Tokio, una de las ciudades más densamente pobladas del mundo, cuenta con una joya de ingeniería oculta bajo su superficie: el Sistema de Drenaje Subterráneo de la Región Metropolitana (G-Cans). Este gigantesco laberinto de túneles y cámaras, conocido popularmente como una “catedral subterránea”, protege a la capital nipona de inundaciones catastróficas durante intensas lluvias y tifones.
El sistema, completado en 2006 tras más de 13 años de construcción, se extiende a 50 metros bajo tierra en la región de Saitama, al norte de Tokio. Su estructura incluye cinco enormes silos de 65 metros de altura, conectados por un túnel principal de 6,3 kilómetros de longitud y una imponente sala de bombeo, cuyo diseño monumental recuerda a una catedral.
El sistema se activa cuando los niveles de agua en los ríos cercanos comienzan a desbordarse. El exceso de agua se redirige a los silos y al túnel principal, que la conduce hacia la cámara de bombeo. Allí, potentes turbinas, capaces de mover 200 toneladas de agua por segundo, la expulsan hacia el río Edogawa, evitando que inunde zonas urbanas.
Con los eventos meteorológicos extremos aumentando en frecuencia e intensidad debido al cambio climático, la catedral subterránea de Tokio se ha convertido en una barrera vital para proteger a millones de personas. Durante el tifón Hagibis en 2019, el sistema fue crucial para evitar inundaciones mayores en la ciudad.
Además de su función práctica, el lugar ha ganado notoriedad como un destino turístico inusual, atrayendo a visitantes que quieren admirar la majestuosidad de su diseño y aprender sobre la avanzada ingeniería japonesa.
El G-Cans no solo es un ejemplo de cómo la innovación puede enfrentar los desafíos del clima, sino también una inspiración para otras ciudades del mundo que buscan soluciones ante el aumento del nivel del mar y las lluvias torrenciales.