A sus 82 años, se traslada frágil en silla de ruedas. Durante siete años no ha pronunciado discurso alguno dirigiéndose al país. No ha hecho ninguna aparición pública y su “presencia” en las actividades oficiales se hace a través de una foto. Tiene dificultades respiratorias, la mirada perdida y su voz se siente ahogada en un susurro incomprensible.
Se trata de Abdelaziz Bouteflika, presidente durante 20 años consecutivos, desde el 1999, de la República de Argelia, la nación, en términos territoriales, más grande de África.
El pasado 10 de febrero, mediante una carta dirigida a las autoridades electorales, a modo de plan de gobierno, presentó documentos para formalizar su quinta candidatura presidencial para las elecciones a celebrarse el 18 de abril de este año.
En esa carta expresó: “No tengo las mismas fuerzas físicas que antes, cosa que nunca he ocultado a nuestro pueblo, pero jamás me ha faltado la voluntad inalterable de servir a nuestra patria”.
A eso añadió, de manera sorprendente, que en caso de ser reelegido, se comprometía a abandonar el poder rápidamente.
Esas promesas, sin embargo, no fueron creídas. Ya habían sido escuchadas antes por el pueblo argelino. En el 2008, Bouteflika, al término de su segundo mandato, modificó la Constitución de Argelia a los fines de habilitar la reelección de forma indefinida.
En el 2011, en pleno apogeo de la Primavera Árabe, que hizo sucumbir a varios regímenes de la región, el presidente argelino prometió una nueva reforma constitucional que se proponía volver a la situación anterior, limitando el número de mandatos a dos. Ese compromiso, sin embargo, no se materializó sino hasta el 2016, cuando iniciaba su cuarto periodo de gobierno.
A diferencia de ocasiones anteriores, la decisión de Abdelaziz Bouteflika de presentarse como candidato para un quinto mandato consecutivo, provocó una oleada de protestas que inundó las calles de diversas ciudades de Argelia, hasta el punto de hacer tambalear al gobierno.ASCENSO DE BOUTEFLIKA
Bouteflika llegó al poder luego de una sangrienta guerra civil en Argelia, que surgió en 1991, cuando el gobierno del Frente de Liberación Nacional (FLN) suprimió los resultados de las elecciones ganadas por el Frente Islámico de Salvación.
Los muertos ocasionados por esa guerra civil fueron numerosos. Se calculan en más de 200 mil personas. En definitiva, un episodio sangriento que dejó profundas huellas y polarizó a la sociedad argelina.
La derrota electoral experimentada en los comicios de 1991, fue la única vez en que la hegemonía política del FLN, la organización que dirigió la lucha por la independencia de Argelia contra el poder colonial francés, luego de la Segunda Guerra Mundial, se vio alterada.
En medio de las convulsiones y conflictos que estremecían a la sociedad argelina de aquella época, Abdelaziz Bouteflika, el benjamín de los líderes históricos de las luchas independentistas del país ubicado en el Norte de Africa, junto a Ahmed Ben Bella y Hoari Boumediene, llegó al poder en los comicios celebrados en 1999, luego 20 años en el exilio.
Su triunfo fue impactante. Concitó más del 74% de los votos, algo inusitado en la historia electoral de su país.
Durante su primera gestión de gobierno se firmaron acuerdos de paz y se concedió amnistía a las personas que participaron en la guerra civil. Igualmente, se consolidó la noción de Argelia como un Estado de lengua árabe, religión islámica y gobierno progresista.
En el 2004, Bouteflika obtuvo otra victoria contundente. Alcanzó el 85% de los votos, a pesar de que se presentaron informes sobre irregularidades en el proceso electoral.
Era la época en que se iniciaba el incremento del precio de los combustibles, lo que contribuyó al crecimiento de la economía argelina; y por lo tanto, a la consolidación política del antiguo dirigente del FLN.
A pesar de que las circunstancias le resultaban favorables, no era posible, sin embargo, un tercer periodo gubernamental. No obstante, Bouteflika, apoyándose en la mayoría con la que contaba en el parlamento, procedió en el 2008 a una reforma de la Constitución que eliminó la prohibición para su nueva repostulación.AUGE Y CAÍDA
En las elecciones de 2009, volvió a ganar. Esta vez, en forma astronómica, con el 90.2% de los votos. Sin embargo, con un nivel histórico de abstención, del 75%, lo que era un reflejo del descontento de la población con lo que ya empezaba a percibirse como un intento por eternizarse en el poder.
En el 2005, Bouteflika había sido trasladado a un hospital en Francia para ser intervenido de una úlcera sangrante. Ocho años después, en el 2013, sufrió un accidente cerebrovascular; y en el 2016 se sometió a un examen invasivo del colon.
Debido al derrame cerebral, sus funciones neurológicas se degradaron. Eso limitó su capacidad para impedir la ingestión de alimentos o líquidos en los pulmones. Está afectado de afasia, lo que implica una pérdida parcial del lenguaje. Apenas se le entiende: prácticamente hay que leer sus labios.
Ante el deterioro evidente de su salud, en diversos sectores de la sociedad argelina se cuestiona su capacidad para seguir gobernando. Circulan rumores de que detrás de su frágil figura, son otros los que realmente toman las decisiones sobre el destino del país.
El anuncio de la repostulación de Bouteflika para un quinto mandato consecutivo provocó cólera e indignación en diversos sectores de la vida nacional, sobre todo porque coincidió con un nuevo internamiento suyo en un hospital de Ginebra, Suiza.
Las protestas, convocadas a través de las redes sociales, se multiplicaron. Oleadas de multitudes se dieron cita cada semana, pasando a tener el control de las calles. La estructura tradicional de poder se vio sacudida.
Al final, en razón del poder del pueblo expresado en las imponentes manifestaciones en contra de una nueva reelección de Bouteflika; del impacto de la opinión pública; de la presión de la sociedad civil; y de la acción ejemplar de la juventud, el anciano presidente, considerado por los médicos de estar en “riesgo vital permanente”, tuvo que enviar, desde su lecho de paciente, una carta, dirigida al país, en la que declinaba de sus nuevas aspiraciones continuistas.
Fue una grave derrota para un líder político que había acumulado incuestionables méritos en las luchas históricas de su patria por alcanzar la independencia, la paz y la prosperidad.
Pero fue, al mismo tiempo, una gran victoria para el pueblo argelino, el cual, por medio de su tenaz determinación e inquebrantable decisión de lucha, demostró el carácter invencible de los pueblos cuando éstos se enfrentan a la obstinada insensatez de sus gobernantes.