Santo Domingo. – La Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos es un día festivo religioso dentro de las Iglesias católicas, en memoria de los fallecidos.
Se conmemora el 2 de noviembre y su objetivo es orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrenal y, en el caso católico, por quienes se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio.
Las principales iglesias, Iglesias Cristianas Ortodoxas Occidentales, Unión de Utrecht (Iglesias), Comunión de Porvoo, así como Comunión anglicana e Iglesia católica, acordaron tener el mismo calendario y días de celebraciones religiosas y santoral para facilitar las asistencia a sus feligreses a sus respectivas celebraciones.
Origen de esta celebración
En el libro Segundo de los Macabeos está escrito: «Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados» (2 Mac. 12, 46).
Análogamente, en los primeros días de la Cristiandad se escribían los nombres de los hermanos que habían partido en la díptica, que es un conjunto formado por dos tablas plegables, con forma de libro, en las que la Iglesia primitiva acostumbraba a anotar en dos listas pareadas los nombres de los vivos y los muertos por quienes se había de orar.
En el siglo VI los benedictinos tenían la costumbre de orar por los difuntos al día siguiente de Pentecostés. En el siglo V, había una celebración parecida el sábado anterior al sexagésimo día antes del Domingo de Pascua (domingo segundo de los tres que se contaban antes de la primera de Cuaresma) o antes de Pentecostés.
Probablemente a causa de los movimientos milenaristas, alrededor del año 1000, la conmemoración de los Fieles Difuntos, el día 2 de noviembre, se popularizó y extendió por la Cristiandad occidental, especialmente en 998, por idea de San Odilón de Cluny, hasta ser finalmente aceptada en el siglo XVI como fecha en el que la Iglesia celebraría esta fiesta.
Celebración
Este día, los creyentes ofrecen sus oraciones (llamadas sufragios), sacrificios y la misa para que los fieles difuntos de la Iglesia purgante terminen esta etapa y lleguen a la presencia de Dios. Hay, pues, una gran diferencia en la fiesta del día primero y el ambiente de oración y sacrificio del día dos.
Entre los cristianos orientales hay varios días dedicados a la oración por los difuntos, muchos de ellos caen en sábado, durante el tiempo de la Cuaresma o Pascua. En el rito de la Iglesia Ortodoxa Griega, esta fiesta se celebra en la Víspera de la Sexagésima, o en la Víspera de Pentecostés, mientras que la Iglesia Armenia celebra la «Pascua de los difuntos» al día siguiente de Pascua de Resurrección.
En España, como en otras partes del mundo, veneran a sus difuntos; se continúa con la tradición de estas fechas de asistir al cementerio para rezar por las almas de quienes ya abandonaron este mundo.
También hay tradición en la repostería. Se hacen dulces típicos para la fecha, como los “huesos de santo”. Son unos postres elaborados de mazapán, de color blanco y forma alargada y cilíndrica, originalmente rellenos de dulce de yema que recuerdan a tibias.
En las islas Canarias se conoce como el Día de Finados, durante el cual, en la noche del 1 al 2 de noviembre, se solían reunir amigos y familiares para velar esa noche. Contaban historias, cuentos, debatían y hablaban mientras comían los frutos típicos de la época: castañas, nueces, manzanas y dulces; acompañando tales viandas con anís o ron miel.
Existen algunas creencias populares y de origen pagano acerca del Día de los Difuntos. Por ejemplo, los campesinos de varios países católicos tienen la ferviente creencia que en la noche de los difuntos los muertos vuelven a las casas donde habitaban antes de fallecer.
En México el Día de los Muertos constituye una celebración tradicional que se lleva a cabo durante los días 1 y 2 de noviembre, con ciertas variaciones en las costumbres y tradiciones en cada estado. Está vinculada a las celebraciones católicas del Día de los Fieles Difuntos y el Día de Todos los Santos.
La calavera es el símbolo icónico de esta celebración, destacando el uso de rimas y versos satíricos conocidos como “calaveras literarias”.