“Dólar, cambio, dólar”, dice al paso de los transeúntes un cambista callejero sin que ningún cliente muerda el anzuelo en pleno ajetreo de la ‘city’ en Buenos Aires. En el rompecabezas de la economía argentina, la histórica fiebre por el ‘billete verde’ entró en pausa.
Los controles de cambio, un recurso muy común de los gobiernos argentinos, afianzaron un mercado negro del dólar y la multiplicación de los llamados ‘arbolitos’ o cambistas callejeros cuyo dólar ‘blue’ convive con un puñado de tipos de cambio oficiales.
Pero de un tiempo a esta parte, las cotizaciones están en calma contribuyendo a las aspiraciones del gobierno de contener una inflación que logró reducir del 200% al 166% interanual a noviembre.
De un lado, el derrumbe del poder adquisitivo de los argentinos este año hizo trizas la capacidad de ahorro, sobre todo de la clase media, que se achica cuando la pobreza alcanza al 52,9% de la población. Eso significa menos compra de dólares al menudeo.
Del otro, el blanqueo de capitales que lanzó en julio el gobierno del ultraliberal Javier Milei -amnistía fiscal para repatriar divisas sin declarar- representó el ingreso de más de 20.000 millones de dólares y calmó las aguas del mercado cambiario.
Así, el dólar, tradicional refugio del ahorro argentino ante la inflación, está ‘planchado’.
Ahora la cotización informal tiende a una convergencia con la oficial (en 1.051 pesos por dólar) cuando llegó a duplicarla en 2022.
En el mercado ‘blue’ o informal lo que prevalece es la oferta, cuenta Oscar, un ‘arbolito’ que prefiere no dar su apellido pero que trabaja sin esconderse, como muchos otros, en cercanías de la histórica Plaza de Mayo, frente a la sede gubernamental.
“Hasta hace un año hacía unas 40 operaciones en seis horas, ahora paso unas diez horas para hacer a lo sumo cuatro. Sólo compran bolivianos y peruanos de a pequeños montos” para remesas, explicó a la AFP.
En cambio, sí hay ventas. “Casi todos los que venden son argentinos, gente muy mayor que se desprende de ahorros para pagar las cuentas. (…) Pero caminan todo el centro buscando mejor precio, hay mucha competencia”, cuenta este hombre que lleva casi tres décadas en el negocio del dólar callejero.
Desde una inmobiliaria cuya parte trasera funciona como casa de cambio clandestina, Fabiana, la dueña, da cuenta de que la fiebre por el dólar bajó.
Para competir, funciona el ‘delivery’, un cambio a domicilio para clientes de confianza.
“Están los que compran para irse al exterior de vacaciones, en esta época es lo que mueve la cosa”, dice Fabiana, quien tampoco quiso dar su apellido. “Pero son más los que vienen con los dólares manchados de estar guardados bajo el colchón”.
El ministro de Economía, Luis Caputo, recordó el martes que el dólar ‘blue’ ha caído este año un 30%. “Que tenga una recuperación del 3% no es relevante”, señaló para minimizar el tibio repunte de la cotización informal esta semana.
La paz cambiaria permitió al Banco Central recomponer reservas que superan los 32.000 millones de dólares, informó la entidad esta semana, frente a los 21.000 millones que reportaba cuando asumió Milei hace un año.
– ¿Transitorio? –
Hay dudas de que la calma sea duradera y señal de estabilidad, dado que se diluirá el efecto del blanqueo y el gobierno recién comenzó a negociar un nuevo programa con el Fondo Monetario Internacional, con el que debe saldar una deuda 44.000 millones de dólares.
“Para mi forma de ver, la cuestión cambiaria no está resuelta de fondo”, explicó a la AFP el economista Hernán Letcher, director del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).
“Sucede que el gobierno se planteó contener el tipo de cambio con una serie de políticas: la primera fue el blanqueo gratuito que significó el ingreso de más de 20.000 millones de dólares que descomprimieron la presión sobre el dólar”, señaló.
“El objetivo siguiente es que entren los dólares del FMI y hacer el mismo proceso para llegar con calma a las elecciones” legislativas de octubre próximo, dijo.
Por otro lado, la apreciación del peso se produce justo en momentos en que Brasil, principal socio comercial argentino, experimenta una fuerte depreciación del real. Eso afecta la competitividad de las exportaciones argentinas.
“Lo que ya se está viendo y se irá profundizando es una heterogeneidad entre ganadores y perdedores donde ganan los sectores de intermediación financiera y energía y pierden construcción, industria y comercio”, sostuvo Letcher al recordar que estos tres últimos ramos representan el 45% de la fuerza laboral.