El crecimiento del turismo en el mundo, especialmente tras la pandemia, ha reavivado el debate sobre la compatibilidad con la vida de las ciudades en los destinos más demandados, sobre todo en Europa, en tanto que otras áreas, como América Latina y África, se afanan para captar viajeros como vía de crecimiento.
Este viernes 27 se celebra el Día Mundial del Turismo, en medio de un debate, que se adivina creciente, por el aumento de la presión sobre determinados destinos, máxime si se tiene en cuenta que de aquí a 2030 se incorporarán a las clases medias más de 2.400 millones de personas del Sudeste asiático, según los datos que maneja el sector.
Más allá de España -donde han prendido movimientos contra la masificación, sobre todo en los dos archipiélagos, principales destinos del turismo internacional-, la percepción en torno a este asunto es diversa, con limitaciones en los lugares más visitados y promoción de los destinos en aquellos otros que ven en esta industria una fuente de desarrollo de sus economías.
Además de las restricciones a las viviendas de uso turístico (VUT), que se extienden sobre todo por Europa, los destinos se afanan, con escaso éxito, en dar con medidas que ordenen el turismo; mientras que en América Latina, más allá de limitaciones puntuales, el fenómeno es justamente el contrario, buscan ampliar los flujos de turistas.
Límites en los mercados más cercanos
Venecia (Italia) ha sido la primera ciudad del mundo en cobrar una entrada (hasta el pasado 14 de julio) de cinco euros para quienes no pernoctan, pero los lugareños lo consideran insuficiente. Recibe 30 millones de visitantes al año y, en su centro histórico residen, por primera vez desde 1871, menos de 50.000 personas.
También en Italia, la última iniciativa ha sido la de cobrar por lanzar una moneda a la Fontana di Trevi de Roma, cuyo Ayuntamiento ha confirmado los planes de pago de dos euros para visitar la fuente, que además deberá hacerse con reserva previa.
Entre las ciudades más activas es Ámsterdam (Países Bajos), donde los viajeros que pernoctan en un hotel pagan una tasa de casi 17 euros por persona y noche. Sus últimas medidas son el veto a la construcción de nuevos hoteles, la prohibición de que los cruceros atraquen en la terminal de pasajeros y limitaciones en las VUT.
Busca también desalentar el turismo de sexo y drogas, y para ello quiere trasladar el Barrio Rojo lejos del centro histórico.
En Portugal, las críticas al turismo se han centrado en su efecto sobre la vivienda, especialmente en las grandes ciudades, y han surgido movimientos ciudadanos contra la masificación, como el que ha recogido firmas a favor de un referéndum en Lisboa contra estos pisos.
Viana do Castelo (norte) empezará a cobrar una tasa turística, que en el caso de Lisboa se ha duplicado hasta los 4 euros por noche; la capital lusa y Oporto anunciaron restricciones a los tuk-tuks en el centro histórico; y en el Algarve se limitó el acceso a las cuevas de Benagil para proteger este entorno natural.
En Francia, en el Mont Saint Michel hay restricciones en los aparcamientos y en los acantilados de Etretat (Normandía) o el Parque Nacional de Calanques (junto a Marsella).
En Grecia, en septiembre de 2023 se impuso un límite de 20.000 visitas diarias a la Acrópolis de Atenas y ha habido campañas y protestas ciudadanas contra la ocupación ilegal de playas públicas.
En Dubrovnik (Croacia) se limitó en 2019 el número diario de visitantes desde los cruceros, lo que ha reducido en un 78 % esos movimientos; y la también croata Split impone multas de hasta 300 euros a los turistas que se comporten mal en las calles.
El Gobierno noruego trabaja en una ley para que municipios costeros puedan incluir el pago de alguna tarifa y algo semejante estudian en Copenhague (Dinamarca). Las Islas Feroe, territorio autónomo de Dinamarca, aprobaron recientemente el pago de una tasa de unos 2,5 euros diarios de acceso a las rutas de senderismo.
En Islandia, un destino cada vez más popular, el puerto de Isafjordur decidió en abril limitar a 5.000 por día el número de visitantes que pueden desembarcar.
Crecimiento desordenado en Polonia
En Polonia, uno de los destinos turísticos emergentes de Europa, se ha cerrado el acceso a enclaves naturales, pero dominan la escena el crecimiento desordenado de la industria hotelera y la falta de regulación.
En Zakopane y las montañas Tatra ha habido protestas contra la instalación de atracciones como vuelos en globo o nuevas líneas de autobuses que transportan a miles de turistas a lugares que hasta hace poco eran casi vírgenes.
En Cracovia, el Ayuntamiento ha abandonado el proyecto de regularizar ese sector (“la ciudad está arruinada y necesitamos ingresos”) y, al tiempo, ha puesto en marcha una campaña que trata de disciplinar a los visitantes.
En Suiza, la quejas se focalizan en comunas rurales, que han pasado a atraer miles de turistas tras su promoción por los ‘influencers’ en las redes sociales, como en el caso de Lauterbrunnen, que considera establecer una tasa de entre 5 y 10 euros a quienes lleguen en coche privado.
Con un cariz algo diferente, ha habido quejas hacia el turismo en Davos, sede del foro de líderes mundiales, donde se han dado frecuentes tensiones entre locales y los numerosos visitantes judíos ortodoxos para los que el lugar es muy popular, lo que ha llevado a los establecimientos a no admitir estos grupos.
América Latina empieza a poner coto
Otro de los grandes destinos del mundo, la ciudad de Nueva York – que recibió en 2023 unos 62,2 millones de turistas, de los cuales 11,6 millones procedían de otros países- ha sido rompedor en la regulación de las plataformas de alquiler de VUT.
Obliga a todos los anfitriones de Airbnb a registrarse ante las autoridades locales y les prohíbe el alquiler de apartamentos enteros durante menos de 30 días cuando no estén presentes los dueños.
En Argentina, el turismo masivo ha sido recibido con menos resistencia que en otros países, como Uruguay, donde en Punta del Este tratan de que no confluyan más de dos o tres cruceros al mismo tiempo.
En Chile, buscan impulsar el turismo al máximo y, en particular, en el segmento del lujo, pero en destinos como San Pedro de Atacama y la Patagonia hay tensiones por la presión sobre los recursos naturales y la infraestructura local.
En Perú no se han establecido restricciones, más bien al contrario, ya que ha aumentado el número de entradas diarias al Machu Picchu, en contra de los criterios de la Unesco, hasta las 5.600 personas, desde las 4.000 anteriores.
En Colombia, el Gobierno aspira a impulsar el sector para que los ingresos de esta actividad reemplacen a los del carbón. Sí ha habido protestas en Medellín, donde son constantes las denuncias sobre turismo sexual de extranjeros, incluso con menores.
En Costa Rica, las autoridades promueven el destino en ferias internacionales, pero se han impuesto restricciones a los visitantes diarios en el Parque Nacional Manuel Antonio y el Volcán Poás.
Las Islas Galápagos son la única zona de Ecuador que ha tomado medidas para restringir las visitas: subió la tasa de entrada al archipiélago desde 6 a 30 dólares para turistas nacionales y de 100 a 200 dólares para los extranjeros.
En la República Dominicana, las comunidades costeras empiezan a protestar por la presión sobre los ecosistemas y el desplazamiento de poblaciones locales producido por el desarrollo de grandes ‘resort’, pero la importancia del turismo en el PIB hace que estas voces no dominen el discurso público.
En Cuba, donde el Gobierno sigue apostando por el modelo de sol y playa en polos turísticos como Varadero y otros ‘resorts’, el problema no es el exceso de visitantes, sino el contrario. Otro tanto ocurre en Venezuela o México.
Kenia ordena el Masai Mara
Los países de África están impulsando estrategias para fomentar el turismo internacional, aunque hay excepciones, como Kenia, en la reserva del Masái Mara, que el año pasado adoptó regulaciones más estrictas.
Las autoridades de Narok (hogar del Masái Mara) aumentaron en 2024 el precio de la entrada para extranjeros de 70 a 100 dólares por día entre enero y junio, y a 200 de julio a diciembre, pero siguen siendo frecuentes las escenas de concentración de todoterrenos para observar la fauna.
En Marruecos, el Gobierno busca seguir aumentando las cifras de visitantes mediante un incremento de la conectividad aérea y de la promoción en el exterior.
China busca atraer turistas
En China, algunas localidades con cascos antiguos famosos como el de Lijiang (sur) han recurrido al cobro de entradas o de tasas turísticas, aunque con carácter general tratan de atraer más turismo porque sus cifras de viajeros extranjeros están todavía casi un 40 % por debajo de los niveles precovid.
Asociaciones de vecinos del ‘barrio de las geishas’, en Kioto (Japón), han prohibido la entrada de visitantes a varias calles por el acoso al que someten a estas profesionales y en el Monte Fuji hay cupos para la escalada y se debe pagar una tasa.
La Oficina Nacional de Turismo (JNTO) de ese país ha puesto en marcha un programa de designación de áreas para prevenir y controlar el “sobreturismo”, en el que ya se han incluido 20 lugares.
En el Sudeste Asiático comienzan a brotar voces críticas por la llegada masiva de visitantes. La isla indonesia de Bali aplica desde febrero un impuesto turístico de unos 10 dólares y Tailandia considera imponer algo semejante.
La creciente popularidad del Everest ha llevado al Gobierno de Nepal a anunciar un aumento de la tasa para subir a la cima hasta 15.000 dólares, 4.000 más que ahora, que podría entrar en vigor en 2025.
Para visitar Bután, además de la visa de 40 dólares, hay que abonar una ‘tarifa de desarrollo sostenible’ de cien dólares diarios.
En Nueva Zelanda, en octubre próximo se empezará a aplicar una tasa turística de 100 dólares neozelandeses (62 dólares estadounidenses o 56 euros), el triple del impuesto original.