El periodista y exraso de la Policía Daurin Muñoz, denunció este lunes a través de una carta dirigida a los medios de comunicación, que nunca ha sido perdonado por haber denunciado las precariedades salariales que enfrentaban los policías, al tiempo que explica los maltratos que asegura recibe en Najayo, donde guarda prisión preventiva acusado de violencia intrafamiliar.
Denuncia que “a pesar de tener pruebas de su inocencia, le fue impuesta la más grave de todas las medidas”.
A continuación el texto íntegro de la carta enviada por el periodista:
Nunca he sido partícipe de hacer públicas todas las situaciones en las que me he visto involucrado después de haber grabado aquel conocido video, pero en vista del excesivo atropello al que he sido sometido, no me han dejado otra alternativa que alertar a toda la opinión pública de los vejámenes y maltratos a los que he sido sometido.
El pasado 22 de marzo fui sentenciado a tres meses de prisión preventiva, en un hecho que me llena de indignación, y a continuación ofrezco los detalles:
Me había enterado por los medios de comunicación de una denuncia de mi exesposa en mi contra, por lo que acudí voluntariamente a la Fiscalía de San Cristóbal el pasado 18 de marzo, y me enteré que ya estaban preparando mi sometimiento, y tenían claro solicitar prisión preventiva, la más grave de todas las medidas. Cuando me presenté a la Fiscalía me informaron de las acusaciones que mi exesposa presentó en mi contra e inmediatamente demostré que esas acusaciones no respondían a la verdad y mostré conversaciones de Whatsapp e Instagram que demostraban mi inocencia. Me recibieron dos representantes del Ministerio Público, una fiscal que había sido asignada desde el Distrito Nacional y la fiscal titular de Violencia de Género de San Cristóbal, quienes me expresaron lo siguiente: “Nosotros sabemos la realidad, pero hay presión de arriba y nos llaman a cada rato para preguntarnos sobre este caso y lamentablemente tenemos que llevar esto hasta las últimas consecuencias, te vamos a tener que someter”, fueron las palabras de las dos miembros del Ministerio Público. Ya antes de la sentencia, un amigo allegado al gobierno me dijo: de la Procuraduría llamaron que son tres meses que te van a cantar y efectivamente, así sucedió.
Mi estadía en Najayo
El martes 26 de Marzo me trasladaron hacia la cárcel de Najayo, y lo que he vivido aquí ha sido frustrante y las humillaciones siempre estarán grabadas en mi mente. Desde mi llegada se insistió en ubicarme en la celda llamada “los sancritobaleros”, lugar inhumano y denigrante para cualquier ser humano. Luego de solicitar por distintos medio, logré que el jueves 11 del presente mes me cambiaran de lugar. Pero mi felicidad duró poco, ya que al día siguiente a las 4 de la tarde, tres agentes penitenciarios con macanas en manos, me llevaron a buscar mis pertenencias y en presencia de los demás internos, me desnudaron, requisaron mi bulto y en tono burlón regaron todas mis pertenencias en el suelo, luego me esposaron y apretaron los grilletes tan fuerte, que después de varias horas sentía un gran dolor en las muñecas, al cuestionar al agente el por qué del trato tan indignante hacia mi persona, se limitó a decir: “tú fuiste policía, tu sabes cómo es esto, y yo solo cumplo órdenes”. Pregunté en varias ocasiones que si sucedía algo y para donde me llevaban, y fue cuando llegué al centro de Corrección y Rehabilitación Najayo XX, por lo que pude entender que se trataba de un traslado.
Sé perfectamente que afecté la sensibilidad de las autoridades al reclamar un trato digno para los policías y militares de nuestro país, pero aunque he sido vejado, no me arrepiento, todo lo contrario, una vez obtenga mi libertad, seguiré luchando por una Policía Nacional y unas Fuerzas Armadas dignas, como se merece nuestro país. Con Buenos salarios, seguro médico para ellos y sus familias, planes de pensiones dignas, facilidades para una vivienda justa, becas de estudios regulares y superiores, y otras reivindicaciones. Ofrendaré mi vida, si fuere necesario, para lograr dignificar el uniforme de los hombres y mujeres que diariamente arriesgan sus vidas en favor de la paz y la tranquilidad de la sociedad dominicana. El precio ha sido alto, pero ha valido la pena.