Antes de convertirse en el jefe de estado más popular del mundo, Nayib Bukele era un publicista sintonizado con el poder de la imagen. Ahora, a los 43 años, Bukele no solo ha redefinido su propio perfil, sino que también ha transformado radicalmente a El Salvador, un país que alguna vez fue conocido como la capital mundial del asesinato.
En su primera entrevista con un reportero extranjero en tres años, Bukele se presentó como un líder seguro de sí mismo, describiéndose con ironía como “el dictador más genial del mundo” y un “rey filósofo”. Sin embargo, más allá de su retórica, la realidad es que su política de mano dura ha tenido un impacto profundo en la nación centroamericana.
Bajo su liderazgo, El Salvador ha visto una agresiva represión contra las pandillas, resultando en el encarcelamiento de 81.000 personas y una dramática caída en la tasa de homicidios. Gracias a estas acciones, lo que una vez fueron “zonas rojas” dominadas por el miedo y la extorsión, ahora son áreas donde los ciudadanos pueden moverse libremente, disfrutar de los parques y salir por la noche.
El cambio ha sido tan notable que El Salvador ahora se promociona como “la tierra de las olas, los volcanes y el café”, atrayendo tanto a turistas como a entusiastas de las criptomonedas a lugares como “Bitcoin Beach”. La reciente reelección de Bukele, con un índice de aprobación superior al 90%, según CID Gallup, es testimonio de su popularidad.
No obstante, este éxito ha venido acompañado de controversia. Bukele ha gobernado bajo facultades de emergencia desde 2022, lo que le ha permitido suspender libertades civiles, realizar arrestos sin órdenes judiciales, y llevar a cabo juicios masivos. La tasa de encarcelamiento en El Salvador es ahora la más alta del mundo, triplicando la de los Estados Unidos.
El presidente también ha desmantelado la independencia judicial, llenando los tribunales de leales y asegurando su reelección, a pesar de la prohibición constitucional. Con una oposición política organizada prácticamente inexistente, Bukele continúa consolidando su poder, dejando una huella indeleble en la historia de El Salvador.