Los alimentos básicos para una familia de cuatro personas cuestan en promedio 500 dólares mensuales: 38 veces el salario promedio de un docente, históricamente mal pagados, pero nunca tan poco como ahora.
María Cerezo tiene 70 años y 39 en la profesión. Hace malabares con el presupuesto familiar que complementa su hija, también maestra, y su esposo, abogado.
Ya difícil llegar a fin de mes con los gastos comunes, comprar ropa está fuera de la ecuación.
Pero una tienda de segunda mano abierta por el sindicato de los maestros le permite considerarlo. Cerezo se pasea por los tendederos, entre pantalones y blusas.
Un vestido de nailon azul con lunares blancos le gusta; entra al probador y se gira frente al espejo para ver como se ciñe a su silueta. Cuesta 2 dólares, que en ese momento no tiene. Lo esconde entre otras prendas para comprarlo al día siguiente.
El Ropero Solidario -el nombre del establecimiento- fue lanzado en diciembre por la Federación Venezolana de Maestros (FVM) y vende prendas a precios de entre uno y cuatro dólares.
– “En extinción” –
El presidente Nicolás Maduro insiste en que los bajos sueldos son consecuencia de las sanciones internacionales que mermaron los ingresos del país, aunque expertos sostienen que la precariedad venía de antes.
El salario mínimo equivale a 2 dólares, que el gobierno complementa con bonificaciones. En el sector privado el sueldo promedio ronda los 200 dólares.
“Esta situación está de terror”, lamenta. “Antes (…) uno compraba ropa, zapatos, artefactos eléctricos. Ahora no se puede”.
Maduro ha llamado a los maestros a retornar a las aulas y les promete “elevar” su calidad de vida con subsidios de transporte, salud y alimentación, así como créditos para vivienda.
La mayoría de las escuelas públicas opera solo dos o tres días por semana, para que los docentes puedan rebuscarse con otros trabajos que complementen sus magros sueldos.
Algunos optaron por dar clases particulares en sus casas; otros, simplemente, dejaron la enseñanza y buscaron otros oficios; y buena parte forma parte de los casi ocho millones de venezolanos que migraron desde 2014 en busca de mejores oportunidades.
Cerezo por ahora descarta irse del país. Trabaja en el Instituto Pedagógico de Caracas, educando a la escasa generación de relevo.
La inscripción de nuevos estudiantes en la carrera de Educación cayó casi 90% entre 2008 y 2022, según un reporte académico.
“Los educadores de mi época están en extinción, los de ahora nada que ver”, sanciona Cerezo.
La FVM tiene también programas para ayudar a los agremiados con medicinas, comida o en caso de enfermedad.
– “Variedad” –
Kethy Mendoza es la coordinadora de la iniciativa. También docente, recibe a sus colegas clientes, los ayuda con las prendas, opina.
“Esta crisis no te permite ni siquiera comprar una muda de ropa, cómo le pides a los estudiantes que vayan arreglados a su centro escolar”, lamenta Mendoza.
Está todo arreglado en el Ropero Solidario: tendederos repletos, espejos por acá y allá, un probador.
Recibe la mercancía a consignación, mucha viene de otros maestros que reciben el 50% del costo con opción a donarlo y el otro 50% queda en la fundación para mantener la operación.
Cerezo se pasea por la tienda, observando. Comprado el vestido… “volveré por un pantalón”.