El historiador e hispanista británico Paul Preston sostiene que “es muy difícil comparar” en términos políticos e históricos al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con cualquier personaje relevante del pasado, con la salvedad, tal vez, “de Nerón o Al Capone”.
En una entrevista con EFE, Preston, que acaba de publicar ‘La pérfida Albión. El contradictorio papel británico en la Guerra Civil española’ (Debate), considera que aunque es difícil establecer paralelismos, sí se puede apuntar alguno entre la actual contienda en Ucrania y la voluntad de Trump de ponerle fin cuanto antes con el Pacto de Múnich, suscrito el 30 de septiembre de 1938 por los dictadores de Alemania, Adolf Hitler, e Italia, Benito Mussolini, con los primeros ministros de Francia, Edouard Daladier, y Reino Unido, Neville Chamberlain.
En virtud de dicho acuerdo – y en aras de la llamada política de “apaciguamiento”- se permitió que, con tal de evitar una guerra en Europa, Alemania se adueñara de la región checoslovaca de los Sudetes (y después del resto de Checoslovaquia, como ya había hecho antes con Austria) en unas negociaciones en las que no se permitió la presencia del Gobierno checoslovaco.
Ahora, “el aparente acuerdo al que se dice que ha llegado Trump con (el presidente ruso Vladimir) Putin tiene algo que ver a primera vista con Múnich, en el sentido de que es una traición a Ucrania”, afirma Preston.
“Parece que ahora Trump solo quiere complacer a Putin, sin más. Parece una bajada de pantalones ante Putin. Parece la lógica de un ladrón. Si consigue sacar la riqueza mineral de Ucrania, esa puede ser su lógica”, señala el hispanista británico.
La ambigüedad británica respecto a España en la Guerra Civil
En ‘La pérfida Albión’, una recopilación de artículos, algunos inéditos hasta ahora y otros publicados en su día en revistas especializadas, Preston repasa la actitud de Gran Bretaña con respecto a la situación de España en la Guerra Civil y su ambiguo comportamiento a la hora de plantearse la naturaleza de los actores del conflicto.
A juicio de Preston, los gobiernos británicos de la época, en particular los que encabezaron Stanley Baldwin y Neville Chamberlain -ambos del Partido Conservador- se encontraron en el dilema de apoyar a un régimen democrático amenazado por una sublevación militar claramente reaccionaria, o bien considerar que esa democracia republicana podía ser una especie de puerta de entrada a un régimen comunista o revolucionario.
Esta posibilidad causaba auténtico espanto en los sectores conservadores y aristocráticos de la sociedad británica, con lo cual entraba en juego una especie de prevalencia de los “intereses de clase”.
“Obviamente -subraya el autor- al final, la conclusión a la que llegaban los elementos conservadores y aristocráticos del Reino Unido, era que “su causa (la de los sublevados) es nuestra causa”, sentimiento que también era evidente, según se desprende del libro, en la visión que daban varios de los diplomáticos británicos presentes en ese momento en España.
El “daño irreparable” a la República por la no intervención europea
Igualmente, la política de la “no intervención” causó un daño irreparable a la República, que tuvo que aprovisionarse de armas y bagajes por medio de terceros, mientras los sublevados recibían abundante material y tropas de la Alemania nazi y la Italia fascista sin que nadie hiciera nada para impedirlo.
Como señala Preston en un pasaje de su libro: “La política anglofrancesa de la no intervención (…) castró a la República al impedirle ejercer sus prerrogativas, conforme al derecho internacional, de comprar armamento, lo que la arrojó a las garras de traficantes de armas sin escrúpulos”.
Esa medida, recalca Preston en su obra, “arrojó a la República a los poco entusiastas brazos de la Unión Soviética, lo que confirmó la opinión sostenida por el Gobierno de Baldwin de que (…) era un títere de los soviéticos.”
Preston dedica un capítulo de su libro a la figura de Lluis Companys, quien fue presidente de la Generalitat de Cataluña entre el 31 de diciembre de 1933 y el 7 de octubre de 1934 y entre el 1 de marzo de 1936 y hasta febrero de 1939, y cuyo papel en el desarrollo de la guerra en el territorio catalán ha sido siempre objeto de debate entre los historiadores.
“Companys es una figura contradictoria, hay mucha gente que piensa que la manera en que toreó a los anarquistas fue genial, pero otros sostienen que fue de una cobardía tremenda”, señala Preston en la entrevista con EFE.
“Yo diría que, en general, lo que salva a Companys es su muerte. En conjunto, yo apruebo a Companys, en el sentido de que no apruebo a Franco”, resalta.