Los Cascos Azules de la ONU, cuyo mandato limitado genera a menudo “frustración” entre la población, no son “una varita mágica”, advierte su jefe, Jean-Pierre Lacroix, que recuerda que el desarrollo de herramientas complementarias para proteger a los civiles en el terreno son cada vez más complejos.
De Líbano a la República Democrática del Congo (RDC), pasando por Sudán del Sur o el Sáhara Occidental, unos 90.000 soldados sirven bajo la bandera de la ONU en doce misiones en todo el mundo.
Misiones que no generan unanimidad, como en Malí, cuyo gobierno ha pedido que se vayan, o en RDC, donde un sector de la población está en contra.
Sin embargo, los Cascos Azules protegen “a centenares de millas de civiles”, dice a la AFP Jean-Pierre Lacroix, secretario general adjunto de la ONU encargado de las operaciones de mantenimiento de la paz de la organización.
Pero a veces, “nuestros mandatos, que se centran principalmente en proteger a los civiles, generan expectativas que no podemos cumplir, debido a nuestras capacidades, nuestro presupuesto, el terreno y las limitaciones logísticas”, admite.
Así que “vemos la frustración de cierta parte de la población”, una frustración “que utilizan quienes prefieren que continúe el caos”, agrega, antes de denunciar las “fake news” y la desinformación “convertidas en armas”.
Pero, sin estas operaciones, “en la mayoría de los casos, (la situación) probablemente sería mucho peor”, afirma. “Eso no significa que las operaciones de mantenimiento de la paz sean una varita mágica o la respuesta universal a todo tipo de crisis”.
Pero reforzar su eficacia depende del Consejo de Seguridad.
Los Cascos Azules se despliegan “para crear las condiciones necesarias para que avance un proceso político que conduzca a una paz duradera. Pero hoy nuestros estados miembros están divididos y estos esfuerzos políticos ya no cuentan con el apoyo decidido y unido” de los mismos, lamenta .
Por ello, espera que la reunión ministerial que se celebrará en Ghana los días 5 y 6 de diciembre sea la ocasión para que los estados miembros “vuelvan a comprometerse” con las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU, y aporten nuevas contribuciones, en particular en términos de tropas.
“No impongan la paz”
Como ha señalado el secretario general, Antonio Guterres, también es hora de reflexionar sobre el futuro de las misiones de paz.
Los Cascos Azules pueden proteger a los civiles cuando ya existe un alto el fuego. No “imponen la paz”, insiste Jean-Pierre Lacroix. Tampoco son una fuerza antiterrorista o antipandillas.
Sin embargo, se despliega en situaciones “cada vez más peligrosas”, con “grupos armados, actores no estatales, empresas privadas de seguridad”, actores “implicados en el terrorismo o en la explotación de actividades delictivas transnacionales”, describe.
Así que la idea de dar más cabida a misiones ajenas a la ONU, aunque con mandato del Consejo de Seguridad, va ganando terreno. “Debemos tener más opciones para dar respuestas adecuadas” a crisis cada vez “más diversas”, argumenta Lacroix.
“Necesitamos un conjunto más variado de herramientas: operaciones de mantenimiento de la paz como las que tenemos hoy, nuevas formas de operaciones de mantenimiento de la paz para responder mejor a los motores de los conflictos, como el cambio climático o las actividades delictivas transnacionales, u operaciones de imposición de la paz dirigidas por la Unión Africana u otras organizaciones regionales o subregionales”.
¿Un modelo para Gaza tras la guerra entre Israel y Hamás?
El lunes, Antonio Guterres habló de una “transición” política para el territorio palestino en la que participan varios actores, entre ellos Estados Unidos y los países árabes.
“¿Podría haber algún tipo de mecanismo de seguridad? Hay millones de escenarios imaginables, pero de momento es muy hipotético”, apunta el funcionario.
ONU o no, el reto sigue siendo encontrar voluntarios y dinero para llevar a cabo operaciones de paz.
Tras un año de evasivas, el Consejo de Seguridad aprobó a principios de octubre el despliegue de una misión multinacional liderada por Kenia para combatir las pandillas armadas en Haití.
Pero Nairobi, que ha prometido 1.000 policías, ha pedido a los estados miembros que financien la operación, que aún no está en marcha.