Luego de una supervisión, la Dirección General de Minería (DGM) había advertido a mineros de Las Siete Cañadas, en Hato Mayor, que no debían cavar galerías para conectar con pozos cerrados desde hace meses por el riesgo de encontrar gases no respirables y les había recomendado minar en la dirección opuesta, que es una zona virgen donde podían encontrar más ámbar con menos peligros.
El geólogo Uladislao Lora Almánzar, encargado del departamento de Pequeña y Mediana Minería de la DGM, declaró que el pozo donde fallecieron los mineros Rafael Nolasco Javalera, Eusebio de la Cruz Toribio y Manuel Seguís, fue el primero que visitó el pasado 10 de octubre en su labor de inspección frecuente.
Lora recuerda que entre los mineros con los que habló estaban los fallecidos Rafael Nolasco Javalera y Manuel Seguís. En esa zona de El Valle, indica el Director General de Minería, el ingeniero Alexander Medina, hay varios pozos abandonados, por la alta actividad de extracción de ámbar en 2014 y 2015, y que el riesgo de encontrar gases en ellos es alto.
Como medida de seguridad para evitar derrumbes, la DGM dispuso hace cuatro años la obligatoriedad de encofrar los pozos con madera y llevó un especialista para instruir a los mineros sobre cómo realizar el entramado
El subdirector de DGM, Ing. Eugenio Lugo, y el geólogo Harold Rojas se trasladaron a la zona del accidente para realizar la investigación correspondiente y hablaron con Deyander Paulino Santana, alias Wicho, un minero que sobrevivió milagrosamente al accidente, y con Carlos Manuel Marte Acevedo, quien operaba el guinche grúa desde la superficie y quien logró enganchar a Paulino Santana por el pantalón y rescatarlo inconsciente.
El Ingeniero Lugo indicó que los mineros fallecidos primero sufrieron la falta de oxígeno por los efectos de gases no respirables -que podrían ser metano, sulfuro de hidrógeno y monóxido de carbono- y luego la columna de agua proveniente del segundo pozo, que inundó el pozo primario donde trabajaban los mineros. Al indagar la razón para conectar los dos pozos, los mineros le dijeron que ellos tenían la información de que en ese pozo de al lado había un frente minero de ámbar abandonado al que querían extraer la resina disponible.
Testimonio del sobreviviente
Paulino Santana recuerda que habían entrado al hoyo a la 1:00 PM luego de comer y que él estaba a unos dos pies y medio de la cueva donde uno de sus compañeros estaba perforando con un taladro chipijamer y que éste había avanzado unas ocho pulgadas cuando notaron que la mecha -que salió mojada- había calado con otro pozo. Vocearon que caló y el compañero que estaba fuera del pozo, Carlos, les pidió que subieran, pero no podían. Cuando desconectaron el martillo chipijamer – cuenta- salió agua y gas y explotó.
A Deyander no le dio tiempo a agarrar la guindola para amarrarse y subir, por lo que empezó a escalar por el encofrado de madera, pero se desmayó y cayó. Carlos pudo agarrarlo por un pie con el gancho de la grúa, que se mantiene abajo mientras los mineros excavan. No supo cómo subió, pues reaccionó unos 20 minutos después. Carlos envió a otro minero a rescatar a los tres que habían quedado en el hoyo, pero luego de 15 pies no había oxígeno.
Paulino Santana afirma que dan mantenimiento a la planta y el aire todos los días. Tenían dos líneas de aire conectado, pero que el gas que salió era más fuerte.
El minero sobreviviente afirma que encienden el aire desde que bajan 15 pies. El lunes, cuando la mecha caló, el aire se calentó mucho. Habían calado otros pozos antes, pero no había salido aire caliente tan fuerte que no dejaba respirar. En otros pozos el aire salía a unos 50 pies, que no es tan profundo como éste, que salió de una profundidad de al menos 125 pies.