Puerto Príncipe, 24 jun (EFE).- Las fuerzas policiales que formarán parte de la misión multinacional de apoyo a la seguridad en Haití emprenden viaje hacia un país que encontrarán sumido en un crítico deterioro del clima de seguridad y que agoniza a causa de la violencia.
Las bandas armadas controlan la mayor parte de la región metropolitana de Puerto Príncipe, causando estragos día y noche, ante la falta de respuesta de las autoridades.
El clima de inseguridad se remonta a hace más de seis años y se deterioró aún más en 2021 con el asesinato del presidente Jovenel Moise en su residencia privada.
Actualmente las carreteras nacionales están ocupadas por pandilleros que instalan peajes, las comisarías de policía son destruidas por las bandas y poblaciones enteras viven bajo el dominio de unos grupos armados que pretenden sustituir a las autoridades del Estado.
Haití está plagado de secuestros, asesinatos y ataques armados, que se multiplican y que convierten al país en invivible e imposibilitan la libre circulación.
Frente a ello, los civiles levantan gigantescas barreras en sus barrios para protegerse de los ataques armados de las bandas, que conquistan cada vez más territorio.
Esta situación de terror ha provocado la huida de miles de haitianos al extranjero, entre ellos estudiantes, médicos y profesionales y especialistas de diferentes ámbitos, a pesar de que el país ya tenía escasez de ellos.
El centro de la capital, corazón económico de Haítí, ha sido totalmente destruido por las bandas armadas, obligando a miles de personas a refugiarse también en ciudades de provincia y en decenas de campos de desplazados.
Todo ello hace aumentar, además, el número de personas en inseguridad alimentaria en un país donde el precio de los productos de primera necesidad sube casi a diario.
Cerca de 5 millones de personas (casi la mitad de la población) se enfrentan en Haití a inseguridad alimentaria aguda y, de ellas, 1,64 millones afrontan niveles de “emergencia”, según los datos que maneja el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
Así, cuando comiencen a llegar este martes los efectivos de Kenia -despedidos hoy por el presidente del país, William Ruto- se encontrarán a un Haití sumido en una inseguridad creciente que empobrece a miles de personas, destruye la economía y agrava la crisis social.
Van a hallar a unas nuevas autoridades (un Consejo Presidencial y un Gobierno encabezado por Garry Conille) que tienen la difícil tarea de llevar adelante la transición y crear un clima de seguridad propicio para la celebración de comicios en un país que actualmente no tiene representantes electos.
Los ciudadanos están impacientes por vivir en paz, en un Haití donde puedan circular libremente, donde ningún territorio esté controlado por las bandas armadas y donde los estudiantes puedan acudir a las aulas, después de haber perdido meses de clase a causa del cierre de los centros educativos.
Con la llegada de las tropas, Haití está llamado a vivir una nueva era, entre la esperanza de restaurar la paz duradera perdida durante años y de conseguir la recuperación económica, social y política de un país puesto de rodillas por los grupos armados.