La lucha contra el narcotráfico en el Caribe ha estado marcada, durante décadas, por la vulnerabilidad de los países ubicados en la ruta que conecta Sudamérica con los mercados de Estados Unidos y Europa.
En ese contexto, la República Dominicana era vista como un eslabón expuesto, atravesado por redes criminales que aprovechaban su posición geográfica y las debilidades institucionales históricas. Sin embargo, en apenas cinco años, el país pasó de ser un territorio de alto riesgo a convertirse en un actor capaz de incidir en la agenda regional.
Este giro no se explica únicamente por un fortalecimiento operativo o por el incremento de los decomisos. La clave, según expertos y funcionarios, está en un reposicionamiento estratégico del Estado dominicano, que redefinió la relación entre su sistema de justicia, las agencias de seguridad y sus aliados internacionales.
Una transformación institucional que cambió la percepción exterior
Lo que más ha llamado la atención entre actores internacionales no es solo la magnitud de los golpes al narcotráfico, sino la forma en que el país reordenó su estructura interna. La independencia otorgada al Ministerio Público, la designación de un alto mando disciplinado en la DNCD y la depuración de cuadros estatales cuestionados enviaron una señal contundente: la República Dominicana decidió colocar la integridad institucional como eje central de su política antidrogas.
Este movimiento produjo un cambio inmediato en la percepción externa. Lo que antes generaba recelo, ahora inspira confianza en agencias de inteligencia, autoridades judiciales y gobiernos socios. “Lo importante no fue solo la reforma legal, sino la coherencia entre discurso y acción”, comentan analistas familiarizados con el proceso.
El país dejó de ser visto como un punto débil en la cadena regional y comenzó a ser evaluado como un aliado sólido, capaz de sostener investigaciones complejas, manejar evidencia sensible y coordinar operativos binacionales sin filtraciones.
El impacto regional: un nuevo equilibrio en el Caribe
El reposicionamiento dominicano coincidió con un momento de reconfiguración del crimen transnacional. Las organizaciones colombianas y venezolanas diversificaron sus rutas, adoptaron estructuras más flexibles y apostaron por intermediarios móviles en lugar de grandes carteles. Esa estrategia convirtió al Caribe en un escenario clave, donde la eficiencia operativa se volvió tan importante como la cooperación política.
En ese tablero, la República Dominicana asumió un papel que antes solo ocupaban potencias de la zona. Con más de 200 extradiciones desde 2020 y una colaboración sin precedentes con Estados Unidos, el país pasó a integrar el grupo de naciones que marcan la pauta en la región. Este protagonismo no surgió por presión exterior, sino por iniciativa propia, al modernizar sus sistemas de vigilancia, blindar sus puertos y reconstruir la confianza con socios estratégicos.
Resultados que evidencian un cambio de modelo
Las cifras recientes confirman la profundidad del proceso: entre 2020 y 2025, las autoridades dominicanas incautaron 227 toneladas de drogas, triplicando los registros de los 16 años anteriores. El aumento no responde necesariamente a un incremento de cargamentos, sino a una capacidad operativa mucho más afinada.
La ampliación del radar nacional, la profesionalización de la DNCD y el reclutamiento de 758 nuevos agentes cerraron rutas que durante décadas funcionaron sin resistencia. En el ámbito marítimo y aéreo, zonas que solían estar fuera de control hoy cuentan con monitoreo continuo y respuestas tácticas más rápidas. Las avionetas clandestinas que antes surcaban zonas despobladas ahora prácticamente han desaparecido del panorama.
La nueva amenaza que define el futuro
Mientras Estados Unidos enfrenta una crisis sin precedentes por el fentanilo, Washington ha insistido en que el Caribe deberá prepararse para los cambios en el mapa del narcotráfico. Aunque la República Dominicana no ha detectado casos confirmados de tráfico del opioide, las autoridades decidieron adelantarse.
La creación de la Unidad de Drogas Sintéticas, la regulación más estricta de los precursores químicos y la capacitación conjunta con organismos internacionales forman parte de una estrategia preventiva diseñada para actuar antes de que el problema llegue al país. Esta anticipación ha sido interpretada por socios extranjeros como una señal de madurez institucional.
Un reconocimiento que marca un antes y un después
En 2025, una recomendación del Departamento de Estado de Estados Unidos tomó por sorpresa a la región: la sugerencia de que la República Dominicana propusiera un candidato para dirigir la agencia antidrogas de la ONU. Más allá del gesto diplomático, el mensaje fue claro: la comunidad internacional reconoce al país no solo por sus resultados operativos, sino por la credibilidad que ha ganado su institucionalidad.
El desafío: sostener lo logrado
A pesar del avance, las autoridades dominicanas saben que el proceso no está terminado. El narcotráfico es adaptable, las redes cambian de fachada y las instituciones deben ser capaces de resistir presiones políticas, económicas y externas. El reto es mantener la independencia del Ministerio Público, evitar retrocesos administrativos y reforzar la supervisión financiera para detectar nuevas formas de lavado, especialmente en sectores como bienes raíces y concesionarios de lujo.
“Los avances son importantes, pero frágiles”, reconocen fuentes oficiales. “El verdadero triunfo será mantenerlos más allá de un ciclo de gobierno”.
Fuente: miamiherald.com









