Por Roberto Ángel Salcedo
Cada época tiene sus figuras representativas, el siglo XXI en sus primeras décadas ha parido figuras prominentes y por eso, me permito compartir estos párrafos sobre uno de los personajes de más impacto en la política contemporánea global. Referente de estabilidad y confianza; alemana, física, por 16 años ocupó el cargo de primer ministro de su país, siendo la primera mujer; hablemos del efecto que produjo en Europa y en el resto del mundo su paso por el poder, hablemos de Ángela Dorothea Kasner, conocida por todos como Ángela Merkel.
Semanas atrás tuve la oportunidad de leer el reciente libro de la periodista española Ana Carbajosa, quien agotó cientos de horas de entrevistas con amigos y relacionados de la ex canciller alemana, en un texto que narra de forma concisa y con apreciable precisión aspectos fundamentales su vida privada, académica y política. En dicho libro se construye detalle a detalle lo que la autora denominó como “crónica de una era” y que le permite al lector, con suma facilidad, comprender la incidencia y determinación del “efecto Merkel” en la política alemana y mundial.
Los orígenes de Merkel
Sus orígenes datan de la época de la República Democrática Alemana (RDA) donde vivió junto a su familia en la ciudad de Templin en el este del país, y donde tuvo sus primeros contactos con el laborantismo social a través de una parroquia y de un centro para personas con discapacidad, ambos regenteados por su padre. A raíz de la caída del muro de Berlín en 1989, y habiéndose graduado de física y de haber trabajado en la academia de ciencias de Berlín, Ángela Merkel ingresó a la Unión Demócrata Cristiana de Alemania. El 18 de marzo de 1990 tuvieron lugar las primeras elecciones libres de la RDA, y la Alianza por Alemania, de la que formaba parte la CDU, ganó el certamen con el 40% de los votos. Merkel asumió su primer puesto público como vice portavoz en el gobierno de Lothar de Maizière.
A finales de 1990 con la reunificación de Alemania, se celebraron las primeras elecciones generales de la Alemania unificada y Merkel logró un escaño por la circunscripción de Stralsund-Rügen-Grimmen, que mantuvo hasta el final de su carrera política. Sus responsabilidades en funciones públicas, como vice portavoz de gobierno, ministra de juventud y mujer y ministra de medioambiente en los gobiernos de Helmut Kohl, hasta su ascenso en la estructura política partidaria de la CDU como secretaria general y posteriormente como presidente —por más de 18 años— fueron moldeando una personalidad sobria, equilibrada y analítica, que desafió todo pronóstico y devolvió esplendor a la primera economía europea y cuarta del mundo.
Sus gobiernos
Gerhard Schröder había llegado a la cancillería alemana a través del partido socialdemócrata en 1998 y coincidía con el avance que en materia política Merkel comenzaba a obtener. Para el año 2000 asumió las riendas de la CDU como su presidenta, al tiempo de iniciar la construcción de un liderazgo alrededor de la oposición política del país. Por vez primera, en una actividad que hasta ese momento estaba reservada para hombres, las estructuras demócratas cristianas alemanas confiaron en una mujer para lograr un gobierno de coalición. En unas elecciones anticipadas en 2005, Merkel logró la victoria con escaso margen, obteniendo el 35% de los votos.
Desde ese momento, la República Federal Alemana entró en una nueva etapa, con un liderazgo más apegado al rigor científico —influyó mucho su formación como física— demostrando capacidad en la multiplicidad de conflictos, internos y externos, que tuvo que enfrentar a lo largo de más de 3 lustros, como: las dificultades económicas que motivaron la anticipación de las elecciones de 2005; la crisis del euro entre el 2009 y 2012; la catástrofe de Fukushima en Japón en 2011, que llevó a su gobierno a decretar el apagón nuclear en Alemania; la crisis con los refugiados en 2015 permitiendo la mayor entrada de inmigrantes desde la Segunda Guerra Mundial, entre otros temas.
El efecto Merkel se sintió en el corazón de la Unión Europea a lo largo de sus 4 gobiernos, como fiel creyente y promotora de una Europa unida en propósitos, jugó roles estelares en las difíciles circunstancias que les tocó gobernar. Desde el traumático Brexit hasta la pandemia del coronavirus, Merkel logró consolidar una imagen de buena negociadora, generadora de confianza no solo en la sociedad alemana, sino en el resto de países que conforman el bloque.
Merkel, como símbolo del multilateralismo es un personaje que trasciende las históricas divisiones izquierda-derecha. Ella, aunque se desarrolló intelectual y políticamente cuando la concepción del estado era muy marcada por las ideologías, terminó convertida, sin renunciar a principios fundamentales, en una política flexible y catalizadora de grandes acuerdos.
El efecto Merkel estuvo muy presente por 16 años en la política interna alemana, en su manejo con China, —su llegada al gobierno coincidió con el avance económico del gigante asiático— en cómo se relacionó con Estados Unidos y sus 4 últimos presidentes y muy fundamentalmente, en un estilo firme y equilibrado de ejercer el poder, alejado de estigmas.
A pesar de haber renunciado a la presidencia de su partido en 2018, y el pasado año, al agotar su cuarto mandato consecutivo, anunciar su retiro de la vida pública y política, el efecto Merkel seguirá repercutiendo y siendo tema de estudio en Alemania y el resto del mundo.