Venecia (Italia).- Georgina Epiayu es una mujer pese a que la burocracia colombiana haya tardado 40 años en reconocerlo en su documentación y la directora Mónica Taboada Tapia ha contado ahora su periplo en busca de identidad y derechos en la película ‘Alma del desierto’, estrenada en las Jornadas de los Autores de Venecia.
“Esto es un llamado de atención al Gobierno colombiano, pero sobre todo al Estado colombiano, independientemente del Gobierno de turno a tomar responsabilidad por sus ciudadanos y ciudadanas y cumplir sus obligaciones”, explica a EFE la realizadora.
‘Alma del desierto’ es en realidad un documental que aborda la historia de resistencia, esperanza y justicia de la señora Georgina Epiayu y ha sido estrenado como evento especial en las Jornadas de los Autores, un certamen autónomo y paralelo al Festival de Venecia.
Esta mujer trans ve su identidad desfigurada en la maquinaria burocracia colombiana, buscando un carné de identidad femenino desaparecido desde hace décadas, hasta que decide ponerse en marcha para encontrar a sus hermanos en los áridos parajes de La Guajira.
Su odisea le llevará a encontrarse con sus dos parientes que no hablan en español y sobreviven a malas penas al margen de la burocracia colombiana, en un territorio herido.
Taboada Tapia recuerda que en 2019 acompañaron a la señora Epiayu a recoger su documento de identidad creyendo que llevaría solo algunos meses y no fue hasta 2021 que lo consiguió con su nombre de mujer, y eso que llevaba reclamándolo desde hacía 45 años.
“Una persona que demoró 45 años en obtener su identidad, en ser reconocida, es un llamado de atención súper fuerte a un Estado en cualquier lugar del mundo”, lamentó la cineasta y antropóloga.
El caso de Georgina, miembro de una comunidad indígena ancestral, demuestra, a su parecer, que “cualquier ser humano tiene derecho a reconocerse a sí mismo y a ser validado por cómo se reconoce” sin “tantos debates irracionales” a su alrededor.
“Cada quien debería centrarse en su propia vida, las personas tienen derecho a decidir sobre sus propias existencias. Esa persona no le hace ningún daño a nadie, al contrario, el daño que hubo sobre su propia identidad y su vida en casi medio siglo no es reparable”, lamentó.
Ahora, a sus 70 años y con su DNI, su vida “es tranquila” en La Guajira porque su comunidad, el pueblo ‘wayú’, “la protege”.
“Afortunadamente es una persona que gracias a su entereza y su fortaleza pudo sobrevivir en el tiempo y por eso está contando su historia, porque muchas personas no sobreviven”, sostuvo.
En un primer momento Taboada Tapia quería hacer otra película con un tono “súper poético” al saber que su familia materna habitó hace tres generaciones en este territorio colombiano pero decidió cambiar sus planes al encontrarse en 2016 con el caso de esta anciana.
“La realidad me fue poniendo trabas a esa idea que yo tenía como directora y yo me moldeé a la realidad de unas realidades súper crudas que merecían reconocimiento”, subrayó.
La realizadora valoró la presencia de su película en Venecia, que ve como “un final feliz”, pero sobre todo apreció el hecho de que “un montón de comunidades indígenas de Colombia en este momento se están empoderando”.
“Todo va por muy buen camino para que personas que históricamente han sido desfavorecidas tengan cierto reconocimiento (…) después de un montón de injusticias históricas a lo largo del tiempo en muchos lugares del mundo con muchas personas que están fuera del sistema porque no hablan el idioma dominante o porque pertenecen a otras culturas”, celebró.
Por el momento, esta “Alma del desierto” ha alcanzado Venecia para dirigir al mundo su prodigioso ejemplo de esperanza.