Estados Unidos se ha sumado al conflicto en Oriente Próximo al lanzar ataques contra tres instalaciones nucleares clave de Irán, una acción que incrementa la tensión internacional y profundiza su implicación en la disputa entre Israel e Irán.
Según confirmaron fuentes oficiales, el operativo incluyó el uso de bombarderos B-2 y misiles lanzados desde submarinos para impactar objetivos estratégicos en Natanz, Isfahan y Fordow.
El presidente Donald Trump afirmó que estos bombardeos provocaron la “eliminación” de infraestructuras fundamentales para el programa nuclear iraní.

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Aunque en un inicio Teherán no lo confirmó, medios estatales iraníes terminaron por reconocer que parte de la instalación en Fordow fue alcanzada por “ataques enemigos”.
La ofensiva estadounidense desplegó seis bombarderos furtivos B-2 Spirit, los cuales lanzaron una docena de bombas perforadoras GBU-57, diseñadas específicamente para atravesar fortificaciones subterráneas.

A la vez, submarinos de la Armada de EE.UU. dispararon treinta misiles de crucero TLAM contra los centros nucleares de Natanz e Isfahan.
Este ataque cobra especial relevancia debido a la naturaleza del sitio de Fordow, una planta excavada en el interior de una montaña, protegida por más de 100 metros de roca sólida y equipada con túneles reforzados y puertas diseñadas para resistir explosiones.
Por ello, para lograr un daño significativo, se necesita una bomba con capacidad extraordinaria como la GBU-57 de 13.000 kg, considerada la más potente del arsenal convencional estadounidense.
Aunque Trump ha autorizado los planes de ataque, aún no se ha confirmado si tomará nuevas decisiones que amplíen la ofensiva. En caso de una escalada mayor, Estados Unidos jugaría un rol determinante en el intento de desmantelar la infraestructura subterránea de enriquecimiento de uranio de Irán.
Expertos militares sostienen que solo con armamento específico y maniobras aéreas de alta precisión es posible afectar seriamente una instalación tan protegida como Fordow. Por lo tanto, el uso del bombardero B-2 —capaz de volar sin ser detectado por radares— resulta clave en este tipo de misiones.
La comunidad internacional observa con preocupación el curso de los acontecimientos. Una intervención directa de Estados Unidos en este conflicto no solo podría modificar el equilibrio de fuerzas en la región, sino también desencadenar una nueva etapa de inestabilidad global, justo en un momento en que los esfuerzos diplomáticos parecían haberse enfriado.