La presidenta de la Fundación Mujeres por la Educación, Peggy Cabral, destacó lo trascendental que resulta para los internos penitenciarios acceder a la educación y disponer de los recursos y oportunidades que les permitan reinsertarse en sus comunidades tras salir de esos establecimientos.
Así lo manifestó al disertar durante la graduación de nuevos profesionales que celebró la Universidad de la Tercera Edad (UTE) para 21 personas recluidas en los centros correccionales Moca y Rafey-Santiago.
Durante el acto, celebrado el pasado viernes, Cabral ratificó que la educación es un derecho humano clave para la consecución del desarrollo personal, humano y social. Indicó que, “al constituir el derecho a aprender, está en el centro de la vida de la persona y de la sociedad, permitiendo el desarrollo armónico de las facultades del ser humano y su realización”.
También resaltó que, “si bien la privación de la libertad significa un contexto de multiplicidad de limitaciones y de gran impacto en la vida y desarrollo de las personas internas, la educación, en este contexto, debe superar a las limitaciones del centro para establecerse como corresponde y en su calidad de derecho fundamental”.
Informó que, durante más de dos décadas, la fundación que preside “ha venido sembrando esperanzas en una población que creía que todo estaba perdido y que desconocía que la vida le tenía reservada una nueva oportunidad”.
En ese orden, resaltó que los resultados obtenidos con este esfuerzo han sido posibles por la colaboración de otras instituciones, como la Procuraduría General de la República, la UTE, la Alcaldía de Santiago y la Sala Capitular. Precisó que, gracias a dicho apoyo, “hoy estos participantes reciben sus diplomas que los acreditan como licenciados en Derecho y Psicología”.
Cabral resaltó, además, que estudiar mientras se cumple condena en prisión ha influido positivamente en la vida de los participantes, al considerar la experiencia universitaria en prisión como “un factor protector, una oportunidad que genera una sensación de mayor seguridad, bienestar y satisfacción”. Estimó que, “quizás, ese es uno de los aspectos más relevantes en este trabajo que venimos desarrollando”.
“El aula da sensaciones de mayor seguridad a los estudiantes y la educación universitaria en general interviene en la cotidianidad penitenciaria, interpelando la ociosidad rutinaria y previniendo, además, los peligros lógicos del contexto”, insistió.
Los graduandos en esta ocasión corresponden a un grupo de la población de privados de libertad y del personal administrativo en los referidos centros, favorecidos con el programa que promueve la Fundación Mujeres por la Educación.
“Nos satisface enfatizar el hecho de que nadie ha vuelto a delinquir dentro de nuestros graduados”, resaltó doña Peggy Cabral.
Al felicitar y desear buenos augurios a los nuevos profesionales, declaró tener “la seguridad de que este paso los ayudará a encontrar mejores oportunidades en su inserción social, una vez hayan concluido su permanencia en esta institución”.
Con este grupo, suman 1,021 los graduados a través de la labor de la Fundación Mujeres por la Educación, para llevar la universidad a los centros de reclusión.