Una campaña eterna y divisiva, una sociedad partida, un ambiente polarizado. Y, sobre todo, una enorme incertidumbre. Decenas de millones de norteamericanos acuden hoy a las urnas para elegir no sólo el próximo presidente, sino la composición del Congreso, por no hablar de cargos estatales, juntas educativas, fiscales, jueces, sherifs.
Lo hacen con las encuestas en empate perfecto, pocas pistas sobre quién ganará y un miedo más que real a que se repite lo vivido hace cuatro años y que culminó con el asalto al Capitolio. “No habrá violencia”, ha dicho este martes el ex presidente Donald Trump, asegurando que no tiene necesidad siquiera de decírselo a sus seguidores.
Atendiendo a los medios este mediodía, hora local, desde un colegio electoral cercano a su residencia de Mar-a-lago, en Florida, el líder republicano, visiblemente agotado tras meses de viaje permanente que concluyeron anoche, en el que debería ser el último mitin de su vida en Michigan, ha sido concreto, pero también combativo.
“Por supuesto que no habrá violencia. Mis seguidores no son gente violenta… son gente que no cree en la violencia, no tengo ninguna necesidad de decírselo”, ha dicho antes de atacar a la periodista que le interpeló: “Ellos no son violentos a diferencia de tu pregunta. Tú crees en la violencia”, ha zanjado.
Este marte, el secretario de Estado de Georgia (un republicano al que Trump odia porque no cedió a sus presiones en 2020 para “encontrarle” los 11.780 que necesitaba para ganar) ha comparecido para decir que una amenaza de bomba contra un colegio electoral ha sido considerada “no creíble”.
En el condado de Fulton, el más grande a las afueras de Atlanta, han recibido cinco amenazas de bomba que se consideraron falsas, pero que provocaron el cierre de dos centros de votación en Union City, durante un breve periodo de tiempo. Lo mismo ha ocurrido en Maine. Y un hombre ha sido detenido en el Capitolio, en Washigton, tras presentarse oliendo a gasolina y con una bengala. Muchos nervios y precauciones.
Preguntado por los muchos analistas y miembros del Partido Demócrata que creen que este martes no aceptará la derrota si se produce y se declarará de una forma u otra ganador, Trump ha sacado su lado más pacifico y conciliador. “Están locos [los que dicen eso]. Si es una elección justa seré el primero en reconocerlo, y hasta ahora ha sido justa, aunque haya habido muchos litigios, muchos abogados, miles, y en parte porque el proceso es complicado, votar en papel sería más sofisticado que los ordenadores”, ha dicho.
Ese mensaje tranquilizador sería sin embargo mucho más creíble si Trump hubiera aceptado que perdió en 2020, y nunca lo ha hecho. Hasta el punto de que ninguno de sus aliados, senadores, congresistas incluso, se atreven a decir abiertamente y en público algo tan sencillo como que Joe Biden se impuso en 2020.
Y esquivan la pregunta una y otra vez para no enfadar a su líder. Y sería tranquilizador y creíble, si no se hubiera pasado la campaña entera, incluyendo ayer mismo, denunciando que hay en marcha un “fraude masivo” a una “escala nunca antes vista” en algunos de los estados bisagra en liza, y especialmente Georgia y Pensilvania.
“No podemos permitir que los criminales regresen a nuestro país o que se les permita entrar aquí. Tenemos a más de 13.000 asesinos a los que se les permite vagar por nuestro país. Tienen que irse. Tenemos traficantes de drogas, tenemos terroristas, tenemos una enorme cantidad de personas que no deberían estar en nuestro país”, ha señalado ante la prensa en el centro electoral en el mismo tono que ha marcado sus últimos meses.
Fuente: El Mundo