Colaboración de Ivan Gatón
Para el reputado académico e internacionalista Iván Ernesto Gatón, el coronavirus cambió al mundo porque constituye un “hito nefasto” que marca “un antes y un después” en la historia humana, e implicará un “giro copernicano en lo económico y lo político a nivel global”.
El pensador geopolítico cree que esta “debacle sanitaria y económica” revela la “ausencia de liderazgos acordes con las circunstancias históricas del momento. Asimismo, considera que “las sociedades con bases en el confucianismo, como la china y la coreana”, han enfrentado la pandemia mejor que Occidente, porque esas sociedades tienen una visión común de destino, priorizan el “mérito para ocupar funciones públicas”, y valoran la “conciencia ética del individuo en todo su accionar social”.
En cambio, dice, muchos países occidentales se han deshumanizado siguiendo las recetas de la escuela neoliberal, que lo “privatizó todo culpando al Estado de ineficaz, y de paso cooptó a las élites de los partidos políticos y adquirió los medios de comunicación”, encumbrando políticos al servicio de la “codicia insaciable” de ciertos sectores.
“Ante la visión del absurdo que hoy aturde al mundo, Occidente tendrá que asumir una filosofía de vida cuya vitalidad radique en la solidaridad para poder enfrentar el estado de anomia y de desconfianza en sus lideres e instituciones. Se necesitará una revolución de valores, en fin, un cambio de rumbo que le aleje del culto al nihilismo, el hedonismo, el consumismo y el híper individualismo”, reflexiona.
El anhelo de Gatón es que líderes humanistas, íntegros y solidarios transformen el mundo occidental, ofrezcan un “nuevo contrato social” y hagan una “revolución de valores que rescaten los principios de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad”.
Evidentemente, lo que pide es humanizar las relaciones sociales y forjar una visión colectiva para poner al hombre como el centro de la vida común y para evitar que los intereses individuales se traguen lo colectivo. Para él, la gente tiene valor en sí misma y debe ser apreciada por sus cualidades y no por sus posesiones.
Por último, dirige su clamor a los “sectores más sensatos y de profunda vocación humanista del planeta”, con la esperanza de que “unan sus esfuerzos” y aparten de la humanidad el manto del “temor permanente” y la “guerra perpetua”.