Con una gran bolsa roja al hombro, un exacto vestido de Santa Claus regala golosinas a los niños mientras recorre las calles de La Habana, una ciudad en la que los padres tienen que hacer magia y malabares para conseguir los juguetes para sus hijos esta Navidad.
Un pequeño escribe una cartita de puño y letra: “Compañero Santa Clo, para esta Navidad quisiera de regalo, un carro control remoto, un jabón, confituras, un carrito, un teléfono, una pelota, plumones, atari y un par de chancletas”.
Para este Papá Noel, de 54 años y actor de profesión que prefiere guardar el anonimato, lo importante es crear una ilusión. “Habrá quien tenga una mejor Navidad, quien tenga una peor (…) lo importante es que haya sueños y que los sueños no se pierdan”, dice a la AFP vestido con el tradicional traje rojo y blanco, botas y gorro incluidos.
“Leer las cartas es como entrar en un diario” donde cada quien “pone lo que siente, lo que piensa”, añade con un grupo de niños revoloteando a su alrededor en Marianao, un populoso barrio del oeste de La Habana.
Pero en una crisis como la que enfrenta Cuba actualmente, no todos los deseos de los menores se pueden hacer realidad.
“O le compro los juguetes o los zapatos o la ropa o la comida y mejor es la ropa y la comida que los juguetes”, dice Lin Vania Alonso, una abuela de 49 años, mientras camina frente a puestos informales de juegos importados de mala calidad, en una transitada avenida de Centro Habana.
Los juguetes de la “libreta”
Lin recuerda con nostalgia que cuando era niña, los juguetes se repartían a través de la “libreta de abastecimiento” que, en la isla gobernada por el Partido Comunista, procuraba alimentos y productos básicos para todos.
Cada menor recibía cupones para tres juguetes el día del niño, que en Cuba se celebra en junio.
“Muñecas, patines, jueguitos de cocina, hasta una bicicleta una vez me regalaron”, dice transportándose al pasado. “Bastantes cosas que me regalaron cuando aquellos tiempos, pero eso ya no lo hay”, se terminó a finales de la década de 1980, lamenta.
A su hija Yanisleydi Alonso, de 22 años y madre de un niño de dos, no le tocó. Sin embargo, este joven asegura que, sin importar las dificultades, su pequeño tendrá su juguete esta Navidad.
“Trato de darle su regalito, tal vez no sea un regalo muy caro, pero trato de darle algo” siempre, dice con el niño en brazos.
Las jugueterías estatales que se abrieron cuando se acabaron los cupones, lucen ahora abandonadas. Los padres se ven obligados a buscar los obsequios en páginas de Facebook, grupos de WhatsApp o tiendas de regalos, donde se ofrecen juguetes caros para una familia cubana promedio.
El Gepetto isleño
En 2020, en plena pandemia de coronavirus, Yulién Granados, un pequeño empresario de 35 años, se enfrentó al mismo problema y buscó la solución. Encerrado con su familia por el confinamiento, no encontraba la manera de entretener a su hijo que entonces tenía cinco años.
“Todos los juguetes que tenía realmente eran pocos, y entonces nada, sentado con mi esposa y con el equipo de trabajo nos dimos la tarea de empezar en el mundo de los juguetes de madera”, narra en su taller, ante algunos de los 19. Modelos educativos que han diseñado y que actualmente comercializan.
“Me ha cambiado la vida, la manera en la que los niños y los padres conciben un juguete de madera con una buena terminación, con una buena calidad, hecho en Cuba”, dice orgulloso mostrando unas figuras geométricas que estimulan la motricidad de los menores. y la asociación por colores.
Antes, este tipo de productos infantiles se adquirirían a muy alto costo fuera del país, sostiene este Gepetto isleño que confeccionó con herramientas y fierros viejos la máquina para cortar la madera de los juguetes.
“Para poder seguir inventando, como se dice en Cuba, se necesita de una inyección de emoción grande y no dejarse caer y decir vamos a seguir adelante por esto, por los niños, porque realmente hace falta”, agrega al lado de un amigo de la infancia que trabaja con él y también es padre de dos chicos.
En este ambiente vuelve poco a poco el espíritu navideño a Cuba, perdido de alguna manera en 1970, cuando el gobierno revolucionario suprimió el 25 de diciembre como día feriado para que la población se sumara masivamente a la cosecha azucarera.
Entonces el país realizó un colosal esfuerzo para alcanzar la meta de producir diez millones de toneladas de azúcar, un objetivo que no se cumplió. En 1997 este feriado se restableció, tras la visita del papa Juan Pablo II a la isla.