La República Dominicana está atravesando por momentos de muchas tensiones y desafíos constantes y todos nos estamos haciendo la pregunta de cómo podríamos enfrentarlos. Para enfrentar estos males, no se ha diseñado una solución, una ruta, un plan para dar respuesta a esta situación que crece cada día afectado el futuro de las presentes y actuales generaciones.
La realidad es que, por años, hemos estado contando con acciones tradicionales, pero dando una mirada retrospectiva, llegamos a una simple conclusión de que las cosas no han funcionado, lo peor del caso es que estamos replicando el mismo modelo, vamos a la deriva como un barco sin rumbo.
El comportamiento y deterioro que sufren nuestras instituciones en todos los niveles, no es más que el deterioro manifestado a lo interno de las familias y las relaciones entre sus miembros; entendemos que son loables las iniciativas del gobierno por establecer cambios en las instituciones, cambiar de nombre, directores, pero se necesita más que cambio de planes en las instituciones, se necesitan cambios profundos e integrales en cada uno de los dominicanos y las dominicanas, para erradicar los males que nos afectan en el orden político, social y económico.
El Consejo Dominicano de Unidad Evangélica (CODUE) clama como Juan el Bautista, como “una voz en el desierto”, clama para que se produzcan de manera urgente y necesaria las reformas integrales, por lo que urgen del esfuerzo de todos, que de manera sincera e igualitaria, nos sentamos en una gran cumbre y poner las prioridades y pliego de demandas que necesita el país.
El presidente Luis Abinader, se ha caracterizado por ser un presidente democrático, que escucha a la gente y que creemos que tiene la capacidad para iniciar el programa de reformas que la sociedad dominicana necesita. Estas reformas a nuestro juicio deben contar con la programación, la discusión y el consenso de todos los sectores que les duela los destinos de la patria de Duarte, Sánchez y Mella.