El estado de Oklahoma ha implementado una controvertida medida que requiere que cada maestro tenga una Biblia en el aula y enseñe a partir de ella de manera inmediata. Esta orden, que entró en vigor recientemente, ha generado un intenso debate entre defensores y críticos sobre los límites entre la religión y la educación pública.
Según fuentes oficiales, la decisión se basa en promover los valores morales y éticos que se encuentran en la Biblia, considerada por muchos como un texto fundamental en la cultura occidental. Sin embargo, los detractores argumentan que esta política viola la separación entre iglesia y estado, un principio fundamental en la constitución de Estados Unidos.
La medida ha provocado reacciones encontradas en la comunidad educativa y entre los residentes del estado. Mientras algunos apoyan la iniciativa como una forma de fortalecer la educación moral, otros la ven como un intento de imponer creencias religiosas en un entorno secular.