“Cuando dejé mi casa, el agua me llegaba hasta la cintura”, explica el brasileño Claudio Almiro. Lo perdió “todo” en las devastadoras inundaciones que afectaron desde hace varios días el sur de Brasil.
Este hombre, de 55 años, de barbilla grisácea y rostro marcado por el cansancio, encontró refugio en un centro cultural de Gravataí, un suburbio del norte de Porto Alegre, capital de Rio Grande do Sul.
Es uno de los más de 8.000 habitantes del estado alojados en centros de acogida tras haber debido abandonar su domicilio debido a las lluvias diluvianas que dejaron unos 40 muertos y decenas de desaparecidos.
“Mucha gente perdió la vida, por lo que elevo las manos al cielo y doy gracias a Dios por haber sobrevivido. Los bienes materiales, conseguiremos recuperarlos con un poco de ayuda”, afirma a la AFP este desempleado, que asegura que reza para poder encontrar pronto una nueva vivienda.
“El agua siguió subiendo cuando me fui, no pude salvar nada”, explica.
Pilas de donaciones
En el centro cultural Aldeia dos Anjos, que acoge una veintena de damnificados, varios voluntarios distribuyen ropa y productos de higiene.
Mantas, camisetas, ropa interior, chancletas, cepillos de dientes: las donaciones se amontonan en pilas en el centro de acogida y todo se selecciona con cuidado.
“Toma varios pares de calcetines” para poder secar los que se mojen, dice un voluntario a Claudio Almiro.
“Hay varios lugares como este en la ciudad para acoger a los damnificados, pero también para recibir las donaciones de ciudadanos que distribuimos a quienes lo necesitan”, asegura Juliano Rocha, responsable de servicios sociales de Gravataí.
Miedo de nuevas inundaciones
El centro de acogida Novos Horizontes, que alberga habitualmente a personas sin techo en Gravataí, también contribuye socorriendo a las víctimas de las lluvias.
Sus responsables debieron improvisar para recibir a 51 damnificados que llegaron al centro, además de los diez residentes habituales.
“Hemos transformado la sala de reuniones, el salón y el comedor en habitaciones. Debimos repensar todo el espacio para hacer frente a esta situación, lo cambiamos todo en menos de tres horas”, explica la asistente social Fabiana Moura.
Cerca de una literata, Susete Pereira, de 39 años, saca una manta roja de un saco de donaciones que le entregaron al llegar. También hay ropa, toallas higiénicas y otros productos de primera necesidad.
“Traté de levantar los muebles para preservarlos pero creo que al final lo perdió todo, es desesperante”, deplora esta mujer, con la mirada triste detrás de sus gafas rosas.
“Temo que otras inundaciones estén por venir. Imagínese que empezamos a levantarnos y vuelve a empezar de nuevo” la lluvia, reflexiona.
El Estado de Rio Grande do Sul también sufrió varios eventos climáticos extremos el año pasado; el más grave, el paso de un ciclo en septiembre que dejó más de 30 muertos.