podría resumirlo: Va al punto como si fuese un misil que no se desvía, que no se entretiene, que no pierde el tiempo. Ciertamente el tiempo es oro.
La excelencia en la redacción de los contratos siempre conlleva para él un desvelo infinito por la descripción del negocio contratado, sus causas siempre lícitas y el detalle de la modalidad de las obligaciones que está asumiendo en términos y condiciones.
Pepín tiene alma de abogado, aplicando a todos sus asuntos una abogacía de resolución anticipada de los conflictos, los cuales le hacen perder la energía esencial que las empresas podrían dedicar a otros asuntos.
Conocí a Pepín Corripio, casi al momento en que iniciaba mis estudios universitarios de derecho en la UCMM, en un ágape aniversario del vespertino “La Noticia”, que se celebraba en la casa de mis padres en Jarabacoa, periódico del cual mi progenitor el doctor Julio César Castaños Espaillat, era presidente del consejo de la empresa editora y Pepín, en ese entonces, uno de los mayores accionistas. De todo esto hará casi 50 años.
Lo primero que papá me dijo sobre Pepín fue: “Nunca le digas una sola mentira porque siempre se va a dar cuenta.”
“En toda ocasión dile la verdad por amarga que sea y aunque no tengas la misma apreciación que él sobre lo que le estás diciendo, siempre se pondrá en acción para resolver el problema.”
Él no deja para después las cosas… y no estará tranquilo hasta que no haya hecho todo lo que le corresponde después de someter el asunto a un análisis metódico fundado en la evaluación objetiva de los datos.
Su olfato y sentido de la oportunidad le conducen por el camino correcto. Inteligencia e intuición mediante el impulso incansable de una determinación guiada por la férrea voluntad que alcanza los objetivos propuestos superando los obstáculos propios de los negocios de este mundo. Conocimiento, entendimiento y voluntad. Potencias que impulsan el buen hacer.
La Milla Extra aplicada al sentido común, o más bien, el don de la Sabiduría implementado en la realidad.
Es proverbial en él esta expresión: “Si un negocio no lo entiendo en diez minutos no lo hago. Porque en las cosas simples y que no son intrincadas está precisamente el camino que conduce al éxito.”
Sus padres, don Manuel Corripio y doña Sara Estrada, son precisamente la clave para entender su enfoque de la vida y los acontecimientos. Reciedumbre de personalidad, educación, cultura del trabajo constante y esforzado.
La Milla Extra, la que todo buen maratonista recorre solo por amor a sí mismo, respeto a los demás, un profundo cariño por su familia y por este bendito país: la República Dominicana, donde el sol… verdaderamente ha salido para todos.