He escrito tantas crónicas celebrando su obra, que cualquiera podría pensar que es nuestra amistad de años la que dicta los elogios. Pero es justamente al revés: ha sido la sincera admiración hacia el compositor e intérprete de algunos de los más trascendentes temas de la cancionística cubana en los últimos 40 años, lo que nos ha acercado y convertido con el tiempo, en muy buenos amigos.
De esa admiración y de los sentimientos que ha creado en mí, como en tantos cubanos que conozco, brota la alegría de saber que al cantautor Amaury Pérez Vidal se le ha titulado Doctor Honoris Causa por la Universidad del Instituto Americano Cultural, en México.
Profunda alegría y una suerte de sentimiento liberador llega con la noticia porque, al fin, después de tanto y tan diverso aporte a la cultura cubana, se ha hecho justicia con Amaury, Artista con mayúsculas por la profunda lírica de sus composiciones musicales, pero también por su literatura, en verso y en prosa, por labor como promotor cultural, como director de espectáculos memorables y hasta por su menos reconocida, aunque muy gustada, labor periodística con entrevistas a personalidades de casi todas las disciplinas o columnas hilarantes en medios impresos y digitales.
Lo otro, o más bien lo primero: sus aportes innegables a la canción trovadoresca y a la música cubana contemporánea, apenas parece necesario anotarlo.
En los áridos tiempos que vivimos, transidos de vulgaridad, ignorancia y exaltación a supuestos músicos por el ruido de excentricidades ajenas al arte, el Honoris Causa concedido al fino creador de temas antológicos como No lo van a impedir, Acuérdate de abril, Vuela pena, Hacerte venir o Murmullos, que se han hecho universales en otras voces, es como la consecución de una crítica en positivo, un premio a la excelencia y un bálsamo para el alma de los seguidores de todo cuanto ha hecho Amaury Pérez Vidal, hijo de grandes que soltó amarras muy temprano para hacernos sentir con sus propios modos, el estado de gracia que sólo provocan los auténticos creadores.
Que un dador excepcional de la belleza del amor a través del arte, como Amaury, reciba la más alta condición académica de un centro de estudios culturales de México, donde tanto lo ha mimado el mejor público de una nación de creadores, resume en el bello pergamino el agradecimiento de generaciones a poetas de su rango, aquellos que como él, durante décadas han defendido la certeza de que es posible contar con un mundo mejor a través de la verdad del Arte.
Sentirnos orgullosos de este homenaje a nivel de nación, es al mismo tiempo una recarga de pura y sencilla emotividad que seguramente incrementa la creatividad de este talentoso musico cubano que sin él mismo saberlo, hace rato se ha convertido en parte del alma cubana.
Guille Vilar