Ein Gedi, Israel. Fotos, videos, mensajes de texto… los supervivientes del kibutz Beeri en Israel recuperan los últimos y desgarradores Whatsapps que enviaron sus familiares durante el sangriento ataque de Hamás, con el fin de conservar pruebas digitales de la masacre.
“La gente documentó sus últimos momentos, enviaron selfies antes de ser asesinados”, explica Yaniv Hegyi, ex secretario general de este kibutz, la segunda comunidad más afectada de Israel, donde murieron 80 personas de una población de 1.100 a manos de los combatientes del movimiento islamista palestino el 7 de octubre.
Heygi, que se encontraba en el lugar durante el ataque, dirige ahora un proyecto llamado “Memorial 710”. En su teléfono conserva miles de mensajes que él u otros residentes recibieron, de personas aterrorizadas pidiendo ayuda desde sus habitaciones seguras.
“Hay gritos en árabe y muchos disparos, vengan rápido, se lo suplico”, dice uno de esos mensajes, acompañado de emojis.
Según las autoridades, unas 1.200 personas, en su mayoría civiles, murieron en el ataque de Hamás, el más sangriento desde la creación del Estado de Israel en 1948. Unas 240 personas fueron secuestradas y llevadas a Gaza, de las cuales 138 siguen retenidas.
En respuesta, Israel prometió “aniquilar” a Hamás y bombardea sin descanso la Franja de Gaza, dejando más de 16.200 muertos, en su mayoría civiles, según el ministerio de Salud del movimiento islamista.
Yaniv Hegyi, mirada seria, afirma que quiere “luchar para restablecer la verdad sobre lo que pasó” en el kibutz Beeri.
– Insoportable, pero esencial –
Hegyi contempla la creación de un mapa interactivo para que los futuros investigadores puedan seleccionar una casa y visualizar los mensajes e imágenes de lo que allí ocurrió. Esto les permitiría ir al lugar y
Por ejemplo, “si una niña de 13 años me envió un mensaje de voz diciendo: ‘por favor, mi madre ha sido asesinada, mi hermano está muerto y mi padre está gravemente herido’, (los internautas) podrán ir al lugar desde donde se emitió la llamada de ayuda y ver lo que pasó a esta familia”.
Para Hana Brin, antigua historiadora y residente de Beeri que aceptó compartir sus mensajes, el proceso es insoportable pero esencial.
“Esta documentación se produce en tiempo real y en el lugar, muestra una gran angustia y por ello es la más auténtica”, afirma la mujer de 76 años.
Raquel Ukeles, responsable de las colecciones de la Biblioteca Nacional — encargada de crear una base de datos para preservar estos archivos –, lo confirma.
“Este tipo de recopilación permite defender la exactitud histórica ante cualquier afirmación falsa y escandalosa”, explica a la AFP. “Pero es terriblemente personal”.
Hasta ahora, un centenar de supervivientes de Beeri aceptaron participar en el “Memorial 710”. Algunos son reacios a compartir las últimas señales de vida de una hija, de un nieto o de una madre, palabras de amor intimas enviadas antes de morir.
“No es fácil convencerlos a todos”, admite Yaniv Hegyi. “Pero cuando se deciden, ocurre algo mágico. (…) Se liberan de ese sentimiento de impotencia que todos sentimos en el interior de las habitaciones seguras”.
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